Al terminar el
primer segmento de los tres que conforman Tipos de gentileza (E.U. – Grecia -Irlanda – Reino
Unido, 2024), noveno largometraje del máximo representante de la “Ola rara
griega”, el internacionalizado y hollywoodizado Yorgos Lanthimos, Vivian
(Margaret Qualley), una joven de largas piernas imposibles, siempre enfundada
en una precaria minifalda, se levanta del lecho en el que estaba descansando
para tomar un teclado y empezar a (des)entonar aquel inolvidable clásico
romántico setentero “How deep is your love”, escrita por Barry, Robin y Maurice Gibb, mejor
conocidos como los Bee Gees.
¿Recuerda la canción? Si al inicio el vocalista nos describe un escenario pastoral en el que el amor que se presume que existe se fusiona con los rayos del sol, una lluvia torrencial o la brisa veraniega, luego duda de la permanencia y hasta de la fidelidad de ese añorado sentimiento. Duda, pues, del amor y entra el pegajosísimo coro implorando por la respuesta a la pregunta del título: “Qué tan profundo es tu amor”. El autor quiere saberlo: vivimos, le dice a su enamorada, “en un mundo de tontos” que “quiere quebrantarnos” cuando debería “dejarnos ser, dejar que nos pertenezcamos uno al otro”.
Cuando
escuchamos a la Vivian de Miss Qualley entonar esta obra maestra de la balada
cursi-romántica de la música disco setentera, tenemos el convencimiento de que
los personajes centrales de este primer segmento de la película ya nos
despejaron cualquier duda posible: aquí sí hay un verdadero amor, dispuesto a
cualquier sacrificio, habido y por haber. Lo cual, por cierto, no significa que
lo que estamos viendo sea un final feliz, sino la consecuencia lógica de una
enfermiza relación de poder entre dos amantes que, al parecer, permanecerán
juntos para siempre. De alguna manera, este es el común denominador que aparece
tanto en el primer episodio, “La muerte de RMF”, como en los dos restantes,
“RMF está volando” y “RMF se come un sándwich”: los personajes de este oscuro
tríptico romántico/cómico/onírico están dispuesto a lo que sea por amor, aunque
sea el más perturbador, obseso y torcido de todos.
Escrita por el propio Lanthimos en colaboración con Efthimis Filippou, el guionista habitual de su primera y más radical etapa –la que va de Diente de perro (2009) a El sacrificio del ciervo sagrado (2017)–, Tipos de gentileza funciona como una cruel y descarnada parábola sobre la búsqueda del amor y nuestra inevitable dependencia ante él. Sin compromisos de ninguna especie, pareciera que Lanthimos, después de haber sido apapachado por el establishment hollywoodense durante siete años –cinco nominaciones para él, dos estatuillas ganadas para sus actrices, otras tres estatuillas para otros colaboradores–, ha decidido volver de manera desafiante a sus orígenes, ¿los más auténticos?, en donde una puesta en imágenes completamente naturalista –a veces hasta plana– está contrastada por situaciones y diálogos surreales, que desembocan, no pocas veces, en el humor/horror más absurdo.
Unida precaria y caprichosamente por la aparición recurrente de un mismo personaje en los tres episodios –un tipo que se identifica por las iniciales grabadas en su ropa: RMF–, Tipos de gentileza inicia con la historia de un empleado modelo (Jesse Plemons) que ha vivido toda su vida siguiendo las órdenes de su jefe (Willem Dafoe) hasta en su vida privada –qué comer, qué tomar, cuándo coger con la esposa (Hong Chao) que el patrón eligió para él–; continúa con el episodio de un policía (otra vez Plemons) que está convencido de que su esposa (Emma Stone), que acaba de ser rescatada de un naufragio, no es su esposa, por lo que le pide pruebas cada vez más extremas para demostrar su amor; y finaliza con otra pareja (Plemons y Stone again) que ha renunciado a su vida anterior para pertenecer a una demencial secta sexosa que está en busca de una mesías femenina que, supuestamente, es capaz de revivir a los muertos.
Aunque en los tres episodios aparece la oscareada Emma Stone en plena forma –especialmente en el segundo segmento y hacia el final–, quien resulta ser el elemento cohesivo en todo el filme es Jesse Plemons –mejor actor en Cannes 2024 por esta tríada de papeles, precisamente–. A medida que avanza la cinta, en cada nuevo personaje que interpreta, Plemons va sumando diferentes rasgos obsesivos mientras, curiosamente, va disminuyendo su cabello, se va quedando sin bigote y hasta baja de peso: el Andrew de la última parte, siempre impasible y con el pelo a rape, parece una suerte de monje budista al que le han quitado su túnica roja para vestirlo con una ropa dos tallas mayores a él. Plemons pasa de ser el amante dolido y rechazado al amante paranoico desconfiado y de ahí al amante firme, seguro y devoto de sus admirados gurús (Dafoe y Chau de nuevo). Tres personajes y una sola locura verdadera.
Con todo y sus altibajos, inevitables en toda película de episodios –la cinta va de más a menos, acaso por la duración cercana a las tres horas, acaso por agotamiento temático–, Tipos de gentileza se nos presenta, de todas formas, como una lúcida ilustración fílmica de nuestros peores demonios internos que no pueden ni quieren ser domados, como dice otra canción que escuchamos al final del segundo capítulo, “Rainbow in the dark” de Dio, en el momento en el que el solista nos pregunta, a ritmo de heavy-metal, si los demonios nos dejaron ir alguna vez. Todo lo contrario: se esconden en lo más profundo de nuestro interior y se funden, confunden y disfrazan, a veces, de amor. A veces, de gentileza. ~
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