Publicado por Jose Valenzuela
Of mountains and valleys
of cold and crueltyof stony silence
writes Thomas Savagequeerly.
(Sandy James)
El poder del perro, de Thomas Savage. (Alianza Editorial) |
Para hacernos una idea de la revolución que supuso aquel episodio en la carrera literaria de Savage, la primera obra que salió de todo aquello fue desestimada por su editor al tratarse de una novela abiertamente gay y, por tanto, poco comercial para el público de la época. Una novela de la que nunca sabremos nada porque acabó en el fondo del océano Atlántico en un arrebato del escritor. La siguiente, El poder del perro, llegaría en 1967 con buena crítica local y nacional aunque escasos lectores, y afianzaría a Savage aún más en su posición de autor ignorado. Algo que se ha visto remediado póstumamente con el estreno en Netflix de la película homónima, dirigida por Jane Campion, lo que ha propiciado el rescate de la obra por parte de las editoriales.
La mención a la homosexualidad de Savage no es gratuita ni responde a ninguna cuota que se puedan imaginar. Como sucede con tantos otros autores, sus obras se ven directamente inspiradas en su propia experiencia y de la misma forma que se negó a escribir ningún texto que se acercara mínimamente al terreno de la autobiografía, no tuvo pudor alguno en crear a personajes directamente inspirados en sí mismo o en algunos de sus seres más queridos (u odiados). De esta forma, su visión del oeste americano dista mucho del clásico territorio de vaqueros de nombres rimbombantes, habilidosos pistoleros, malvados bandoleros o conflictos con los nativos americanos para presentarnos una visión mucho más realista y disfuncional (valga la redundancia) de la historia. Algo que ha acabado por ofender a los hombres muy hombres con la mencionada adaptación de Campion.
El poder del perro es, ciertamente, una novela sobre el Oeste que se aleja voluntariamente de lo que podríamos entender por canónico dentro de ese género. Los coches comienzan a dejar huella en los caminos y carreteras, y los habitantes de los pueblos más aislados empiezan a posar sus miradas en los catálogos y revistas que les hablan de los lujos y caprichos de quienes viven en las grandes ciudades. Usaré aquí con cautela el adjetivo crepuscular para decir que sí, que también podemos ver en sus páginas los signos del cambio de época y de costumbres (algo que vivió el propio Savage), así como también descubrimos la transformación de unos flujos migratorios que abandonan a su propia suerte a pequeños poblados que, sin saberlo, ya están muertos. Por supuesto que hay putas, vaqueros, bares con sus correspondientes peleas y no faltan los clásicos borrachos que animan o aburren al personal con sus discursos, pero todo está visto desde la profundidad psicológica que Savage imprime en sus personajes. Aquí el vaquero ha estudiado en la universidad y tiene ciertos asuntos reprimidos que le llevarán a comportarse como un sádico en determinados momentos, y el alegre y verborreico borracho pensará que la mejor solución para su visible patetismo es la soga o cualquier otro método que libere a su familia de la vergüenza que sufren con su mera existencia.
Llegado a este punto, no sorprenderé a nadie si digo que todo es sombrío, amenazante o doloroso en las páginas de esta novela. Abunda la soledad en el interior de unos personajes que lidian, como tuvo que hacer su autor, con crecientes conflictos internos que amenazan con consumirlos en cualquier momento. Algo visible en los hermanos Phil y George Burbank a través de su difícil relación; en Rose y las dificultades de una viuda por salir adelante en tan agreste paraje; y en su hijo Peter, el marica de Peter, foco de burlas y críticas por mostrarse tal como es al resto del mundo. Porque en el Viejo Oeste solo hay sitio para el macho, y la única salida para un homosexual es la de reprimir sus deseos y ahogarlos bajo capas y capas de ¿fingida? homofobia, resentimiento y obsesiones que distraigan a una mente castigada.
En el caso de Phil, su obsesión será la de vincularse desesperadamente a alguien, sea su apático hermano George o su admirado e idealizado Bronco Henry. E incluso lo intentará con el débil de Peter, ya que la inesperada boda de George y Rose no harán más que alimentar los celos de un personaje que, a modo de venganza, se acercará más al hijo de la viuda para golpear donde más duele, empujándola a los brazos del alcohol y disponiendo así sobre el tablero todos los elementos de una tragedia cuyo desenlace es, sencillamente, demoledor. Que el relato llegue hasta nosotros desde la perspectiva de un narrador omnisciente nos permitirá zambullirnos en cada una de sus personalidades y entender unos motivos que nos ayudarán a profundizar en lo que dicen y, sobre todo, en lo que callan.
En este sentido, llama la atención que el propio Savage afirmara en su día que él solo escribía para personas con un alto nivel de educación y que solo aquellas con una alta sensibilidad podrían disfrutar de la lectura de esta obra. Se tratara de un arrebato del ego o de una confesión sincera, no puedo estar más en desacuerdo. Su forma de narrar es amable y nos permite disfrutar tanto de las descripciones de las acciones y pensamientos de los personajes como de los escenarios que habitan (unos paisajes con una relevancia capital en la novela). Además, Savage dosifica con muy buen tino la información del relato con el fin de prepararnos para lo que irá llegando más adelante. En este sentido, demuestra un alto dominio de ese plantar y recoger narrativo, algo que apreciará especialmente quien relea la obra o que, como servidor, haya disfrutado antes de la película.
Resulta revelador que Thomas Savage ambientara la mayor parte de su producción literaria en una realidad que abandonó a los veintidós años para volver en contadas ocasiones. Se diría que su imaginación se quedó anclada en aquella época en que tuvo que ocultar su condición para salir adelante, y que las personas que le rodearon entonces no dejaron de perseguirlo hasta acabar materializadas en personajes de muchas de sus obras.
A fin de cuentas, el propio Savage confesó que el agresivo Phil no dejaba de ser un trasunto de su tío; que George y Rose eran versiones de su madre, Bet, y de su padrastro, Charlie; y que Peter, como no podía ser de otra forma, era una versión de sí mismo. Supongo que cuando la represión ha estado presente en tu día a día durante muchos años, el ejercicio de la escritura y su papel catártico cobran más sentido que nunca. De ahí que el Oeste de Savage no nos hable de fuerza y nobleza sino de debilidad y vergüenza. De lo que se come se cría.
[Fuente: www.jotdown.es]
Sem comentários:
Enviar um comentário