Tercer disco de Los Núñez, se trata de un álbum conceptual en el que borran las líneas fronterizas. Chamamé, polca, chotis, rasguido doble, baión y otros ritmos conviven fraternalmente. Para escuchar y escuchar sin agotarse nunca.
Juan Núñez y Marcos Núñez son hermanos, algo que no hace falta decir a esta altura. Son Los Núñez (no Los Hermanos Núñez, ojo). Crecieron tocando juntos, se complementan a la perfección y parecen saberlo todo de la música del litoral. En Tierra de agua (2007) y Chamamé (2011), sus anteriores trabajos, en trío con Chacho Ruiz Guiñazú, entregaron ya dos obras maestras. Discos que fueron seleccionados por el Club y que están agotados.
Lo que no se agota es la creatividad de estos misioneros, oriundos de Misiones por un lado y apóstoles del chamamé por el otro. Juan toca el bandoneón y el acordeón, mientras que Marcos le saca chispas a la guitarra. Nuevamente con Juan Pablo Navarro al contrabajo y ahora con Facundo Guevara en percusión, arman un cuarteto poderoso y tan lleno de swing que dan ganas de salir a bailar.
Repasando temas ajenos y agregando algunos de su propia cosecha, acercan ritmos tradicionales que no saben de banderas ni nacionalidades. Hay momentos de recogimiento y otros más eufóricos, pero lo que no cambia es el respeto por el sonido natural, por las dinámicas propias de los instrumentos. Se escucha la madera, las semillas, las respiraciones, las cuerdas pulsadas, ya que la grabación intenta reflejar ese toque cercano y en vivo, lejos del sonido pasteurizado que huele a estudio de grabación.
Un párrafo aparte para los acotados invitados. Nada menos que Pedro Aznar para cantar El cosechero como cierre del disco. Antes, desfilan el Chango Spasiuk y el formoseño Matías Arriazu, ya conocido por los socios del Club. Un disco cálido y lleno de vida, que nunca se detiene, como la selva y los ríos de Misiones.
[Fuente: www.clubdeldisco.com]
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