quarta-feira, 14 de junho de 2017

Uvas históricas, puro arte gallego


Los retablos barrocos de las iglesias gallegas cuentan con información muy valiosa sobre la historia de la vid en la comunidad. A partir de ellos, el CSIC ha podido situar en el tiempo hasta cinco de nuestros varietales autóctonos como el albariño o la tinta castañal.

Escrito por María bueno
El Grupo de Viticultura de la Misión Biológica de Galicia (MBG), órgano dependiente del CSIC, con su directora María del Carmen Martínez al frente, ha logrado situar en el tiempo distintas variedades de uva autóctonas a partir de la información contenida en retablos barrocos de iglesias de la comunidad, cuya principal temática decorativa es la vid. 
En efecto, gracias al esfuerzo de este equipo hoy es sabido que los varietales albariño, loureira, dona branca, albarello, tinta castañal y palomino fino, de los que no se tenían registros previos al siglo XIX, ya existían en la comunidad y norte de Asturias en el siglo XVII. 
Unos datos con importantes implicaciones para la diferenciación de los caldos gallegos en un mercado tan competitivo como el del vino y que, además, empiezan a actuar como un reclamo para el enoturismo. “Resaltan la historia, el arte y la tradición ligadas a las zonas vinícolas de Galicia”, algo que “potencia su valor añadido”. Así lo cuenta María del Carmen Martínez, quien explica que hubo quien calificó este trabajo de “locura”. 
Todo empezó hace más de 25 años, “casi 30”, cuando una joven María del Carmen recogía muestras de hojas de cepas centenarias en el patio de una casa parroquial en la provincia de Pontevedra, y la hermana del párroco del municipio le preguntó por qué “miraba una cepa vieja que no valía para nada”, emplazándola a fijarse, en cambio, en los retablos barrocos de la iglesia del pueblo. “Tanto insistió”, dice la investigadora, que al final entró en el edificio religioso. Allí se encontró con dos retablos, uno de los cuales, explica, reproducía “perfectamente” las hojas que había estado recolectando fuera. 

A partir de aquella mañana, cada vez que María del Carmen entraba en una iglesia se fijaba en los retablos de estos edificios. De este modo, empezó a observar que, en algunos de ellos, las hojas tenían un nivel de perfección tal que los artesanos que los produjeron solo podrían haberla logrado trabajando con hojas y racimos reales delante de ellos. Así, la científica planteó la hipótesis de que los autores de los retablos recogían modelos naturales del entorno en el que estos se construían para producirlos. Si esto era así, y si cada detalle de las hojas de las plantas -la forma, el apéndice, los lóbulos, los nervios…- estaba reflejado en estas piezas de arte, no se podría sino concluir que las variedades procedentes de las mismas existían en Galicia desde, al menos, la fecha de la que databan las piezas. El Grupo  de Viticultura empezó entonces a tratar estas obras de arte como plantas de madera, tomando imágenes de cada hoja y de cada racimo y comparándolas en el laboratorio con sus homólogos reales a través de análisis de imágenes y comparativas estadísticas. 


Así, finalmente, dos retablos de Francisco Castro Canseco, fechados de 1710 y 1711, respectivamente, y ubicados en la Catedral de Tui, permitieron identificar dos de las variedades de uva más famosas de Rías Baixas, la loureira y el albariño, mientras que la tinta castañal, de producción exclusiva en la subzona de O Rosal, fue encontrada en el Convento de las Clarisas, también en Tui, en un retablo cuyo autor se desconoce y que data de principios del siglo XVIII. El albarello, también llamado Brancellao y típico de la Ribeira Sacra, por su parte, fue registrado en un retablo anónimo del siglo XVII en la Iglesia de San Vicente, en Sober, y, en la misma línea, la variedad Dona Branca, característica de Monterrei, fue reconocida en un retablo del mismo siglo en la Iglesia de la Merced, en Verín. Finalmente, los investigadores también pudieron identificar la variedad de uva palomino fino o jerez en un retablo diseñado por Manuel de Ron y producido por Francisco Arias entre 1687–1709 en el Santuario de Nuestra Señora del Acebo, en Cangas del Narcea, Asturias. 

De este modo, y tras más de 15 años de trabajo, lo que algunos llamaron “locura”, hoy se ha publicado en la revista del Jardín Botánico de Nueva York, Economic Botany, y ha sido destacado en el World Congress of Vine and Wine (OIV) como uno de los estudios más originales. 


[Fuente: www.farodevigo.es]

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