sábado, 22 de abril de 2017

Reminiscencias/MIRANDO DE ARRIBA




Escrito por Claudio Ferrufino-Coqueugniot

"La olvidada", chacarera. En voz de Atahualpa Yupanqui.

La última vez, veinticuatro años atrás, atravesé, con Juan Pablo Amusquívar, el norte argentino. Veníamos de Buenos Aires, de un modesto hostal en una calleja de Constitución. De allí hacia Bolivia, aunque en concreto el norte comienza en los límites de Córdoba con Santiago del Estero, en un lugar que se llama Ojo de Agua, donde los chivos mueren de jóvenes y se asan en parrillas célebres en la nación argentina.

Cada vez que las guitarras gimen una vidala, una chacarera lenta, una zamba que en Yupanqui es lo más cercano a la cueca antigua del Alto Perú, me estremezco. La sangre de los santiaguinos, que mucha he de tener, se arrebata y el zapateado que nunca se me prestó, se va por las piernas abajo. Imagino a los antepasados de mi madre, los míos, en las extremas jornadas de la independencia, cuando a pesar de polvo y montaña pelearon y murieron como saben los de Santiago del Estero en Ayuma y en Sipe-Sipe, junto a los ancestros de mi padre, los míos, que también combatían gachupines en la altiplanicie de Aroma y perecieron con tierra roja de Hamiraya en sus apasionadas bocas.

Vascos e italianos que se juntaron con la indiada, con calchaquíes, aymaras y quechuas y dieron como resultado esta tozuda cabeza que no respeta ni a unos ni a otros cuando estos juegan con su sangre para inventarse revoluciones. Nosotros combatimos hace doscientos años, sin parar, y esta tierra donde arrojamos la sangre como en baldes la chicha, es tan nuestra como de cualquiera. No necesitamos vestirnos como de feria porque la vida pasó y cambió, y los hombres se adecuaron a las circunstancias. Ni la patria ni la raza pasan por la vestimenta, que para eso están los desfiles de modas, para viejas y putos, a quienes les asiste -claro- el derecho de ser como quieran, pero no de intentar imponer a hombres libres trabas de papeleo fraudulento e ilusiones de novela.

Pasamos, digo, por Córdoba, Santiago, Tucumán, Salta, Jujuy -la ciudad de nombre más alegre en el mundo porque "jujuy", que es quechua, anota la felicidad que viene con el alumbramiento, con el orgasmo, con la zamba y con la cueca, alegría de las tristes bagualas y de los extraños yaravíes. Jujuy, de "luna lunita morada, vagando en cielos de añil", norte argentino que es la síntesis de España y de América, porque Bolivia es más india que blanca y Argentina más blanca que india, pero en esos recovecos de Salta o de Tarija -Bolivia sur- vive la esencia del mestizaje, morada eterna donde viven los "quichuistas", según don Atahualpa.



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Publicado en OPINIÓN (Cochabamba), marzo del 2009




[Imagen: Quebrada de Humahuaca, Jujuy - fuente: lecoqenfer.blogspot.com]




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