Escrito por Mario Crespo
Resulta increíble que tras
la lectura de más de mil páginas en la edición de Edasha traducida por Isabel
García Adánez se me haya quedado apenas una idea grabada en la memoria; un
tema, un único concepto sobre el que versa la obra: el tiempo. O, más bien, la
percepción de este por parte de los seres humanos.
Hans Castorp es un joven ingeniero de
Hamburgo que acude al exclusivo Sanatorio Berghof para visitar a su primo, un
soldado del imperio austrohúngaro aquejado de tuberculosis. Una vez dentro,
Castorp quedará atrapado por un nuevo espacio-tiempo, un nuevo mundo donde el
tiempo y su percepción son diferentes; un microcosmos que es un universo en sí
mismo, que es, a su vez, la brillante alegoría que usa Thomas Mann para recrear
el mundo entero encapsulado en un edificio. El sanatorio es una comunidad donde
conviven todo tipo de personas, pero prima en ella una burguesía de urbana
pudiente que el autor pone en tela de juicio a través de los brillantes
diálogos y disertaciones que salpican la narración.
La obra es también un palimpsesto de las
ideas políticas de la época y el maravilloso final se ambienta en la
declaración de la Gran Guerra por parte del Imperio, lo que obliga a nuestro
héroe a volver al mundo real. Mientras tanto, durante los siete años
anteriores, Castorp vivirá en una especie de mundo de las ideas que no solo
abarca al espacio en que se encuentra y lo que en él acontece, sino también a
las charlas intelectuales en las que se embarca con Settembrini, su mentor, un
literato italiano que aboga por la dictadura de la burguesía, la democracia, y
que tendrá su antagonista en Naptha, un jesuita defensor de las teorías más
conservadores.
La montaña mágica es uno de esos
libros que no solo se leen, sino que también se piensan. Una obra que te hace
reflexionar a cada página que pasas; a releer, a volver atrás. Parece más bien
un tratado metafísico sobre el tiempo y qué hacer con él. Las montañas tienen
algo de por sí mágico, algo que conduce a la reflexión, a la meditación, y
resultan por lo tanto un lugar ideal para ambientar esta historia que rezuma
trascendencia germana. Porque lo que Mann realiza en esta novela es un
experimento con el tiempo. Y en realidad es esta una de las facetas más
difíciles de dominar en la narrativa; cómo explicar el tiempo, cómo situar al
espectador, cómo usar las herramientas del lenguaje que te permiten narrar el
paso del tiempo o sus elipsis. Especialmente si la trama no tiene grandes
sucesos, ni giros dramáticos; si la trama se basa en conversaciones
trascendentales. Bien es cierto que el final tiene un giro maravilloso que nos
muestra la verdadera intención de la obra. Y que hay un duelo a muerte y una
experiencia al límite por la nieve y una historia de amor. Pero, en realidad,
el protagonista o los protagonistas se dedican al dolce far niente. Y
precisamente aquí es donde estriba la grandeza de la novela: escribir más de
mil páginas sin una trama, un argumento sólido o un misterio, es ciertamente
difícil.
La montaña mágica es por lo tanto de
una novela a caballo entre el naturalismo de la época precedente y un
experimentalismo que abre una etapa de una nueva narrativa que, en el caso de
Mann, se completará con el simbolismo y la abstracción de Doctor Faustus.
Una obra maestra del siglo XX a la que le cuesta arrancar pero que, una vez en
marcha, es una locomotora literaria.
"¿Qué opinan los señores de una
declaración de amor sin ninguna esperanza? (...) El acto de la confesión
despertaba cierto asco y comportaba una fuerte humillación; sin embargo,
también suponía un momento de total cercanía con el objeto amado. En tanto
que arrastraba a este a la esfera de la confianza total, de la propia pasión, y
si con ello, obviamente, se ponía fin a todo, no era menos cierto que el placer
desesperado de ese momento único compensaba mil veces tal pérdida sin
remisión; ya que la confesión es
un acto de violencia, y cuanto más grande es la resistencia que se le opone,
mayor es el placer que proporciona."
La montaña mágica, de Thomas Mann. [Traducción de Isabel García Adánez] Edhasa. 1048 p.
[Fuente: mariocrespo.blogspot.com]
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