- Las familias multilingües se multiplican en un mundo globalizado
- El modelo gana fuerza en las escuelas, también en las españolas
J. A. Aunión
Leyla es una niña de casi seis años que vive cerca de Bruselas. Su
madre es francesa, pero aparte de esa lengua habla inglés, árabe y
español, y un poco de neerlandés e italiano. Su padre, Andrew, es
escocés y, aparte de inglés, habla bastante bien francés y un poco de
neerlandés. A Leyla, su padre le habla en inglés y su madre en francés
y, aunque domina perfectamente ambos idiomas (alguna vez, eso sí, mezcla
palabras de unos y otros, pero cada vez menos), el que se va imponiendo
como dominante para ella es el neerlandés, el que habla en el colegio.
El de Leyla es uno de los ejemplos de plurilingüismo familiar que se pueden encontrar en el libro Multilingües desde la cuna. Educar a los hijos en varios idiomas
(Editorial UOC, 2010), en el que Anna Solé Mena trata de dar contexto y
guía a las familias plurilingües, unas familias cada vez más numerosas
en un mundo globalizado y crecientemente interconectado. Se extiende así
este fenómeno tradicionalmente común en Escandinavia, África, la India,
el sureste de Asia u Oriente Medio.
Muchos especialistas asumen que las bondades atribuidas al
bilingüismo valen también para el trilingüismo, pero algunos de los
pocos trabajos que existen sobre el tema, como el de Suzanne
Barron-Hauwaert en el año 2000, ponen de manifiesto que es más difícil
manejar equilibradamente tres lenguas que solo dos. Y el debate se
complica, además, si lo que se pretende es llevar un modelo trilingüe a
los sistemas educativos de áreas con varios idiomas oficiales donde se
quiere añadir otro más, en la mayoría de los casos, el inglés. En España
lo están planteando los Gobiernos de País Vasco, Galicia o la Comunidad
Valenciana y, en Cataluña y Navarra, aún sin intención de cambiar sus
modelos, tienen numerosos proyectos en colegios e institutos para
intensificar la enseñanza en lenguas extranjeras.
“Una persona bilingüe tiene que saltar entre dos lenguas y elegir la
que quiere usar en cada momento. El uso de una sola de ellas cada vez,
mientras se deja la otra fuera, requiere unos mecanismos cerebrales que
también sirven, por ejemplo, para conducir un coche. El bilingüismo es
una especie de complejo entrenamiento de esos importantes mecanismos. Yo
creo que el trilingüismo supone todavía más entrenamiento y, por lo
tanto, mejora de las habilidades cognitivas y retraso de la demencia”,
asegura en un correo electrónico Julia Festman, investigadora del
Instituto de Multilingüismo de la Universidad de Postdam, en Alemania.
La especialista Madalena Cruz-Ferreira, portuguesa afincada en Singapur y autora del blog Being multilingual
(ser multilingüe) esta de acuerdo con Festman —“Usar distintas lenguas
habitualmente es un poderoso entrenamiento mental que mantiene tu
cerebro en forma”, dice—, pero admite la escasez de experimentos al
respecto.
Una escasez que ya señalaba hace más de una década en su trabajo del
año 2000 Suzanne Barron-Hauwaert. En él insistía: “Muchas de las teorías
sobre el bilingüismo no pueden aplicarse sin más al trilingüismo”, es
decir, que la mayor complejidad quizá traiga consigo unos elementos
negativos que pudieran contrarrestar los positivos, aunque no se sabe
hasta qué punto.
El especialista británico “Colin Baker, a pesar de considerar el
trilingüismo como posible y valioso, opina que es más inestable que el
bilingüismo. Baker aconseja a los padres que se aseguren que uno de los
idiomas se desarrolle completamente, ya que es importante para el
desarrollo cognitivo del niño que como mínimo uno se desarrolle en la
edad adecuada. Por ejemplo, el niño necesita poder seguir el programa
escolar en el momento adecuado. Para Baker, en casos de trilingüismo
existe un riesgo mayor, por muy pequeño que sea, de que las tres lenguas
no se desarrollen lo suficiente”, explica Anna Solé en su libro. Otro
riesgo que señala es el de disolución de la identidad.
En todo caso, aún con todas las limitaciones, parece evidente la
ventaja que supone para un joven dominar varias lenguas, recordemos, en
un mundo cada vez más globalizado. “Estoy en contacto con muchas
familias que han educado o están educando a sus hijos en tres lenguas
con éxito”, explica Solé por correo desde Bruselas, donde vive. “Mis
propios hijos están siendo educados en cuatro lenguas desde que nacieron
y las han activado sin problemas. Las investigaciones recientes en los
cinco continentes indican que los niños bilingües o multilingües tienen
ventajas cognitivas: suelen ser más explícitos, flexibles y creativos.
El niño puede distanciarse de la lengua y darse cuenta de la relatividad
con la que un idioma verbaliza el mundo gracias al hecho de hablar más
de uno”, continúa.
Mas el debate no está cerrado, a falta de estudios al respecto, como
tampoco lo está la discusión sobre el modelo trilingüe en las escuelas,
que lleva años ensayando en distintos rincones del mundo, desde
Finlandia hasta China, pasando por España.
En China, con unos 300 idiomas y dialectos, existen algunos programas
de trilingüismo en las escuelas en ciertas regiones, aunque no es una
política oficial, explica por correo electrónico Zhenzhou Zhao,
investigadora del Instituto de Educación de Hong Kong. “La educación
trilingüe ayuda a mejorar la participación educativa de los estudiantes
cuyas lenguas son minoritarias, es decir, que tienen más posibilidades
de llegar a la Universidad. Sin embargo, también hay problemas: tienen
menos tiempo para estudiar cada lengua y quizá para el resto de
asignaturas”, señala.
“La escuela es un medio excelente para introducir una segunda o
tercera lengua en una edad temprana, siempre que se haga con naturalidad
y de manera lúdica. Una segunda lengua se aprende más fácil y
naturalmente mediante su uso (por ejemplo en asignaturas como gimnasia,
música o plástica) que a través de listas interminables de verbos
irregulares”, dice Solé. “Pero hay dificultades. Los niños multilingües
están en contacto con diferentes personas que les hablan sus lenguas
nativas de manera natural y en contextos múltiples. Esto no es fácil de
replicar en la escuela: primeramente, los profesores deberían tener un
excelente nivel de la lengua que van a transmitir”.
La preparación de los profesores y el impacto en el resto de
aprendizajes son dos de las principales preocupaciones de quienes
intentan encontrar un buen modelo trilingüe en la escuela.
El Gobierno vasco, por ejemplo, mantiene un sistema de evaluación
externa del programa piloto de educación trilingüe que desde hace dos
años se ha implantado en colegios e institutos de la comunidad: este
curso son 118 centros de primaria y secundaria. Esa evaluación quiere
comprobar, precisamente, que no se ven afectados los aprendizajes de
ninguna de las materias ni de ninguna de las lenguas, explica la
viceconsejera de Educación, María Antonia Ozcariz.
El modelo vasco consiste en dar libertad a los centros a la hora de
elegir cuántas asignaturas se dan en cada idioma (euskera, castellano e
inglés), aunque marcando un mínimo de horas semanales para cada uno de
ellos: seis. “Incluso, pueden elegir dar solo algunos contenidos de una
materia en una lengua u otra”, explica Ozcariz.
La viceconsejera asegura que se han vencido algunas resistencias
iniciales por parte de quienes pensaban que con el nuevo modelo saldría
perjudicado el idioma más débil, en este caso, el euskera. Precisamente
ese reproche es uno de los que se le hizo a la idea de trilingüismo
impulsada por la Xunta de Galicia, aunque tampoco ha dejado contentos a
los miembros de la plataforma que peleó en la comunidad porque sus hijos
pudieran escolarizarse con el castellano como lengua vehicular
principal.
Al final, el modelo ha quedado como una forma de equilibrar la
enseñanza en castellano y en gallego, con introducción de la lengua
extranjera en aquellos centros que se apunten al plan de plurilingüismo
(110) o bilingüismo (1.800 secciones, que no colegios). En los primeros
se ofrecen más horas en inglés y cuentan siempre con auxiliares de
conversación, explica una portavoz de la Consejería de Educación. Como
en el caso vasco, los centros tienen margen, aunque menor, para repartir
las horas en cada idioma.
El Gobierno de la Comunidad Valenciana también ha anunciado que
abrazará un modelo similar, y en esta autonomía, quizá más que en
ninguna otra por sus graves problemas de endeudamiento, sale a flote
otra de las dificultades de un modelo trilingüe: los medios que hacen
falta para que funcione. Si en distintas comunidades ya se ha puesto en
cuestión el modelo de los centros bilingües públicos por la falta de
medios y, sobre todo, de preparación lingüística de los docentes, con un
modelo multilingüe las dificultades se multiplican.
En Galicia, una portavoz de la consejería admite mayor inversión en
auxiliares de conversación: “Hay cuatro veces más que en el curso
2008-2009”, dice. En País Vasco, la viceconsejera de Educación María
Antonia Ozcariz explica que se ha dado “un credito horario moderado” a
los profesores (menos carga de clases) y se ha multiplicado por dos el
gasto en formación en lenguas extranjeras. La formación docente es la
clave, asegura: “No solo en la lengua extranjera, sino, sobre todo, en
metodología para poder enseñar bien utilizando una segunda lengua”.
Pero aún hay otro gran problema para este modelo, precisamente, el
que planteaban los padres gallegos que quieren que sus hijos aprendan en
castellano (también hay un movimiento similar en Cataluña), pues no ven
utilidad en la otra lengua cooficial. Este es, según la especialista
china Zhenzhou Zhao, la clave para que funcione un sistema trilingüe o
no. “En China, estamos luchando todavía por encontrar un modelo que
funcione. Desde mi punto de vista, lo importante es la valoración de las
lenguas en el mercado; por ejemplo, el inglés es muy valorado por los
padres y los estudiantes y en el caso de China ha conseguido desplazar
al ruso en solo tres décadas. Así, creo que lo principal es que el
Gobierno haga comprender a la gente el valor potencial de esas lenguas
minoritarias: por ejemplo, que dominar dos lenguas facilita el futuro
aprendizaje de otras o el valor que ese idioma puede tener en áreas
concretas de la economía o de la cultura”, asegura la investigadora.
La profesora de la Universidad de Bruselas Alex Housen admite que hay
muchos factores que deben jugar para que funcione un sistema
multilingüe, pero pone un ejemplo que viene funcionando “desde hace más
de un siglo”, el de Luxemburgo, país con tres lenguas oficiales:
luxemburgués, alemán y francés. En él, los niños aprenden en
luxemburgués en la escuela infantil y en la mayor parte de la escuela
primaria (de los 6 a los 12 años). En esta etapa, el alemán es una
asignatura desde primero y en el último curso empieza la transición
desde el luxemburgués a este idioma. El francés se introduce como
materia a los 10 años. En secundaria, las clases se dan en alemán los
primeros cursos y luego en francés.
“Entiendo que puede ser un poco contradictorio, pues en el mundo de
hoy, si lo que queremos es educar a nuestros hijos para comunicarse, lo
lógico es querer que aprendan la lengua mayoritaria”, asegura el
profesor de Ingeniería Lingüística de la Politécnica de Madrid Jesús
Cardeñosa. “Pero lo cierto es que multitud de estudios aseguran que lo
mejor es escolarizar a los niños hasta los 10 años en el idioma que se
habla en su casa. Y, a partir de ahí, una vez ha madurado
intelectualmente, ya pueden empezar con las lenguas que sean”, lo mismo
para un niño quechua en Perú, que para un castellanohablante en
Cataluña, añade. “Si en la casa conviven los dos idiomas, cualquiera de
los dos vale para los primeros años de escuela, si no, no”, insiste.
“Si la segunda lengua se usa solo puntualmente en la escuela sin que
haya oportunidades o necesidad de usarla en la calle, el niño solo
tendrá una motivación limitada para aprenderla y no la activará
rápidamente. La educación bilingüe en Cataluña, País Vasco o Galicia
funciona bien porque las dos lenguas son usadas en el territorio y los
niños tienen oportunidades de practicarlas en muchas circunstancias. No
debemos esperar un resultado tan optimista con la introducción de una
tercera lengua ajena al territorio, como el inglés, a menos que los
padres busquen ocasiones para aumentar la presencia de la tercera lengua
fuera de clase”, dice Anna Solé. “Evidentemente, la introducción de la
tercera lengua debería hacerse de manera en que no peligrasen los
sistemas más exitosos, es decir, que la lengua principal de enseñanza
debería seguir siendo la lengua del territorio”, añade en referencia a
Cataluña, Galicia o País Vasco.
[Fuente: www.elpais.com]
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