terça-feira, 15 de agosto de 2017

La peluquería, mi momento de relax

Escrito por María Rita
Un nombre sugerente, una ubicación escondida, pero estratégica en la ciudad y un interior sorprendente. Al abrir la puerta no me encuentro el clásico ruido de los secadores, ni la humedad, ni las altas temperaturas, ni el intenso olor a productos de belleza, ni el típico rebaño de señoras leyendo revistas del corazón mientras espera a que le haga efecto la coloración del mes.
Todo lo contrario, de repente, siento como si estuviera en otro momento del tiempo, en la casa de una diseñadora de interiores con mucho gusto en la decoración y la música -suena mi musa favorita del jazz. Solo con posar un pie en este espacio ya he conseguido rebajar un poco los niveles de tensión que venían acumulándoseme durante toda la semana. Durante las próximas -al menos- dos horas, mi móvil y mi agenda permanecerán bien guardados en el bolso que he dejado colgado en el elegante perchero del hall. Comienza mi momento de relax.
Ir a la peluquería a cortarse el pelo es una de esas actividades cotidianas que, por general, resultan placenteras a la mayoría de las personas. Hombres y mujeres disfrutan de ello sin que prácticamente existan diferencias entre ellos.
¿Cuándo vamos a la peluquería?
Hay personas que acuden semanal o mensualmente al salón de belleza. Lo incluyen en su rutina y lo asumen como un aspecto más de su día a día. Se trata de un público más senior que valora la cercanía y lo conocido. Acuden al mismo estilista desde que un buen día en el pasado descubrieran que este sabía dominar sus cabellos a la perfección.
Esto no es lo habitual hoy en día y no lo es, probablemente, por un cúmulo de razones variadas. El escenario que he descrito al comenzar el post podría referirse al de muchas peluquerías actuales. No solo se pide que los profesionales que atienden en el negocio sean buenos cortando o peinando el cabello. También se valora la creatividad, la habilidad para adaptarse a cada persona y para transmitir la información adecuada. En muchas peluquerías, se emplea un tiempo a charlar con el cliente para decidir el estilismo, se ofrece un diagnóstico capilar y se comparten los productos utilizados y la forma correcta de aplicarlos (p. ej., cómo se pone una mascarilla, cuánto tiempo se debe dejar actuar, etc.).
Además de los profesionales, el entorno es también es importante. Ya no vale cualquier espacio, con cualquier luz o cualquier música de ambiente. Para muchas personas ir a la peluquería es sinónimo de "mimarse" o de "darse un capricho". Las peluquerías más punteras lo tienen claro y son conscientes del poder que tiene el ambiente para favorecer estados de ánimo. Por eso, apuestan por diseños de interior cuidados que tengan la capacidad de transportar al cliente a un remanso de paz que le ayude a desconectar de su estrés cotidiano. Cuidan el proceso (a veces, obsequiándote con un sabroso café), aunque el resultado siga siendo muy importante.
Pero hay personas para las que cortarse el pelo significa algo más que un simple ritual de belleza o un momento de mimo. Esta actividad puede ser empleada por algunas personas como estrategia para cerrar capítulos del pasado o para interrumpir hábitos o formas de actuar con la que no están del todo contentos. Al mismo tiempo, es una excelente herramienta para abrir nuevas épocas o para afrontar futuros retos con un talante más fuerte u optimista. Hay experimentos que muestran como el hecho de llevar algo nuevo, como podría ser un nuevo corte de pelo, hace que las personas se sientan más seguras de sí mismas y, en consecuencia, se desenvuelvan mejor en su trabajo (más creativos, más resolutivos, con más iniciativa, etc.).
Un valor añadido al de la peluquería de antaño que, por otro lado, se paga a un precio bastante elevado. En consecuencia, aunque sigamos valorando la cercanía y lo conocido, también solemos ser más exigentes y tendemos a cambiar con más frecuencia de salón de belleza y a dejarnos llevar por las modas de cada momento. Con todo esto y ante el panorama económico actual las peluquerías de siempre, las más sencillas, las de cortar y ya, las de charlar de cosas poco trascendentales y las de pagar un precio asequible, siguen teniendo su público fiel.

[Fuente: www.globedia.com]

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