terça-feira, 14 de março de 2017

La soledad de no pertenecer, por Clarice Lispector


"Estoy segura de que en la cuna mi primer deseo fue el de pertenecer. Por motivos que ahora no importan, debía de estar siendo que no pertenecía a nada ni a nadie. Nací por nacer. 

Ya en la cuna sentí esta hambre humana y ha seguido acompañándome toda la vida, como si fuese un destino. Hasta el punto de que mi corazón se contrae de envidia y de deseo cuando veo a una monja: ella pertenece a Dios.

Precisamente porque es tan fuerte en mí el hambre de entregarme a algo o a alguien me volví bastante arisca: tengo miedo de revelar cuánto lo necesito y lo pobre que soy. Sí, lo soy, muy pobre. Solo tengo un cuerpo y un alma. Y necesito más que eso. Quién sabe si empecé a escribir tan pronto porque, al escribir, por lo menos me pertenecía un poco a mí misma, aunque eso sea solo un triste facsímil.

Con el tiempo, sobre todo en los últimos años, he perdido la capacidad de ser persona. Ya no sé cómo se hace. Y una forma nueva de la "soledad de no pertenecer" ha empezado a invadirme como la hiedra de un muro.

Si mi deseo más antiguo es el de pertenecer, ¿por qué entonces nunca he formado parte de clubes o de asociaciones? Porque no es eso a lo que yo llamo pertenecer. Lo que yo quisiera, y no consigo, es por ejemplo que todo lo que de bueno surgiese en mi interior pudiese entregarlo a aquello a lo que perteneciese. Incluso mis alegrías, qué solitarias son a veces. Y una alegría solitaria puede volverse patética. Es como quedarse con un regalo envuelto en papel bonito en las manos y no tener a quién decirle: toma, es tuyo, ¡ábrelo! Como no quiero verme en situaciones patéticas y, por una especie de contención, evito el tono de tragedia, raramente envuelvo con papel de regalo mis sentimientos.

Pertenecer no resulta solo de ser débil y de necesitar unirse a algo o a alguien más fuerte. Muchas veces mi intenso deseo de pertenecer surge de mi propia fuerza, quiero pertenecer para que mi fuerza no sea inútil y haga más fuerte a una persona o a una cosa.

Aunque tengo una alegría: pertenezco, por ejemplo, a mi país, y como millones de otras personas pertenezco tanto a él que soy brasileña. Y yo que, muy sinceramente, nunca he deseado o desearé la popularidad -soy demasiado individualista para poder soportar la invasión de la que es víctima una persona popular-, me siento sin embargo feliz de pertenecer a la literatura brasileña por motivos que no tienen nada que ver con la literatura, porque ni siquiera soy una literata o una intelectual. Soy feliz solo por ‘formar parte’.

Casi consigo visualizarme en la cuna, casi consigo reproducir en mí la vaga y sin embargo permanente sensación de necesitar pertenecer. Por motivos que ni siquiera mi madre o mi padre pudieron controlar, nací y me quedé así: nacida.

Sin embargo fui planeada para nacer de una manera tan bonita. Mi madre ya estaba enferma, y, según una superstición bastante extendida, se creía que tener un hijo curaba a las mujeres de una enfermedad. Entonces fui deliberadamente creada: con amor y con esperanza. Pero no curé a mi madre. Y hasta hoy siento la carga de esta culpa: me hicieron para una misión determinada y fallé. Como si contasen conmigo en las trincheras de una guerra y hubiese desertado. Sé que mis padres me perdonaron haber nacido en vano y haber traicionado su gran esperanza. Pero yo, yo no me lo perdono. Desearía que simplemente se hubiese producido un milagro: nacer yo y curar a mi madre. Entonces sí: habría pertenecido a mi padre y a mi madre. No podía confiar a nadie esa especie de soledad de no pertenecer porque, como un desertor, mantenía el secreto de una huida que por vergüenza no podía ser conocido.

La vida me ha hecho de vez en cuando pertenecer, como si lo hiciese para darme la medida de lo que pierdo cuando no pertenezco. Y entonces lo supe: pertenecer es vivir. Lo sentí con la sed de quien está en el desierto y bebe con ansia los últimos tragos de agua de una cantimplora. Y después la sed vuelve y camino realmente por el desierto."


[(Aprendiendo a vivir, pp. 126-128 - traducción de Elena Losada - fuente: elmontevideanolaboratoriodeartes.blogspot.com]

22 comentários:

  1. Qué buen escrito. Realmente es maravilloso toparse durante nuestra marcha por esta vida con esas letras que te entienden, que te retan, que te hacen pensar en ti y en los demás... QUE BUEN ESCRITO.

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  2. Maravillosa Clara Lispector, profunda y dolorosa pero no en vano. La niña del faro, obligado leerla

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  3. tal cual, como la vida misma, gracias por el magnífico aporte, Rory

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  4. Gracias por compartir lo que siento pero que no podria escribir tan maravillosamente...

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  5. Gracias por compartir lo que siento pero que no podria escribir tan maravillosamente

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  6. Hola, me gustaría poder transmitirle la satisfacción que me generó está lectura. Quizás somos almas hermanas. Me gustaría saber cómo lo ve esto con la libertad ideal.

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  7. putamente genial. Nunca una forma tan simple de contar algo tan abstracto y complejo como la sensacion de NO pertenencia. Una maravilla.

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  8. Muy bueno, para quienes sólo pertenecemos a la vida.

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  9. Concuerdo!
    Sólo agregó mi feliz asombro de encontrar la sutil diferencia entre "formar parte" y "pertenecer" tan bien descripta!!!

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  10. Asi es, no es formar parte lo mismo que pertenecer, pues andamos en el mundo formando parte de muchos sistemas, circunstancias y lugares. Pero no con el intenso sentir de que se pertenece a eso de lo cual formamos parte. Reconozco la riqueza clara del escrito, tanto que puedo visualizar su autor, ahí en la cuna, sintiendose excluido dentro su propia circunstancia.

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  11. Deberiamos reunirnos todos los que comentan aqui y pertenecernos.

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  12. Maravilloso, lloré tanto y entendí muchas cosas, gracias por compartir. Hermoso.

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  13. Hermoso, gracias por compartir, lloré y entendí. Gracias.

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  14. Fascinada con estos recorridos interiores, es magnética, estoy ligada a su forma de autoobservacion, la amo

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