El curador y crítico, director del Museo del Barro de Paraguay, acaba de publicar “Contestaciones. Arte y política desde América Latina”, en el que reúne una selección de sus textos más representativos con el que expone “la necesidad de crear conceptos por fuera de las categorías universales occidentales”.
Escrito por MERCEDES EZQUIAGA
El curador y crítico Ticio Escobar, director del Museo del Barro de Paraguay -una experiencia museística única en la región-, acaba de publicar el libro “Contestaciones. Arte y política desde América Latina”, editado por Clacso (Consejo Latinoamericano de Ciencias Sociales), en el que reúne una selección de sus textos más representativos, publicados a lo largo de 40 años, donde conjuga una pluralidad de problemáticas que se articulan en torno al arte indígena y popular, urgido por “la necesidad de crear conceptos por fuera de las categorías universales occidentales”.
Considerado un pensador clave del arte latinoamericano, exsecretario de Cultura de Paraguay entre 2008 y 2013, Escobar (1947) es director desde hace décadas del Museo del Barro, una institución dedicada a las diversas expresiones visuales de Paraguay e Iberoamérica, con una colección de piezas indígenas y cerámicas precolombinas que manifiestan el carácter pluricultural y multiétnico de su país.
“Comencé a escribir enseguida, en los años 70, tenía poco más de 30 años, porque necesitaba fundamentar por qué el arte indígena y popular estaba en un museo de arte y no en un museo histórico o antropológico, como suele suceder. Mis libros fueron haciendo una argumentación teórica del museo, por eso la cuestión indígena cruza transversalmente todo, desde una perspectiva que, luego, reconocí como decolonial”, cuenta a Télam Escobar, sobre estos textos reunidos que van de 1982 al presente.
Cuando publicó aquel primer libro, el crítico incluyó a los indígenas en la historia del arte de su país, algo que ningún pensador había hecho antes: de este modo, sus estudios abrieron una metodología de interpretación histórica del arte paraguayo que sirvió de modelo para toda América Latina y el Caribe.
"La pandemia provocó una necesidad de recurrir a otras culturas buscando hablar del tiempo, del futuro, de una ecología devastada"Ticio Escobar
“El arte indígena no es una pieza arqueológica, folclórica ni un fetiche para ser consumido. Existen museos con objetos que son preciosos pero que no tienen alma, donde los objetos están puestos ahí sin contexto, sin vida; falta una conexión que es lo que busca lo contemporáneo. Bellezas que no tienen conexión con su pasado, desinfectadas del saqueo de África. Es complejo reconocer a los indígenas cuando está el mercado con toda sus codicias. Hay un deseo sincero por su inclusión, una necesidad de recurrir a otras culturas para hablar de nuestro tiempo y de nuestra cultura, y también un esnobismo enorme de que está de moda lo indígena”, señala.
Ese dilema se expresa bien y entra en crisis con el arte contemporáneo, que es una cuestión vital del arte indígena y popular. Las cosas sirven para la guerra, para el amor, para la cocina, para adorno. Una forma inútil seria una forma sin alma, que no tiene latidos internos. Ese es un tema que se plantea al pensamiento del arte desde toda la incursión del arte contemporáneo. Por eso me interesa compararlo con lo indígena, donde se da una fusión de forma enorme y sin embargo eso es para algo; no es simplemente para encandilar. El objeto está orientado a un complejo de finalidades sociales que en el caso de ritual son casi infinitas. Qué pasa con esto, que es un objetivo totalmente útil socialmente y sin embargo tiene que recurrir al rodeo de la forma para volverse más convincente. Entonces la belleza actúa como un argumento de la utilidad, que es extraestético.
Por otra parte, están los movimientos fuertes decoloniales que en América latina comienzan a afirmarse, con la necesidad de ir creando conceptos, formas, sensibilidades alternativas de entender de que hay otras formas de concebir y expresar el mundo, ya que comienza a criticarse el pensamiento moderno que es de una linealidad eurocéntrica. Comienzan a verse otras culturas alternativas con mucho interés. Hay como un conjunto de pensamientos que generan un interés hipersnob por las culturas indígenas. No es tan simple que las instituciones se abran al arte indígena. Los pueblos originarios no son piezas arqueológicas, folclóricas, ni fetiches como para ser consumidos. Existen museos, por ejemplo, mapuches, con objetos que son preciosos pero que no tienen alma, donde los objetos están puestos ahí sin contexto, sin vida; falta una conexión que es lo que busca lo contemporáneo. Bellezas que no tienen conexión con su pasado, desinfectadas del saqueo de África. Es complejo reconocer a los indígenas cuando está el mercado con toda sus codicias. Hay un deseo sincero por su inclusión, una necesidad de recurrir a otras culturas para hablar de nuestro tiempo y también un esnobismo enorme de que está de moda lo indígena.
[Fuente: www.telam.com.ar]
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