domingo, 12 de novembro de 2023

Cartas, susurros...

 

Escrito por Claudio Ferrufino-Coqueugniot 

“15 de mayo de 88”. Limpiando la roja cubierta enmohecida del Durruti de Abel Paz (¡París, 1986!) encuentro un sobre azul opaco. De la hermosa Ute. Viene de Waldems, estado de Hesse.

¿No te gusto?, preguntas. La alcohólica Cochabamba tiene cielos de El Greco. Claro que me gustas y contemplo tus pezones color de terracota debajo de la chompa de lana y cuello tortuga.

“Las últimas cosas que escuché de ti han sido tus pasos en la noche que se alejaron… ¡Dios mío, qué poético”. Quedé tieso como el conde de Orgaz, momificado mi brazo de Django Reinhardt. Pensar que no te he tocado por más de treinta y cinco años. La próxima, en el aire vuelo por sobre guerras y desastres, acostaré tu cuerpo de cien sobre el musgo y te mataré de amor.

Johann Wolfgang von Goethe, la postal que envías, año desconocido, tarjeta perdida, pero recuerdo. Del original cuadro de Johann Heinrich Wilhelm Tischbein tu carta retrataba al poeta con la pierna derecha en esqueleto. Muy linda imagen ¿fue la belleza o había un mensaje? Tal vez quisiste decir que la poesía no servía para nada, que terminaba en pasos perdidos en oscuridad, al lado de las tristes paredes encaladas del estadio, perfumadas de orines. Luego no te vi, los rostros de mi lecho no eran tú. No que no los amé, besé, lamí, devoré sin sal pero no tú. Quedé con hambre, galgo derrotado levantando polvo con la lama de la avenida Juan de la Rosa. Llegué a casa y dormí. Borrachera llena de epítetos y falsos labios de carey de carnaval.

Mis mujeres alemanas. No hay alarde en ello solo holganza de placer. Antje… si olí sus cabellos fue mucho, tenía pecas en los brazos. Menuda y blanca como plátano guineo. Me concubiné con otra hasta que huí en el tren de Oruro-Villazón; si escapar del destino ha sido mi manera de sobrevivir. Esta, que quise, se inmoló en el altar de los muñecos antiguos, sin viso de religión siquiera, sin argumento. Y tú con Goethe, no era Weimar sino la campiña romana. Tomamos vino tinto y cerveza. Tu amiga francesa se acompañaba de un caribeño de inmenso afro. Sé que ella ha muerto y da pena porque siempre sonrió, amaría vivir como presumo yo de amar morir. La noche avanzó y prometía lo que no habría de cumplir.

Conversamos. ¿Fue Schiller mayor que Goethe? En cierto sentido, sí. Te escribí pobres versos en papel sábana que atesoraste como sedas. Hará un año, dos, que me enviaste fotos de ellos. Me avergonzó leerlos tan simples, pero supe que era yo, uno no puede esconder lo basto de los propios detalles. Sin embargo me trajeron besos tuyos, de esos de medianoche que saben a chocolate y me considero satisfecho, pagado algo en una transacción casi flamenca por los ocres tonos que nos rodeaban. Tu cuerpo acostado, almohadas, un Kohlberg color guinda. Tu vientre y tus pechos que asombraron mi descreída sensación de que detrás del suéter encontraría tenues damascos de las gargantas de Tajikistán mientras que aparecía el jardín de las Hespérides y robaba la fruta como si fuera mito. Opaca sombra del fracaso.

Hannover, Singen, Waldems.

Encontré una carta y no pudo ser trivial. No, viniendo de tres décadas de polvo y humedad contradictorios. Me alegró. Lo extraño fue que la hallé dentro de un libro que conseguí en París dos años antes de que tú aparecieras en escena, cine que tendría consecuencias más bellas que la historia contada en la cinta. Al irme junté cosas, reuní el tiempo como si fuese único y lo metí en cartones y bolsas de tocuyo. Tortura medieval, castigar los amores, embolsar a los amantes y tirarlos desde la altura de la torre de Nesle. Si todos hacemos lo mismo. No podré escribir la canción Pictures of You, de The Cure, porque ni una tengo. Si te la pido enviarás fotos de tus nietos y soslayarás la memoria de manera astuta.

Irina me dice hoy: “Tú y yo parecemos salidos de una novela de Bulgakov”. Me gusta. Me pregunto si entre tú y yo hay envueltas páginas del joven Werther o del Wilhelm Meister, breve uno, voluminoso el otro, iguales a la efímera pasión o al aprendizaje largo y rugoso.

Well people I've been here before
I know this room and I've walked this floor
You see I used to live alone before I knew ya
And I've seen your flag on the marble arch
But listen love, love is not some kind of victory march, no
It's a cold and it's a broken Hallelujah

(Leonard Cohen)

 

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[Imagen: Goethe por Tischbein, 1787 - fuente: lecoqenfer.blogspot.com]

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