terça-feira, 27 de junho de 2017

Alfons Mucha y su musa Sarah Bernhardt, pioneros del movimiento artístico art nouveau

Alfons Mucha conoció a Sarah Bernhardt a finales de 1894. Mucha, en ese entonces, un humilde ilustrador, le estaba haciendo un favor a un amigo (la corrección de pruebas en el taller de imprenta de Lemercier), cuando la actriz llamó la impresora con una demanda inmediata de un nuevo cartel para la producción de Gismonda.
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Hay autores, como Alfons Mucha, que son desconocidos para el gran público, pero cuyas creaciones son familiares para casi todo el mundo y han supuesto una enorme influencia para numerosos artistas y diseñadores.
Nacido en 1860 en Moravia (Checoslovaquia) comenzó su formación artística en Viena y Múnich. En 1887 se mudó a París, donde estudió en la Académie Julian y en la Académie Colarossi, al tiempo que trabajaba como ilustrador para revistas y carteles publicitarios.

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Su asalto al Olimpo de los artistas se produjo con su primer cartel para la actriz Sarah Bernhardt, la gran estrella de la época. El cartel anunciaba la obra “Gismonda” de Victorien Sardou y causó tal sensación que la “divina Sarah” le ofreció a Mucha un contrato en exclusiva por seis años.
El Art Nouveau ya existía, pero restringido a los círculos iniciados en el arte. Fue Alfons Mucha, con el madrinazgo de Sarah Bernhardt, quien, por primera vez quizás hasta hoy, logró que el arte penetrara lo cotidiano y desafiara el sentido peyorativo de la clasificación como “decorativo”.
  
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El trabajo que Mucha realizó bajo el ala de Bernhardt contribuyó a difundir la imagen de la actriz internacionalmente. Parece que la Bernhardt no solo era divina en los escenarios, sino también toda una experta en mercadotecnia ya que confió en Mucha para el diseño de los carteles, así como de las escenografías y el vestuario.
Impulsado por la fama de sus trabajos en el teatro, cuando Mucha visitó Estados Unidos fue reclutado por otra excéntrica actriz: Leslie Carter. En una escalada de oropeles y barroquismo, Carter trató de superar el lujo y la espectacularidad de las obras de Sarah Bernhardt, lo que la llevó a la ruina.
  
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[Fuente: www.culturainquieta.com]

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