El Ángel
Argentina-España, 201, 117′
Dirigida por Luis Ortega
Con
Lorenzo Ferro, Chino Darín, Peter Lanzani, Daniel Fanego, Mercedes
Morán, Luis Gnecco, Cecilia Roth, William Prociuk y Malena Villa.
Es un huevo, no te entusiasmes
Por Hernán Schell y Federico Karstulovich
FK: Hay
un componente progresista demagogo que veo (aunque no es ninguna
novedad) en el cine y las series de Luis Ortega, que es la
reivindicación de cualquier forma de marginalidad como modo de vida.
Ojo, no lo digo con ningún fin de señalamiento moral: Favio también
tenía una fascinación lumpen proletaria, pero siempre supo hacer de la
misma algo más que un vehículo de contrabando de desprecio de clase. En
Favio los personajes tienen un origen, pero no los define su extracción
socioeconómica sino sus actos. En las cosas que hace Luis Ortega no dejo
de ver un desprecio de clase que no puedo (ni me interesa) adjudicarle
al director y a su crianza en un marco económico más que acomodado, sino
a un posicionamiento de época, muy post 2003: hay una suerte de
apología del delito que en ningún momento da cuenta de sus
complicaciones y los problemas que supone. Más bien te diría que es una
despolitización y frivolización del delito y la violencia. Lo curioso es
que ahí donde la película más quiere parecerse a Scorsese es donde más
lo traiciona y se aleja de él: en aquel director así como en Favio o
inclusive en Ferrara, el crimen no es ni divertido, ni copado ni fácil. Y
sus personajes tienen mil aristas. En este cine que goza de la
violencia “antisistema” no hay otra cosa más que un intenso goce
demagogo por épater le bourgeois, pero
sin hacerse cargo políticamente de ninguno de los actos que el crimen
supone. Hampa sin hampa, crítica política sin política.
HS: A
ver. Yo no puede decir mucho del cine de Ortega. No vi casi nada de él y
tiene ese tipo de universo que me importa más bien poco y sobre el que
nunca tuve para decir demasiado. De El Ángel sí
tengo cosas para decir, ninguna amable. Por empezar, que si bien se
vende como un biopic de Puch, no es realmente eso. Este no es Puch. O
sea, sí, es un pibe que roba y mata gente dormida. Pero nunca vemos que
Ortega filme situaciones que podrían ser realmente crueles. Y Puch era
muy cruel. Disparó contra la cuna de un bebe y fue cómplice de
violaciones, por ejemplo. No me quiero quejar de que la película no sea
fiel a la historia real, eso no me interesa en sí, pero sí es
significativo que saque todo aquello que pueda resultar incómodo para
entregarnos algo más light y digerible, que impide cualquier momento de
ambigüedad. La idea es vender un pibe “libre”, y creo que ese concepto
de libertad se expone con una lógica muy adolescente, muy pueril
incluso. Pasa por ejemplo en el asesinato del conductor de camión,
cuando el personaje de Peter Lanzani le dice que está entregado a un
sistema o algo así, el conductor saca el arma, sacrificándose
estúpidamente por la empresa y Puch lo mata. Hay como un mensaje ahí de
provocación bastante gansa. Y esto tiene que ver con la cuestión
Scorsese; es evidente que la película tiene mucho del cineasta (también
creo que El Ángel tiene algo de Badlands,
con la voz en over monocorde, con el primer asesinato dueño de esa
desconcertante calma que tenían los crímenes de la obra maestra de
Malick). Ahí está por ejemplo el destino circular de Puch, la
fascinación por lo criminal y el uso de las canciones para ubicarnos en
época. Pero es todo una copia algo barata de un cineasta ya de por sí
muy copiado.
FK: Bueno,
en ese sentido, en el de la copia, es impresionante lo que hace con la
música Ortega. Contrario a lo que dicen los mejores exponentes, en donde
la música no debe subrayar sino que debe multiplicar interpretaciones,
dialogar, ampliar, ironizar, etc, en El Ángel la
música se limita a ser un complemento redundante. Si hay un pibe de
pelo largo, música que lo explique; si hay un crimen y un juego con la
legalidad, música que lo explique. Si hay un incendio al atardecer (en
vez del amanecer) va The house of the rising sun. Ni Trapero, que en El Clan jugaba (mal, porque ironizaba, como con Just a Gigolo, o comentaba con Sunny Afternoon)
a scorsesearla, hace las cosas tan torpemente, de manera tan lineal
como aquí. Es otro de los puntos que me recuerda lo mal que suele
musicalizar el mainstream argentino cuando le toca hacerlo. Y más en
películas que recrean una época en particular. No hay indagación posible
en ninguna alternativa que no sea “usamos una música de la época así guiño-guiño el
espectador entiende de qué época se trata” o “usamos la música para
aclarar, porque por ahí esta complejo y sofisticado que sin la
aclaración musical se lo pierden”. Es un tremendo caso de subestimación
al espectador, y un problema particularmente grave para el cine
argentino.
HS: Claro.
Ahí donde Scorsese usa la música con sutileza y creatividad, Ortega va a
temas obvios de la época que remarcan con trazo grueso la condición del
personaje (lo de “El extraño de pelo largo” es un ejemplo clarísimo), y
sobre todo, ahí donde Scorsese crea violentos que nos generan
sensaciones ambiguas de seducción y horror (pienso como ejemplo más
claro el Joe Pesci de Buenos Muchachos, a veces gracioso, y a veces muy
perturbador), acá se quiere hacer a Puch depositario de ese discurso
simplificador. Y con respecto a lo que decís de la violencia, sí, lo veo
mucho en el cine argentino en general. Cierta idea de que puede existir
una violencia cool siempre y cuando esté dentro de la ideología correcta. Pienso por ejemplo que una película como El Ejército en las sombras, de
Melville (donde habla de una violencia incómoda y contaminante aun
dentro de personas que la ejercen contra los nazis durante la época de
la resistencia) acá sería rarísima.
FK: Bueno,
ese concepto de “persona libre y en contra de las convenciones de la
época” es algo no muy distinto a lo que planteó el mismo Ortega en la
conferencia de prensa. Pero olvidémonos de él, que no nos tiene que
importar. Lo que importa es la película. Es interesante que la libertad
que plantea la película (y que la asume en el personaje) está
directamente vinculada a una disociación del personaje con el mundo,
como si estuviera en otra sintonía, como si fuese un psicótico. Es, creo
que el único punto defendible de la película, especialmente interesante
que no haya caído en el psicologismo. El problema es que lo reemplazó
por un estereotipo: cambió psicópata asesino por un boludo alegre, sin
empatía y construido con un trazo grueso carente de matices. El problema
es ese: esto no es El dinero ni
Ortega es Bresson. No hay exterioridad y misterio en este personaje
sino una interioridad bidimensional que encima nos extorsiona moralmente
(“o estás de un lado o estás del otro”, parece decir el discursito que
mencionás de parte del personaje de Lanzani al camionero asaltado). Lo
notable es que ese trazo grueso se extiende en la película a otros
aspectos: no hay matices, hay familias peloteras que sostienen valores
conservadores o familias de delincuentes que promueven la liberación. No
hay contradicción o incomodidad en el medio. No hay grises. Por eso en
la película el uso de los planos y los contraplanos subjetivos es una
decisión política que revela el maniqueísmo del director: nos suele
poner en el contraplano a los espectadores, como diciendo “de un lado
está la gente libre, que puede ser asesina o marginal o criminal” (como
si en efecto fueran la misma cosa, cuando no), del otro la sociedad de
“caretas fachos conservadores que se horrorizan con los crímenes de
Puch”. Es notable eso: no propone incomodar al espectador, sino
escupirle en la cara a un personaje que es una excusa para una
celebración de un desprecio de clase.
HS: Yo
no estoy tan seguro que haya un juicio sobre los “fachos conservadores”
que van en contra de Puch. Sobre todo porque Puch termina yendo en
contra de todos, incluso de los propios delincuentes que lo apadrinan al
principio. Y lo que genera en su fuero interno (como su familia o el
personaje del Chino Darín) es más desconcierto que otra cosa. Se ve muy
bien esto en los padres de Puch. Está el padre, que quiere jugar al
severo, y la madre, que juega a la permisiva. Y los dos terminan siendo
controlados por Puch, sobre todo en la escena en la que el padre tiene
que resignarse a esconder el dinero. Eso está bastante bien tengo que
decir, de lo poco que me gustó de la película. Se da de manera
progresiva y con una tranquilidad del pibe que no está exenta de gracia.
Así y todo pienso que esa misma calma le juega un poco en contra a la
película, porque parece atentar contra una discurso que tenía antes.
Seré más claro. Hay una escena en El ángel que a mi me gusta y no me
gusta al mismo tiempo. Que es la del primer encuentro con el personaje
de Fanego. Ese momento está muy bien. Fanego demuestra que puede ser un
actor extraordinario, es un instante perturbador, gráfico (lo digo por
el testículo de Fanego, claro) y raramente feliz. Es un momento también
que está en el inicio de la película y que parece anticipar un in
crescendo oscuro. Bueno, ese in crescendo no está, no aparece, toda esa
oscuridad termina desinflándose hacia algo mucho más convencional, o si
se quiere mucho más discreto, como en el momento ya señalado de Puch
controlando sutilmente a sus padres. Pasa algo similar y de manera
grosera con los personajes de las gemelas. Parecen de una película que
no llega a ser. Al principio parecen el germen de una relación
inquietante, donde además parece que va a jugarse por el tema de lo
doble. Después eso se abandona absurdamente, y el hecho de que sean
gemelas solo sirven para meter el efecto visual de Malena Villa
multiplicada por dos. Todo está a medio camino acá: la provocación, la
filosofía supuestamente incendiaria, la violencia, ciertos tópicos. Me
sorprendió para mal eso. Que en el fondo, con toda la plata que hay
puesta acá, con todo el profesionalismo técnico detrás, termina siendo
una película que parece marcada por la desidia de quien se quedó a medio
camino.
FK: Sí,
entiendo lo que decís. Es cierto: el contrapunto no es solo contra los
fachos conservadores sino contra quienes no expresen su misma “idea de
libertad”. A su vez es cierto que la película tiene varias tentativas de
arranque que decide que se queden a mitad de camino. Pero me parece
menos un error que una decisión narrativa. Ahí no hay desidia por
descuido, sino una idea de falsa provocación: el huevo glorioso de
Fanego (¿alguna vez tendrá un papel protagónico en una película? Es un
actor enorme y desaprovechado como pocos), el juego con lo de “relajá el
ano”, las tentativas de que todos se cojan en algún momento quedan
reducidas a una provocación módica, de escala mínima. No hay un abismo
amoral, como si puede haberlo en un cine como en el de Scorsese. Es un
juego superficial que pone a un inmoral (que es un personaje que
establece una inversión de los valores morales de una época) pero no
para divertirse con conciencia política del contraste (esto sería
Waters) sino como necesidad de establecer un statement sobre
un imaginario de época. La inmoralidad incómoda de Robledo Puch aquí se
convierte en inmoralidad digerible para un mainstream carente de ideas y
que sabe que el público no toleraría a un psicópata ambiguo.
HS: Si
es una decisión narrativa, me cuesta entenderla como tal. O quizás no.
Tomar a alguien como Puch, mostrarlo como realmente fue, hubiera
implicado una película de horror. Y fascinarse con él, un acto de
genuina provocación. Podés no estar de acuerdo con esa provocación, te
puede parece horrible, pero hubiera tenido algo de sangre en las venas.
Esta suerte de inocencia zarpada me resulta exasperante, como las
películas falsamente profundas.
FK: Creo
que en definitiva el problema más grave que tiene la película es ese, y
es que no se atreve a adentrarse en el horror, sino en su versión
pasteurizada para revista Gente. Por lo tanto cualquier amoralidad se
convierte en vehículo para el comentario demagógico (siempre garpó eso
de hablar contra las instituciones, pero bueno, no le podemos exigir al mainstream argentino que te produzca cosas del estilo Un tiro en la noche,
de Ford, en donde la idea de institucionalidad, legalidad e ilegalidad
era un límite difuso), para la provocación elemental y sin incomodar,
para el lucimiento formal y del departamento de arte. El cine argentino
que recrea el pasado hace cada vez más lo posible por vaciarlo de
cualquier incomodidad política. Qué curiosa relación con la historia y
sus lugares más oscuros. Pero bueno, resulta más tolerable eso a
construir un asesino tan irresistible como hijo de puta que nos tenga
agarrados y no nos deje ir. Pero insisto: para eso tenemos a Scorsese, a
Ferrara y a varios más. Otro caso desaprovechado.
[Fuente: www.perroblanco.net]
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