En el flamante Querencia, su
álbum de debut en solitario, el uruguayo Nicolás Molina ofrece un
paisaje nebuloso en el que la belleza y el dolor se entrecruzan hasta al
punto de fundirse y hacerse indistintos.
Escrito por Leonardo Vinhas
Qué: disco (Independiente)
Después de cuatro años al frente de Molina y Los Cósmicos, Nicolás Molina
decidió asumirse como solista y afrontar un cambio de sonido. El
estreno de esta nueva etapa fue una versión folk psicodélica de A montanha, de los brasileños Rubinho e Mauro Assumpção, para el recopilatorio Brasil también es latino (editado por ZdeO y Scream & Yell). Así, Querencia es el primer álbum firmado con su nombre y prolonga esas facetas «folk» y «psicodélico».
Compuesto entre su Castillos natal y la Montevideo donde hoy vive la
mayor parte del año, el disco trae sombras de difíciles periodos
personales, donde hubo pérdidas y tragedias familiares. Sin embargo,
contiene también la contemplación de lo cotidiano y la feliz sencillez
de la vida hogareña. El mar y la naturaleza, elementos exteriores, están
en permanente diálogo con paisajes más fríos e interiores, paisajes que
llevamos adentro y que no encuentran palabra exacta para definirlos.
Todo esto se traduce en las canciones, que no tienen prisa de
mostrarse al mundo ni de revelar sus secretos de a poco. Se nota desde
la apertura, Tres flores para el mar, con una larga
introducción acústica llena de silencios y que solo después de más de
dos minutos permite la entrada de la voz. Algo que se vuelve más
evidente aun al final del álbum, donde los dos últimos temas suman casi
diecisiete minutos, algo que no impide que sean los mejores del disco.
Así, Los últimos hippies del verano y El marciano y el palmar combinan al Charly García de Clics modernos, con el alt-country, los ambientes al estilo Pink Floyd y la lírica dolida de Molina.
También hay en Querencia temas más directos como ¿Que pasó? y Volver al mar, que
aun siendo más accesibles (casi pop), mantienen la misma estética y los
mismos climas. Con destacados invitados –entre ellos los brasileños Gabriel Balbinot y Natália Matos– y con una banda que incluye el batería José Nozar (Buenos Muchachos, La Hermana Menor, Federico Deutsch), Nicolás Molina entrega un álbum precioso, personal y atemporal.

[Fuente: www.zonadeobras.com]
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