sábado, 31 de março de 2018

Tapas a rosca. ¿Por qué sí?

Aterrizaron hace años para darle una vuelta al mercado de los vinos y, aun así, muchos las miran todavía hoy con desconfianza. Enemigas del corcho, dispuestas a destronar la ceremonia del descorche… pero tan útiles cuando se las quiere.



Tantos años después, las tapas a rosca siguen siendo, hoy, las más atrevidas de todas las opciones al momento de cerrar un vino. Generan controversias, vaya si lo hacen, y para los consumidores tradicionalistas son motivo de sospechas. ¿Chau al descorche? ¿Cuándo sí y por qué Marianito salís ahora a defenderlas?

A ver, el primer punto que defiendo es que no existe una alternativa más simple, práctica, útil en el servicio e indicada para mantener intactas las cualidades de los blancos, rosados y tintos más jóvenes que una tapa a rosca. Tintos también, he dicho.

En 1959 se usaron por primera vez, y desde entonces las tapas a rosca se convirtieron en el lado b del corcho. Sus derechos de manufactura fueron años después comprados por la empresa australiana ACI, quienes la rebautizaron como Stelvin, un nombre que quizás les resulte familiar ya que muchas bodegas lo utilizan hoy como sinónimo de “tapa a rosca” o “screw cap”.

Desde allí su periplo fue in crescendo. Bodegas de todo el mundo se hicieron eco de esos beneficios y, sumados al auge del vino australiano y neozelandés en los mercados del hemisferio norte, la carrera de estas muchachas se volvió imparable. Hoy se considera que más del 30% de los vinos embotellados en todo el mundo cuentan con una alternativa al corcho y, de ellos, las screw caps tienen las de ganar.

También en casa permiten una guarda mucho más simple: lo metés en la heladera, lo mantenés a temperatura en el freezer mientras se bebe la copa. Recostado, sin que peligre el goteo.  Practicidad, mis amigos… esa es la gran clave. Y a esto le sumamos la consistencia, su eficacia probada y la posibilidad de mantener intacta la frescura de un vino joven, al evitar el contacto del líquido con el aire y, por ende, una oxidación no deseada.

Y, a pesar de que para empezar a usarlas las bodegas deban hacerse de costosos equipamientos para el embotellado, en muchos casos la tapa a rosca es la puerta de entrada a determinados mercados como Inglaterra, Canadá o los Estados Unidos. Solo como ejemplo, piensen que en Londres, en los últimos cuatro años, la aceptación de las screw caps subió del 41% al 85%. Un dato nada menor, teniendo en cuenta que se trata de uno de los principales mercados importadores del mundo.

¿Será probable que en algunos años veamos a los grandes vinos selladas con una tapa plástica que nos invite a darle una vueltita y destaparla sin más? Para serles franco, hoy esa imagen parece lejana… pero el camino ya arrancó, y ahí no hay vuelta atrás.

[Fuente: www.marianobraga.com]

Sem comentários:

Enviar um comentário