
Wim Mertens, durante su concierto en el Auditorio del Centro Niemeyer.
Wim
Mertens (Bélgica, 1953) cuenta con cuarenta años de carrera y sesenta
álbumes a sus espaldas. 'Wim Mertens in Concert Tour 2019' une Hamburgo y
Berlín con cuatro ciudades españolas. Avilés, ayer, con el Centro
Niemeyer, fue una de las afortunadas. Recital de piano y voz, pero mucho
más, «la unión de lo racional con lo lúdico y fortuito», tal y como
prescribe la crítica de medio mundo.
Mertens es el genio absoluto
de la música minimalista. 'That wich is not', el trabajo presentado
ayer, no puede tener menos elementos: su talento frente al teclado y voz
interpretativa. Con esos dos elementos y un escueto fondo de color que
cambiaba de tono durante el concierto se bastó el belga para arrancar
aplauso tras aplauso, silbido tras silbido a un público buen conocedor
de su carrera. Es Mertens un compositor alejado de la comercialidad de
la música contemporánea, a pesar de que temas suyos han sido adaptados
al techno en las discotecas (principios de los 90), algo que muchos ayer
recordaban. Su revolución son las estructuras repetitivas (hizo en el
pasado sintonías electrónicas para máquinas recreativas), sensibilidad
melódica, timbre de voz insustituible, falsete dictado por el piano
ajeno a cualquier otro ritmo convencional o popular.
Mertens es
tan raro como virtuoso: quiebra normas sobre el escenario y, pese a
mucho esforzarnos, no acabamos de saber la tradición de la que proviene.
Fue el clásico que reinó en la Ruta del Bakalao y, algo hay en tal
marbete, de notorio y no menos legendario. ¿Piano electrónico? Su
poética siempre le precedió a título de sinestesia o magia: «Lo que ves,
es lo que escuchas». Músico de orquesta sinfónica, con formación
clásica, es un moderno vanguardista del pop y siempre eso mismo, lo ya
dicho, la sorpresa, lo inesperado, el azar. ¿Improvisa? El atuendo
general es ese. Mucho más: se regala.
Su piano tiene el prestigio
del oficio: cine, teatro, danza, desfiles de Dior o John Galliano.
Gigantescas orquestas de cámara en otro tiempo o formaciones inusuales
con diez pícolos, trece clarinetes o diez trombones bajos. Tiene toda la
formación e información de la música del XVIII y su improvisación, ese
algo que nos dice que su técnica no es la heredada, le hacen un extraño
de la clásica en todas sus variantes. Su piano puede ser igual techno
que pop, pero es sobre todo un 'shock'. Piano como único agente
provocador en interacción con el público que completa melodías y vive
alerta en el patio de butacas. Tanto, que el belga regaló tres temas al
final del concierto tras una intensa tanda de aplausos. El público
obliga y, cuando ya veía el camerino, una nueva ovación atronadora le
obligó a presentar otros dos temas más en escena.
Ritmo y
presencia de voz como esqueleto -según su testimonio- de la música
española. Poesía, poesía y más poesía del sonido y su color. ¿Quién toca
el piano: el musicólogo, guitarrista, compositor o contratenor?
Imposible saberlo, conoce todos los palos y crecer con él es lo más
inmediato.
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