quarta-feira, 4 de julho de 2018

Lope de Vega y el cine español (6). ≪Lope≫ (Andrucha Waddington, 2010)


Por Rafael Nieto Jiménez
Si la obra de Lope de Vega no ha tenido demasiada fortuna cinematográfica, ni por el número de adaptaciones ni por la relevancia artística y comercial de casi todas ellas —El perro del hortelano (1996) fue la única excepción—, su figura como personaje tuvo mucha mejor fortuna la única vez que protagonizó una película. En 2010 una gran producción de diez millones de euros se puso al servicio de una ficción inspirada en la biografía del escritor y logró convocar a más de seiscientos mil espectadores. ¿Qué pudo atraer a tanta gente que, sin duda, no eran lectores habituales de sus obras? Y, sobre todo, ¿hasta qué punto era verosímil el Lope de Vega que nos presentó?
No son demasiados los datos fidedignos que se tienen de Lope de Vega Carpio. Sus biógrafos han debido suplir con la imaginación algunas lagunas de su vida, pero lo que se sabe es realmente novelesco. Su leyenda de escritor genial y prolífico, de «monstruo de la naturaleza» como lo definió el propio Cervantes debido a sus centenares de obras —la película habla de ochocientas, pero en realidad fueron unas trescientas cincuenta, cifra muy considerable de todos modos—, se agranda todavía más con sus aventuras militares —participó en la batalla naval de la Isla Terceira y en la Gran Armada contra Inglaterra— y con sus aventuras galantes, fruto de las cuales tuvo quince hijos con siete mujeres diferentes.
A partir de estos datos, la película nos presenta a un Lope joven y atractivo (Alberto Ammann), que ensarta versos con tanta elegancia y facilidad como maneja su espada, resultando irresistible para las mujeres y muy envidiado por sus rivales. Sin embargo, al comienzo lo vemos volver de la guerra sin dinero y sin una idea clara de lo que quiere hacer con su vida. No cree en servir a Dios ni a la patria a costa de tanto sufrimiento. Será el descubrimiento del teatro, cuando ve ese mundo entre bastidores, lo que cambie su vida. Esta auténtica revelación le llevará a escribir comedias y a intentar renovar las prácticas teatrales, anquilosadas bajo las estrictas normas aristotélicas.
Por supuesto, todo esto es una simplificación. Es muy difícil explicar en una película no documental la importancia renovadora de Lope, pero hay que valorar positivamente que se introdujeran pinceladas sobre el asunto dentro de un producto de entretenimiento. Así, su malvado patrón, el director de la compañía teatral, Jerónimo Velázquez (Juan Diego), representa al teatro anticuado. Muestra su preocupación por el dinamismo que Lope quiere imprimir a sus comedias porque teme que el público se pierda con tantos cambios de escenario y, además, no comprenda su mezcla de comicidad y tragedia. Esto se puede considerar históricamente certero, pero cuando asistimos a la representación de una comedia sobre el descubrimiento de América, con artilugios escénicos y disfraces muy elaborados con el objetivo de conseguir una mayor autenticidad, no lo es tanto. A Lope no le preocupaba el realismo escénico en ese sentido, incluso consideraba que distraía al espectador de lo esencial del texto. De hecho, apenas hacía acotaciones porque los diálogos debían bastar para trasladar a los espectadores de un lugar a otro sin necesidad de complicadas tramoyas.
Dejando aparte el rigor histórico, el éxito de la película está en haber entrelazado con acierto dos ejes principales de su vida: la mencionada descripción de su ascensión como autor teatral y su agitada vida sentimental. Para lo segundo el guionista se sirve de un triángulo amoroso inspirado en dos de sus amantes reales: Isabel de Urbina (Leonor Watling) y Elena Osorio (Pilar López de Ayala). En realidad, estas relaciones no coincidieron en el tiempo, pero aquí se hacen confluir con claros propósitos narrativos. No solo para convertir a Lope en un don juan disputado por dos mujeres, sino también para humanizarlo como víctima de sus deseos. Elena es la hija de Jerónimo e intercede por él para trabajar en el teatro, pero luego Lope descubre que está casada con un hombre que viajó a las Indias. Su decepción le lleva a los brazos de la ingenua Isabel, a su vez ofrecida por su familia a un marqués que le recita versos escritos por Lope, precisamente. El rapto consentido y la consiguiente huida conducen la película hacia el terreno de la aventura que el espectador espera de este tipo de cine.
Seguramente esta recreación, a pesar de su lograda ambientación y su dinamismo narrativo, no sirva para conocer bien la obra de Lope, pero quizá haya conseguido algún nuevo lector para un autor muy poco leído fuera de las aulas escolares.

[Fuente: cvc.cervantes.es]




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