Con ‘manspreading’ estamos a tiempo. "Despatarre" se entiende
a la primera y censura lo que nombra
Escrito por ÁLEX GRIJELMO
Algunas
batallas muy justas se han impulsado con palabras raras. Pero una comunicación
eficaz ha de usar vocablos reconocibles por aquellas personas a quienes van
dirigidos, de modo que los acepten con mayor facilidad.
Con todo el apoyo y la solidaridad que merecen las “políticas de género” y la
lucha contra “la violencia de género”, podemos preguntarnos si “género” no
habría tenido en su día una alternativa más clara para la comunicación pública
y la comprensión general, un vocablo más directo y contundente.
Cuando alguien mira dentro de ese neologismo de
significado —traído del eufemismo gender en inglés, destinado en su día a evitar la
palabra sex—, quizás observa en él cierta ambigüedad
(por ejemplo, una silla tiene género, pero no sexo). Para comprender las razones que se alientan con este
término, hace falta entonces un discurso adicional que lo precise, algo poco
conveniente en la venta de un producto o de una idea. Además, el
vocablo “género” cambia su polaridad según el contexto: “políticas de género” puede equivaler a “políticas de igualdad”,
y por tanto ese “género” adquiere un tinte positivo. Todo lo contrario de lo
que sucede en “violencia de género”, donde “género” sustituye a “machista” y
refleja una idea opuesta a la anterior.
No habría ocurrido lo mismo, a mi entender, con
expresiones como “políticas contra el machismo”, “discriminación machista” o
“violencia machista”. Si uno mira dentro de estos vocablos, hallará la raíz
“macho”, y por tanto una evocación de la irracionalidad, además de una larga
tradición como voz sancionadora de comportamientos indeseables.
Por su parte, los expertos en los métodos para
obtener combustibles mediante fracturas hidráulicas llaman a eso fracking, y esta misma palabra se ha adoptado para
combatir tal práctica. Pero tampoco les resultará fácil a millones de
hispanohablantes mirar dentro del término fracking y ver algo ahí.
Los romanos ya usaron esta técnica, y la llamaron ruina montium (derrumbe de los montes). Cabría suponer
por tanto una mejor comunicación general del fenómeno si en vez de fracking se hubiera elegido ahora un término como
“destrucción” (sinónimo parcial de “ruina”), o “arruinamiento” (acción y efecto
de arruinar) o “destrozo” (destrucción), desechando quizás el más técnico
“derrubio” (erosión mediante el agua) y sin olvidar las alternativas más
neutrales “hidroinyección” o “hidrofractura”.
Otra elogiable campaña parece avanzar en estos
días basada también en un vocablo oscuro (por muy global que resulte). El
colectivo Mujeres en Lucha ha lanzado la etiqueta #MadridSinManspreading --secundada por el Ayuntamiento de
Madrid con #manspreading-- contra esa costumbre de muchos hombres que suelen ocupar en el asiento del
transporte más espacio del debido… y que no siempre sabrán inglés.
Tal vez aquí sí estamos a tiempo de mejorar.
Puesto que manspreading se forma sobre man (hombre) y spreading (extenderse, desparramarse), eso se puede traducir como “invasión”
junto con los adjetivos “masculina” o “machista”, según se prefiera. Pero quizá
convenga más la opción “despatarre” (aportada por la Fundéu en 2015), que se entiende a la primera y censura con
claridad lo que nombra.
Ojalá las luchas más justas comunicasen sus ideas
con las palabras más eficaces: las que ayudan a mirar en su interior, descubrir
al instante su sentido y alinearse de inmediato con su propósito.
[Foto:
GERARD JULIEN AFP PHOTO – fuente: www.elpais.com]
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