Se publican en un solo volumen las tres novelas del Proyecto Nocilla, uno de los experimentos más vanguardistas de la literatura española contemporánea.
La publicación en 2006 de «Nocilla dream», de Agustín Fernández
Mallo, en una pequeña editorial (Candaya) y su sorprendente acogida por
parte de los lectores (vendió una primera edición de más de 10.000
ejemplares en muy poco tiempo) dio lugar al nacimiento de una llamada Generación Nocilla
en la que se integran nombres de escritores y poetas nacidos entre 1960
y 1976, como a la generación, llamada también generación mutante, Jorge
Carrión, Juan Francisco Ferré, Manuel Vilas o Vicente Luis Mora, todos
ellos con obra poética a sus espaldas.
El nombre de Nocilla nació a raíz de la canción del grupo de rock
Siniestro Total «Nocilla, ¡qué merendilla!», eslogan del conocido spot
publicitario del producto. La obra de estos autores, con la que
pretenden un cambio de paradigma estético en la narrativa española
contemporánea, tiene como características comunes unas historias sin
comienzo, nudo y desenlace, elaboradas a base de fragmentos propios y
ajenos, con personajes inventados o reales situados en espacios
misteriosos e inquietantes, experimentalismo narrativo, destrucción de
fronteras entre alta y baja cultura… y un perfecto conocimiento del
funcionamiento de los medios de comunicación de masas y de internet, que
aprovechan para su promoción.
El experimento Nocilla
En ese incierto territorio donde la realidad y la ficción se
confunden e intercambian sus papeles, en unos escenarios en los que el
absurdo se mezcla con los sueños y la imaginación, es donde Agustín
Fernández Mallo sitúa a los personajes de las historias del Proyecto
Nocilla, unas historias sin argumento previsible, sin principio ni fin y
con una inquietante carga de misterio que el autor sostiene en
documentados teoremas físicos, que conoce en profundidad debido a su
formación académica y profesional.
Fernández Mallo definió su literatura como «narrativa transpoética
que crea artefactos híbridos entre la ciencia y lo que tradicionalmente
llamamos literatura».
La trilogía («Nocilla dream», «Nocilla experience» y «Nocilla lab»), que ahora Alfaguara publica en un solo volumen, apareció a lo largo de
los últimos años de la primera década del 2000, como anunciando la
literatura del nuevo milenio. En esos años se ejecuta definitivamente el
paso de la modernidad a la posmodernidad y caen las ideologías, un
proceso cuyos orígenes el autor identifica con el momento de la
aparición de los grifos monomando, que hacen coincidir en un mismo canal
el agua fría y la caliente.
La estructura de los dos primeros volúmenes es muy similar: una serie
de historias cortas que continúan y se entremezclan de manera
caleidoscópica, poliédrica, conducidas a través de una fórmula narrativa
de ‘road movie’ de destino incierto. El que cierra la trilogía, más
cerca de la novela tradicional, sostiene una única historia que retoma
elementos de las dos anteriores para recrear un espacio en el que los
personajes viven episodios, entre el surrealismo y el absurdo, a través
de los que buscan su identidad.
El mismo Fernández Mallo explica la génesis de lo que denomina el
Proyecto en un fragmento de «Nocilla lab» (p.428): «Un día me encontré
comiendo una rebanada de pan con Nocilla, y pensé en la fascinación que
ejercía sobre mí toda esa pastosidad que se hormigonaba en mi boca, toda
la antimetafísica que recorría aquella masa sin centro de gravedad
definido en mi boca, toda aquella cosa marrón que sólo era una espesa
piel en una rebanada… y que era también residuo, excremento,
conservantes y saborizantes que, por pura paradoja, generan vida, fue
así, gracias a una rebanada de Nocilla, como llegué a renegar de la
metafísica, como llegué a mi salto evolutivo, el verdadero salto…».
El Proyecto Nocilla surge, pues, supuestamente, de una experiencia
sensorial provocada por la degustación de un producto artificial,
elaborado con ingredientes naturales, cuyo sabor sustituye o desplaza al
de las sustancias de origen. Un sabor parecido al que dejan en el
lector las casi 600 páginas de historias, narraciones, especulaciones,
teorías, ocurrencias… entreveradas con textos de Thomas Bernhard, Félix
de Azúa, Albert Einstein o Richard P. Feynman, párrafos de «Rayuela» de
Julio Cortázar (al fragmentarismo de cuya obra literaria rinde homenaje
Fernández Mallo), monólogos recurrentes de la película «Apocalipse now»
de Francis Ford Coppola, noticias emitidas por Radio 5, canciones,
entrevistas a músicos y cantantes extraídas del libro de Pablo Gil «El
pop después del fin del pop», citas apócrifas…, en fin, «cuerpos
disímiles que sin embargo encajan» (p.453), sin que se aprecien
diferencias entre realidad y ficción: «Ninguna creación es la realidad,
sino una representación de la realidad y como tal representación es una
ficción», dice en uno de los momentos de la trilogía (p.408).
El llamado Proyecto Nocilla es la representación de la literatura en
la era de internet, una literatura en la que la narración se intercala
de técnicas multimedia e integra fotografías, comics y elementos
gráficos.
Una geografía irrealmente existente
La serie de imágenes que se suceden a lo largo de las tres
narraciones se reparten entre la geografía estadounidense y la española,
con estancias en una isla al sur de Córcega y otros enigmáticos
espacios sin identificar. Se inicia en la US50, una carretera que
atraviesa un desierto entre montañas, que une las localidades de Ely y
Carson City. Justo en el centro, crece un álamo en cuyas ramas los
viandantes han dado en colgar pares de zapatos hasta ocultar
prácticamente todas sus ramas (la fotografía de un árbol así publicada
en el «New York Times» fue la que inspiró el arranque de la trilogía).
Alrededor de este árbol giran las historias entrelazadas de «Nocilla
dream», unas historias tomadas a veces de la realidad y otras
impregnadas de imaginación y ensueño. El árbol de ese paisaje desértico
no es el único que aparece en la narración. Se habla también de uno en
el que los presos chinos tienen la costumbre de colgar sus excrementos,
de otro de Mozambique del que cuelgan miles de huesos, del único árbol
que aparece en la obra de la pintora surrealista Margaret Marley Modlin,
quien vivió refugiada en un piso de Madrid desde 1972 hasta su muerte
en 1998.
El piso era su micronación, un concepto que aparece a lo largo del
libro, nacido al amparo del abandono de edificios y territorios y de su
«okupación». Es en «Nocilla dream» donde ya se hace mención de «El
hacedor de Borges», una obra posterior de Fernández Mallo, que se define
aquí como un proyecto que el argentino Jorge Rodolfo Fernández,
camarero en un club de alterne, regaló a su amigo el transportista
Clarke, según éste cuenta a Sherry, la única prostituta del Honey Route,
un burdel de la US50. Como es sabido, María Kodama, la viuda de Borges,
hizo que «El hacedor de Borges» se retirara de la circulación, acusando
de plagio a un sorprendido Fernández Mallo, que concibió el libro como
un homenaje al escritor argentino.
«Nocilla experience», una transición hacia el desenlace que se
manifestará en «Nocilla lab», es una sucesión de situaciones y gentes
extraordinarias, un desfile de personajes que viven en casetas de latón
construidas en azoteas de cuyos tendales cuelgan folios con fórmulas
matemáticas, de artistas que transforman las manchas de chicles de las
aceras en círculos de colores, de creadores que idean proyectos
arquitectónicos disparatados, como un Palacio del parchís o una Torre de
los suicidas…
En «Nocilla lab», el relato que cierra la trilogía, Fernández Mallo
transforma una cárcel abandonada y convertida en hotel rural, en un
espacio misterioso e inquietante donde los dos únicos personajes que lo
habitan, en una atmósfera envolvente, buscan su identidad entre la
soledad y la desolación. En un ingenioso giro metaliterario, el Proyecto
sobre el que trabajan los protagonistas es el que da como resultado
este Proyecto Nocilla.
[Fuente: www.euroxpress.es]
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