Directamente implicados, seis escritores bolivianos
analizan desde dentro el estado general de la literatura de su país, sus
características y sus perspectivas de futuro.
Escrito por ANABEL GUTIÉRREZ LEÓN
El estado de la crítica literaria es el punto de
partida. El poeta y crítico Eduardo Mitre (Oruro, 1943), autor
entre otras obras de los poemarios Carta a la inolvidable (1998)
y El paraguas de Manhattan (2004), reseña algunos títulos
aparecidos recientemente. "La crítica boliviana actual ofrece obras
valiosas entre las cuales destacan Teoría de la lectura y Ensayos
y lecturas, de Luis H. Antezana; los tomos de Nueva historia
de la literatura boliviana, de Adolfo Cáceres Romero, por la copiosa
información que ofrecen; el minucioso y penetrante recorrido crítico de Ana
Rebeca Prada por la narrativa de Jesús Urzagasti en Viaje y narración, o
la crítica analítica de Óscar Rivera Rodas en La poesía
hispanoamericana del siglo XX. En general, se trata de una crítica realizada
desde diferentes perspectivas, ya sea el análisis textual, la óptica feminista,
y aún la literatura ideológica y multiculturalista".
El novelista Gonzalo Lema (Tarija,
1959), ganador del primer Premio Nacional de Novela en 1998 por La vida
me duele sin vos, discrepa de esta opinión y apunta algunas carencias.
"Necesitamos Benedettis, no Octavios Paz. Necesitamos críticos que
conduzcan amablemente al lector hacia el texto literario, no profesores de álgebra
que los alejan. No tenemos crítica".
La infraestructura es el principal problema para Edmundo
Paz Soldán (Cochabamba, 1967), uno de los autores más leídos fuera de
Bolivia con obras como Río fugitivo o Sueños digitales.
"El principal problema es la infraestructura, tan precaria a la hora de
apoyar la carrera de un escritor. Siento que hay proyectos individuales
interesantes, pero todavía no un movimiento que consolide toda una literatura.
Pese a ello hay una gran variedad de registros con escritores que están
arriesgándose a ser osados en la forma, en el lenguaje y a renovar temas de la
narrativa nacional".
Eduardo Scott (Cochabamaba,
1955), ganador del Premio Nacional de Novela con La doncella del Barón
cementerio (2004), también destaca las dificultades a las que hacen
frente los escritores. "El artista, no solo el escritor, está en una
severísima desventaja respecto de sus pares de otros países por la pobreza, por
la falta de contactos internacionales, por tener que vivir a salto de
mata", apunta.
"La novelística urbana que da cuenta del
paisaje cambiante de nuestras ciudades" es uno de los rasgos de la
literatura boliviana actual que Paz Soldán destaca y que la escritora Giovanna
Rivero (Montero, 1972) coincide en señalar. "El desenfado, la
ciudad, el sexo, la identidad de la mujer, la redefinición de nuestras pequeñas
existencias en un mundo de libre mercado", caracterizan según la autora
de Las camaleonas (2001) y los cuentos reunidos en Contraluna (2005)
la temática de la literatura boliviana. Para Scott se trata de "una
corriente de renovación, bastante fuerte y definida, dirigida hacia la
indagación y búsqueda de temas cada vez más amplios". Corriente renovadora
o no, lo cierto es que Gonzalo Lema identifica como rasgos definitorios
"dos aspectos que van a caracterizar la literatura boliviana siempre: su
lealtad al hecho político y, por tanto, su fáctica renuncia a fabular con
libertad o delirio total".
Paz Soldán se muestra en parte de acuerdo: "La
narrativa actual todavía no se anima a cortar del todo el cordón umbilical que
ha enlazado tradicionalmente en Hispanoamérica al género novelístico con el
deseo de narrar la nación. La tradición es vivida muchas veces en Bolivia como
una obligación, sin duda influida por la aguda problemática sociopolítica que
recorre toda su historia".
El periodista y escritor Ramón Rocha Monroy (Cochabamba,
1950) considera que hay indicios de un cambio de rumbo. "La literatura se
ha liberado de discursos políticos y sociales, tiene alas y buen viento y
rumbos contrapuestos, míticos existenciales o de pura ingeniería
literaria", señala el ganador en 2003 del Premio Nacional de Novela
por Potosí 1600.
El presente y el futuro de las letras bolivianas
vienen marcados por su lenta aunque creciente presencia internacional:
"Este paso es fundamental tanto para establecer una retroalimentación con
los espacios literarios de otros países como para acompañar nuestros propios
procesos", apunta Giovanna Rivero. Según Gonzalo Lema, esta apertura al
exterior está directamente relacionada con la "contextualización en
literaturas más grandes como por ejemplo la latinoamericana". El escritor
advierte de los peligros que habrá que salvar en el camino: "Poco a poco,
la literatura boliviana irá dejando cierta piel en el camino y amoldándose a
criterios que se cree profesan los lectores de estos países. Es bueno el reto
si además de piel, nos dejamos los huesos".
[Fuente:
www.elpais.com]
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