El escritor hispano-peruano Mario Vargas Llosa ha presentado en el Ateneo madrileño, no hay lugar más galdosiano en Madrid que dicha institución, su nuevo libro “La mirada quieta (de Pérez Galdós)”, un pormenorizado estudio de todas las obras de teatro y de las novelas del genial escritor canario, aunque algunos no lo reconozcan así, ya al que la Iglesia católica le hurtó un merecidísimo premio Nobel de Literatura. Nunca le perdonaron obras suyas como “Electra” o “Tormento”.
Escrito por JAVIER VELASCO OLIAGA
Para el autor galardonado con el Nobel de Literatura, “el libro es el resultado de la pandemia. Quise leer toda la obra narrativa de Pérez Galdós durante ese tiempo, que en un principio iba a durar unos pocos días y que se demoraron hasta los 18 meses que estuvimos casi encerrados. En ese tiempo, pude leer toda su producción teatral y todas sus novelas, incluidos los Episodios Nacionales, y también parte de su producción periodística”. Hay que recordar que don Benito comenzó su carrera como periodista en diversos periódicos, llegando a realizar numerosas crónicas parlamentarias, algunas de las cuales las escribió cuando fue diputado en Cortes durante tres legislaturas.
“Benito Pérez Galdós presenta en los Episodios Nacionales una historia ligera, cómoda y simpática de los principales episodios del siglo XIX. Su gran valor es que está muy documentada y buscó siempre la objetividad. Dio una visión como novelista más que como historiador. Lamentablemente, no llegó a concluir los Episodios tal y como había planificado. Su éxito en el teatro le distrajo de ese proyecto”, recordó Mario Vargas Llosa en la rueda de prensa en la que estuvo acompañado por la editora Pilar Reyes.
Vargas Llosa hizo algunas declaraciones un tanto provocativas sobre el escritor canario. “Fue un escritor muy irregular, alternando obras maestras con otras más fáciles de leer, y no fue tan moderno como Clarín. Se ha hablado mucho sobre la influencia de Flaubert en su obra, pero no se parecían en mucho”, sostuvo el escritor que para él sus mejores obras son “Fortunata y Jacinta” y “Misericordia”, obviando las cuatro novelas de Torquemada, sin duda su obra cumbre.
“Pérez Galdós fue muy crítico con la Iglesia católica, sobre todo con la presencia de la Iglesia en la vida de las personas”, señaló Vargas Llosa. Esa inquina que tuvo el escritor canario le costó el galardón del Premio Nobel de 1912, cuando casi lo tenía ganado y la Iglesia católica maniobró para desprestigiarlo. Nunca le perdonaron que escribiese obras como las reseñadas anteriormente. La Iglesia avaló a Marcelino Menéndez Pelayo como candidato al Nobel, y la Academia sueca al ver la disparidad de criterios que se propugnaba desde España optó por concedérselo al poeta y novelista polaco Gerhart Hauptmann.
Para el nobel, “Galdós hizo un esfuerzo de objetividad en los Episodios Nacionales yendo en contra de sus propias convicciones políticas”. Los episodios que más le han gustado han sido todos aquellos que tienen que ver con el levantamiento contra los franceses protagonizados por las clases populares. “Todos los que tratan a las guerrillas están excelentemente bien narrados”, afirmó rotundo. Para posteriormente decir que “Galdós fue un personaje contradictorio y muy mal humorado”. Otro de los episodios que le ha apasionado fue el del asesinato de Prim.
“Hoy nos parece increíble la hostilidad que despertó Pérez Galdós en su propio país, en aquellos años en que escribía sus novelas, sus obras de teatro y los Episodios nacionales. Tenía sus partidarios, por supuesto, pero me temo que sus adversarios fueran más numerosos. Como revela Francisco Cánovas Sánchez en su ensayo, se decía de él que sus libros apestaban «a cocido», que escribía con vulgaridad, sin elegancia, y es famoso el insulto que le dedicó Valle-Inclán en Luces de Bohemia llamándolo «garbancero», un apodo que nunca se pudo quitar de encima. Se vio, sobre todo, cuando hubo un movimiento espontáneo de sus admiradores; unos quinientos escritores, periodistas y artistas pidieron para él el Premio Nobel de Literatura en 1912, cuando el autor tenía sesenta y nueve años. Al parecer, la Academia sueca recibió listas de firmas de España combatiendo esa idea que superaban en número a las que respaldaban su candidatura, objeciones que procedían de círculos católicos ultras que lo consideraban un librepensador extremista. Nadie es profeta en su tierra y en la España de Pérez Galdós, todavía impregnada entonces de un catolicismo estrecho y sectario, se lo tenía injustamente por un «liberal» comecuras, aunque nunca lo fuera: su liberalismo y republicanismo fueron discretos y, sobre todo, tolerantes. Con razón y la claridad que lo caracteriza, el escritor y poeta Andrés Trapiello dijo de aquella operación sueca contra Galdós: «Fue el triunfo de la roña y la sarna españolas frente a los principios liberales”, escribe Vargas Llosa en el prólogo de su nuevo libro.
Para finalizar, el premio nobel sostuvo que “Galdós conoció de primera mano las enormes diferencias sociales que había en el Madrid de su época. La miseria extrema de algunos de sus barrios y lo narró de forma trágica, aunque siempre con destacando la alegría de vivir y el humor que tenían los madrileños, siempre riéndose de sí mismos y contando chistes”. Para el escritor, “Galdós no estaba considerado como un estilista refinado sino que se le consideraba vulgar y demasiado popular”, concluyó. Lo que demuestra la poca o nula sensibilidad literaria de muchos críticos literarios.
[Fuente: www.todoliteratura.es]
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