El sueño del esperanto, que podría traducirse como esperanza, se amontonó en la cámara de las grandes utopías fracasadas del siglo XX. Sin embargo, su legado sigue aún hoy vivo y puede decirse que se trata de la lengua inventada con más éxito de la Historia. En este artículo seguimos sus pasos desde su origen hasta su situación actual.
La Danza, Matisse. (1910) |
Escrito por Inés Lucía
La Danza de Henri Matisse es quizá uno de los mejores ejemplos pictóricos del fauvismo, una corriente artística que aspiraba a captar la esencia de la vida, lo primitivo, lo fiero (recordemos que el origen semántico del movimiento es les fauves, literalmente ‘las fieras’ en francés). El esperanto buscaba en cierta forma llegar a lo radical, a lo esencial de la lengua, que es la comunicación entre personas. El creador de este movimiento lingüístico soñaba con una humanidad danzando unida sin renunciar por ello a la diversidad.
Origen de la diversidad lingüística
Cuentan las escrituras bíblicas que Dios castigó a los hombres con la diversidad lingüística para condenarlos a la incomprensión. Los hijos de Noé debían ser los encargados de procrear y llenar la Tierra, pero en su lugar decidieron construir una torre que los llevara a las puertas del cielo. Su desobediencia y arrogancia fue castigada con la incapacidad de comunicarse y, por extensión, la imposibilidad de coordinarse para terminar la ansiada Torre de Babel.
Este es uno de los grandes mitos que buscan explicar el origen de la diversidad de lenguas. Interpretaciones posteriores señalaban que, lejos de ser un castigo de Yahvé, tal diversidad era en realidad un regalo de la divinidad, que trataba de ayudar a los hombres con la especialización. Aunque es innegable la riqueza que supone esta, no cabe duda de que la lengua ha servido también como elemento de desunión y enfrentamiento. Si bien es verdad que la comprensión es una cuestión de voluntad, el hecho de compartir las mismas herramientas lingüísticas allana mucho el camino.
Si llevamos la cuestión de la diversidad lingüística al terreno de las relaciones internacionales, vemos que es crucial en la comunicación intercultural y en la conformación del relato político de los Estados nación. La relación entre la lengua y el nacionalismo es engorrosa y establecer patrones que se repitan en todo el mundo es difícil, y se complica aún más por el hecho de que esta no es una relación cerrada en la que una preceda al otro o viceversa. A finales del siglo XIX, vemos, por ejemplo, cómo en la construcción del Estado alemán se buscó unificar la lengua artificialmente para hermanar a nivel comunicativo a las diferentes repúblicas prusianas. Gozar de una lengua común, o por lo menos de una lengua de referencia, se veía necesario para un proyecto nacional que quería echar a andar.
La oleada de descolonizaciones en el siguiente siglo trajo bajo el brazo nuevos reclamos. La unidad nacional iba a realizarse en muchos casos atendiendo a las fronteras trazadas por la metrópoli, uniendo bajo un mismo proyecto político a grupos étnicos diferentes que no compartían ni lengua ni religión. En aras de convenir una lengua oficial neutral, se utilizó la de los colonizadores, aun bajo la crítica de que iba contra la autodeterminación cultural del nuevo Estado. Los conflictos étnicos posteriores iban a revelar como problemáticas las nuevas fronteras artificiales y la lengua iba a ser utilizada de un modo u otro como un instrumento importante en la autodeterminación.
No puede inferirse que la lengua sea un elemento indispensable en los conflictos nacionalistas ni que todas las lenguas den alas a un proyecto nacional, pero no cabe duda de que es un factor que juega un papel importante. De forma un tanto anecdótica, tras la Guerra de los Balcanes, muchos exyugoslavos decían que eran hermanos de sangre, primos de lengua y extraños de cultura, lo que nos enseña que, de una forma u otra, la cuestión idiomática emerge.
Nacimiento del esperanto
Ludwig Lazarus Zamenhof nació el 15 de diciembre de 1859 en Bialystok, hoy parte de Polonia. En aquel momento convivían en esta localidad rusos, polacos y alemanes, además de una importante comunidad de judíos cuya principal lengua era el yiddish. Aunque la mayor parte de los habitantes de esta región hablaban fluidamente en más de un idioma, con frecuencia se producían disputas entre estas comunidades, y las diferencias lingüísticas no hacían sino dificultar la cohabitación. Zamenhof era políglota: hablaba ruso, polaco y alemán, conocía bien el hebreo, el latín y el francés y, de forma algo más superficial, el italiano, el inglés y el griego. Desde muy joven era consciente de las dificultades de coexistir en tal diversidad: los prejuicios y las ideas preconcebidas afloraban repetidamente, enmarañadas además por la incomprensión lingüística. Las clases más populares no podían permitirse una educación en la que se los educara en cuatro o cinco lenguas diferentes y la búsqueda de reafirmación identitaria hacía además que cada grupo tratara de reivindicar su lengua sobre las demás, enrocándose en un sentir comunitario de enfrentamiento con los otros grupos.
Por aquella época, los proyectos nacionales liberales se propagaban por Europa, con Alemania e Italia como referentes. El prestigio de los artistas y pensadores que reivindicaban las lenguas nacionales no dejaba de aumentar y se terminaron de consolidar los Estados nación como unidades políticas indiscutibles de la nueva era histórica.
El entendimiento entre comunidades no era una de las máximas aspiraciones de los nuevos Estados, como se vio más adelante con las dos guerras mundiales. Zamenhof, en el convencimiento de que muchas animadversiones nacían de la incomprensión, consideraba que era necesaria la invención de una lengua universal que hiciera las veces de puente entre los diferentes pueblos para aminorar las hostilidades y facilitar la convivencia.
No es ningún secreto que Zamenhof, que firmaba con el seudónimo de Doctor Esperanto, era un idealista; de hecho, el nombre mismo de la lengua que inventó, el esperanto, significaba literalmente ‘esperanzado’. La simbología que rodea a los esperantistas siempre hace referencia a la esperanza, empezando con el color verde de su bandera. El blanco sobre el que está la estrella alude a las aspiraciones de paz del movimiento y la estrella de cinco puntas busca enfocar a los cinco continentes.
Zamenhof no fue el primero en llevar adelante la idea de cimentar una lengua universal; este ha sido un propósito frecuente desde hace siglos. Platón se planteaba ya cuál era la lengua más cercana al mundo de las ideas y en el siglo II d. C. muchos pensadores dejaron planteado el proyecto de construir una. Más cercano a la época del Dr. Esperanto estaría el volapuk, una lengua inventada por el sacerdote alemán Johann Schleyer en el siglo XIX que tuvo relativo éxito, salvo por sus reticencias a la hora de aceptar modificaciones de sus seguidores, lo que terminó por dispersar a sus hablantes. El volapuk surgía de la simplificación del inglés y del alemán. Zamenhof, como Schleyer, trataba de buscar la simplificación y la facilitación de la lengua. Las normas gramaticales, sintácticas, fonéticas y ortográficas debían ser regulares y repetitivas, de modo que cualquiera con algo de voluntad pudiera aprenderlas.
En la formación del esperanto concedió además importancia a dos principios: el de neutralidad y el de flexibilidad. Frente al volapuk, el esperanto es una lengua abierta a cambios, ya que su creador creía en la evolución natural de las lenguas. En cuanto a la neutralidad, Zamenhof sabía que era importante para la expansión del esperanto que no se asemejara demasiado a ninguna de las lenguas de las naciones hegemónicas; para ello, se esforzó en mezclar las lenguas romances con las germánicas, utilizando también las eslavas, para culminar en un compuesto híbrido.
El primer congreso mundial de esperantistas tuvo lugar en 1905 en una localidad al norte de Francia llamada Bolougne-sur-Mer. Después habría numerosos congresos que congregarían a los hablantes, los cuales, rebosantes de ilusión, pretendían divulgar la que creían lengua de la paz. El esperanto buscaba una expansión horizontal y vertical: vertical, porque quería democratizar los recursos lingüísticos y ser lo suficientemente fácil como para poder ser estudiada en pocos años, llegando así a las clases más bajas, y horizontal en tanto que ambicionaba una expansión planetaria, un idioma con el que cualquier persona de cualquier clase social pudiese comunicarse con otra con la que no compartiese ni estatus ni Estado.
El idealismo bienintencionado de Zamenhof iba a chocar con las atrocidades de la Gran Guerra. El creador del esperanto moriría el año 1917 en Varsovia, tras ser testigo del desencuentro entre sus ideales y la cruenta realidad. Algunos regímenes de la época expresaron explícitamente su rechazo a esta lengua prohibiendo la venta de libros en esperanto y persiguiendo a sus hablantes. Haciendo uso de su simbología, el régimen japonés comparaba a los esperantistas con sandías: verdes por fuera, pero rojos por dentro. En Europa, los nazis llegaron a considerar el esperanto una conspiración judía que exterminar. La II Guerra Mundial y el comienzo de la Guerra Fría iban a terminar de desplazar y arrinconar al movimiento, sepultando también la ideología que lo sustentaba.
Para ampliar: “Atlas de las Utopías”, Le Monde Diplomatique, 2014
El esperanto hoy
Durante el periodo que abarca las dos guerras mundiales y la Guerra Fría, los esperantistas fueron a ratos perseguidos, a ratos ignorados y a ratos criticados por su utópica y trasnochada quimera. El nacionalismo se había terminado imponiendo frente al cosmopolitismo y, aunque algunos socialistas y comunistas se interesaron por esta lengua, que pretendía, como su ideología, ser internacional, la era Stalin terminó por debilitar esta atracción.
La caída de la URSS y la consolidación de Estados Unidos como poder hegemónico han asentado el inglés como lingua franca. Aunque por número de hablantes va después del chino y del español, es innegable que es una lengua puente en la comunicación entre países. En la clasificación de idiomas más hablados estaría primero el mandarín, seguido del español y, en tercer lugar, el inglés. Sin embargo, otras clasificaciones manejan datos por los que, si se considerasen el urdu y el hindi en una misma categoría, como lengua indostánica, esta alcanzaría los 970 millones de hablantes, superando al español y dejando el inglés en cuarto lugar.
En los comienzos del esperanto, el idioma que parecía que iba a rivalizar como lengua internacional era el francés. De hecho, a pesar de que muchas conferencias de esperanto se realizaron en el país galo, el nacionalismo francés veía con recelo el avance de esta lengua, que competiría con el francés como lengua indiscutible de la diplomacia. De Gaulle despreció públicamente a los esperantistas en varias ocasiones.
Los esperantistas niegan que el hecho de que el inglés se haya establecido como lengua predilecta en las relaciones internacionales haya desbancado definitivamente su proyecto y defienden por el contrario que hoy más que nunca es necesaria una lengua universal, neutral y accesible. Este objetivo refleja más un ensueño que una voluntad real, pero lo que sí ha logrado el esperanto es consolidar una red internacional de esperantistas que permanecen en contacto permanente gracias a las nuevas tecnologías. Algunos de ellos presumen de haberse adelantado a la red couchsurfing con Parporta Servo.
Internet ha servido además de plataforma para reavivar muchas de las nociones universalistas dormidas y ha hecho posible acceder a cursos, diccionarios y foros de esta lengua, además de facilitar el intercambio de experiencias culturales relacionadas. Hoy en día, se calcula que la cifra de hablantes llega a los dos millones, pero muchos expertos creen que esta puede aumentar por el fácil acceso que permiten hoy las redes y el relativamente poco tiempo que lleva aprender esta lengua. El número de hablantes ha crecido desde principios del siglo XX muy por encima del de la población mundial, aunque muy lejos de sus expectativas primeras.
Se pueden hacer numerosas críticas al esperanto, en parte entendibles por el contexto en el que se creó como lengua, pero que pesan en su desarrollo y evolución. La primera de ellas es que, aunque pretende ser ‘neutral’, es una lengua desarrollada a partir de las europeas, especialmente a partir de las lenguas romances, germánicas y, en menor medida, eslavas. Las lenguas africanas y asiáticas no se ven, por tanto, representadas de igual forma en esta lengua.
Zamenhof quiso prescindir de las complicadas terminaciones eslavas para buscar una mayor simplicidad, sacrificando para ello la precisión; en esta falta de rigor reside la segunda crítica. En tercer lugar, podría aducirse que, al igual que el latín se transformó en diferentes lenguas que, aunque compartían raíz, fueron evolucionado separadamente, podría ocurrir lo propio con el esperanto. Esta crítica aparece algo debilitada por la existencia de internet, que influye en la desterritorialización de la lengua.
Existe una relación interesante entre lenguaje y globalización, porque da lugar a dos efectos aparentemente contrapuestos: la desterritorialización y la reterritorialización. Se difuminan las ideas, tan fijadas, de que a un territorio le corresponde una experiencia cultural concreta, una identidad. Los avances en materia de comunicación y transporte vacían de sentido esta lógica transformando la experiencia cultural de los territorios. Entran en juego dinámicas contradictorias propias de la globalización, a saber, la homogeneización a la vez que se celebra y se fomenta la diferenciación a nivel local.
Esta desterritorialización puede tener tanto efectos positivos como negativos para el esperanto, aunque este, al no ser nativo de ningún lugar, nunca ha estado propiamente territorializado. A su alrededor se ha creado una cultura con artistas que disfrutan con esta lengua y escriben canciones, libros, poesías… Aquí merece la pena señalar que Zamenhof escribió libros y poesía en esperanto, algo que para muchos expertos supuso la materialización y relativo éxito de su proyecto frente a otros que aspiraban también a la universalización. El hecho de que utilizara la lengua sirvió como testimonio de que podía darle vida más allá de los manuales y normas teóricas. No puede decirse que el esperanto triunfara: no se ha convertido en un idioma universal ni muchos menos ha conseguido un entorno mundial de armonía y paz. Pero sí puede decirse que es la lengua inventada que más éxito ha tenido.
El legado aletargado del Dr. Esperanto
El esperanto nunca buscó convertirse en un lenguaje nativo —aunque hay algunos cientos de familias que enseñan a sus hijos esperanto como lengua materna—, sino que pretendía ser la segunda opción predilecta para que la humanidad se pudiera entender. Zamenhof era defensor de la diversidad, como se demuestra en las cartas que escribió poco antes de morir y durante la Gran Guerra, en las que pedía a los diplomáticos que se esforzaran por proteger a las minorías y promover la tolerancia en aras de lograr una paz duradera.
Es absurdo entender la lengua como un ente al margen de lo social, una estructura inventada cuyas dinámicas van por libre. Es imposible separar lo lingüístico de lo social, y quizá la supervivencia del esperanto haya tenido mucho que ver con la filosofía y el corpus teórico que conlleva hablarlo: saber esperanto es, a fin de cuentas, una postura ideológica. He aquí la respuesta a por qué alguien estudiaría hoy esperanto, habiéndose consolidado el inglés como lengua internacional predilecta.
Curiosamente, encontramos otra imagen bíblica que hace referencia a la lengua: Dios concedió al Espíritu Santo el don de lenguas para difundir la palabra divina. El esperanto era quizá la reinterpretación terrenal de este mito, siendo la humanidad la mensajera y la paz, el mensaje.
[Canción: Himno del esperanto - fuente: www.elordenmundial.com]
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