La muestra "200 años: pasado, presente y
futuro" instalada hasta diciembre como parte de las celebraciones del
bicentenario de la independencia, reflexiona a través del trabajo de 50
artistas, desde el siglo XVIII a la actualidad.
Dispuesta en los 1700 metros cuadrados definidos por tres grandes salas en el sexto piso del CCK, la exposición inaugurada hoy "recorre 200 años de historia argentina desde una mirada artística contemporánea que permite repensar los núcleos que nos definen como sociedad", dijo a Télam la directora de Artes Visuales, Gabriela Urtiaga.
Son más de 50 artistas que vienen de la pintura, la escultura, el video, la performance, la instalación, el cine y la fotografía, cuyos trabajos fueron distribuidos en ocho espacios que dialogan entre sí a través de cuatro ejes.
Se trata de "Paisaje y territorio", curado por la crítica Ana María Battitozzi; "Identidad", trabajado por Marcos López en colectivo con otros 30 artistas; "Encuentros", un cruce de instalaciones entre Alberto Passolini y Pablo La Padula; y "Futuro", espacio que inaugurará dentro de dos semanas el curador Rodrigo Alonso.
Sara Facio, Nicola Costantino, Eduardo Stupía, Daniel Santoro, Luis Felipe Noé, los Mongongo, Charlie Nijenshon, Alfredo Prior, Marcelo Pombo, Alberto Passolini, Pablo La Padula, Facundo de Zuviría, Jacques Bedel, Mónica Millán, Fermín Eguía, Eduardo Grossman, Ernesto Ballesteros, Juan Travnik y Matías Duville son algunos de los artistas convocados en el antiguo edificio de correos que ocupa la manzana de Sarmiento, Corrientes y Alem.
La obra más antigua es el punto de partida para el espacio dedicado al territorio, se trata de la reproducción de una de las primeras vistas de Buenos Aires, realizada en el siglo XVIII por Fernando Brambila, uno de los tantos "artistas exploradores" que enviaban las coronas a América para documentar los nuevos territorios.
"Las primeras vistas de territorio fueron doblemente extranjeras", señala Battistozzi -crítica, docente y licenciada en Historia del Arte-, sobre la condición de quienes representaban esos paisajes a mano alzada para ser estudiados en Europa y la curiosidad.
"El paisaje por sí mismo supone una situación de extrañeza respecto a la naturaleza, nadie se acerca a representarlo si se siente parte", indica la curadora.
El objetivo de ese espacio es "mostrar cómo el arte contemporáneo, desde distintos lugares y soportes, fue polemizando con los modelos de representación legitimados en Europa, cómo se fue alejando y cómo construyó sus propias formas de referirse al paisaje".
Son más de 50 artistas que vienen de la pintura, la escultura, el video, la performance, la instalación, el cine y la fotografía, cuyos trabajos fueron distribuidos en ocho espacios que dialogan entre sí a través de cuatro ejes.
Se trata de "Paisaje y territorio", curado por la crítica Ana María Battitozzi; "Identidad", trabajado por Marcos López en colectivo con otros 30 artistas; "Encuentros", un cruce de instalaciones entre Alberto Passolini y Pablo La Padula; y "Futuro", espacio que inaugurará dentro de dos semanas el curador Rodrigo Alonso.
Sara Facio, Nicola Costantino, Eduardo Stupía, Daniel Santoro, Luis Felipe Noé, los Mongongo, Charlie Nijenshon, Alfredo Prior, Marcelo Pombo, Alberto Passolini, Pablo La Padula, Facundo de Zuviría, Jacques Bedel, Mónica Millán, Fermín Eguía, Eduardo Grossman, Ernesto Ballesteros, Juan Travnik y Matías Duville son algunos de los artistas convocados en el antiguo edificio de correos que ocupa la manzana de Sarmiento, Corrientes y Alem.
La obra más antigua es el punto de partida para el espacio dedicado al territorio, se trata de la reproducción de una de las primeras vistas de Buenos Aires, realizada en el siglo XVIII por Fernando Brambila, uno de los tantos "artistas exploradores" que enviaban las coronas a América para documentar los nuevos territorios.
"Las primeras vistas de territorio fueron doblemente extranjeras", señala Battistozzi -crítica, docente y licenciada en Historia del Arte-, sobre la condición de quienes representaban esos paisajes a mano alzada para ser estudiados en Europa y la curiosidad.
"El paisaje por sí mismo supone una situación de extrañeza respecto a la naturaleza, nadie se acerca a representarlo si se siente parte", indica la curadora.
El objetivo de ese espacio es "mostrar cómo el arte contemporáneo, desde distintos lugares y soportes, fue polemizando con los modelos de representación legitimados en Europa, cómo se fue alejando y cómo construyó sus propias formas de referirse al paisaje".
Se inauguró la muestra 200 años: Pasado, Presente y Futuro en el CCK
Así, una vista urbana de las primeras luces de la Plaza de Mayo, en 1856, rescatada del Archivo general de la Nación, se resignifica en los fotogramas de exposición prolongada que tomó Pablo Zicarello en el mismo territorio en la actualidad ("Vertical journey") o en las "Luces cegadas" de Ernesto Ballesteros, quien fotografía puntos de la ciudad y funde a negro los focos que aparecen en la imagen.
En tanto que a un lado, en una de las dos pequeñas salas que albergan las instalaciones, Andrés Paredes recrea cuevas de mariposas de su Misiones natal en etéreas construcciones de adobe que permiten el ingreso de los visitantes.
@fotoI@" Una forma de paisaje próximo", señala Battistozzi, un mundo entre mágico y onírico de aromas extraños, semipenumbra, mariposas de la colección personal del artista, cráneos de animales y piedras semipreciosas que "pone en evidencia otros modos de ver".
El paisaje como sentimiento íntimo, alejado de lo espectacular, conforma otro núcleo de este espacio, "en ellos subsiste una cosa entrañable y familiar alejada del tono promocional", dice Battistozzi frente a una gran fotografía de las playas de Claromecó: "Sin adorno, pero con efectividad".
A eso se suman la recolección de tierras de suelo argentino dispuesta por Teresa Pereda en unos recipientes transparentes, "Tilcara, La Rioja, San Juan, Neuquén, Catamarca... la diversidad del territorio traducida en color", contrastada con un fragmento de bosque helado, de un mural realizado por Hernán Salamanco sobre chapas de carteles de "se vende", que recogió durante la crisis socio económica de 2001.
Mientras que unas vitrinas rescatan las firmas de "artistas de domingo", los que pintaban por hobby, cortadas de lienzos de paisajes recuperados en casas de antigüedades; y un apartado de Nijenshon invita a reflexionar "sobre la naturaleza afectada por la tecnología y el temor a que termine invalidándola".
Por otra parte, dentro del eje "Encuentros", Lapadula trabajó sobre la conformación de una cartografía coleccionista argentina, como parte de su memoria y entramado cultural, montaje que dialoga con la instalación de Passolini.
Con ironía y humor este artista cuestiona la mirada extranjera del paisaje argentino montando, entre otras piezas, un rancho de paja y adobe cuya ventana se confunde con una de las ventanas del antiguo Correo Argentino, cruza tiempo y espacio, y a un lado del catre, el fogón y la inmensa pava de hierro, deja ver el Luna Park, los condominios de Puerto Madero y el Río.
Por otra parte, para Marcos López la propuesta "excede el límite de la curaduría y se transforma sin querer en la acción misma".
"Es como un work in progress permanente -asegura el artista- que hace dialogar artesanía, fotografía y clásicos: Kuitca, Berni, Gauchito Gil, revista Gente, Borges, Marilyn, Bauhaus y aborígenes del chaco rasados por la cultura popular a un mismo nivel", grafica.
"Se puede decir que la muestra está inspirada en la poética de Luca Prodan, músico italiano que cantaba en inglés sobre Malvinas en los 80 mientras vivía en Argentina", indica López.
"Eso da la pauta de que la identidad argentina es un remix en constante cambio", afirma, lo cual podría verse reflejado en la instalación, que no descarta tenga cambios hasta llegar a diciembre.
"La idea de que identidad muta tiene que ver con el concepto budista de impermanencia y la insensatez de intentar representarla, con la concepción musulmana del Corán de no representación, pero lo pongo en práctica desde un opuesto: la sobresignificación del ícono que tiende a anularlo", señala.
"Es un absurdo buscarle una imagen a la identidad nacional: los chicos zambianos que venden anteojos en Corrientes o los haitianos que venden anillos en Córdoba y Pueyrredón se van a casar con nietas de dueños de supermercados chinos y van a formar una nueva identidad", concluye.
En tanto que a un lado, en una de las dos pequeñas salas que albergan las instalaciones, Andrés Paredes recrea cuevas de mariposas de su Misiones natal en etéreas construcciones de adobe que permiten el ingreso de los visitantes.
@fotoI@" Una forma de paisaje próximo", señala Battistozzi, un mundo entre mágico y onírico de aromas extraños, semipenumbra, mariposas de la colección personal del artista, cráneos de animales y piedras semipreciosas que "pone en evidencia otros modos de ver".
El paisaje como sentimiento íntimo, alejado de lo espectacular, conforma otro núcleo de este espacio, "en ellos subsiste una cosa entrañable y familiar alejada del tono promocional", dice Battistozzi frente a una gran fotografía de las playas de Claromecó: "Sin adorno, pero con efectividad".
A eso se suman la recolección de tierras de suelo argentino dispuesta por Teresa Pereda en unos recipientes transparentes, "Tilcara, La Rioja, San Juan, Neuquén, Catamarca... la diversidad del territorio traducida en color", contrastada con un fragmento de bosque helado, de un mural realizado por Hernán Salamanco sobre chapas de carteles de "se vende", que recogió durante la crisis socio económica de 2001.
Mientras que unas vitrinas rescatan las firmas de "artistas de domingo", los que pintaban por hobby, cortadas de lienzos de paisajes recuperados en casas de antigüedades; y un apartado de Nijenshon invita a reflexionar "sobre la naturaleza afectada por la tecnología y el temor a que termine invalidándola".
Por otra parte, dentro del eje "Encuentros", Lapadula trabajó sobre la conformación de una cartografía coleccionista argentina, como parte de su memoria y entramado cultural, montaje que dialoga con la instalación de Passolini.
Con ironía y humor este artista cuestiona la mirada extranjera del paisaje argentino montando, entre otras piezas, un rancho de paja y adobe cuya ventana se confunde con una de las ventanas del antiguo Correo Argentino, cruza tiempo y espacio, y a un lado del catre, el fogón y la inmensa pava de hierro, deja ver el Luna Park, los condominios de Puerto Madero y el Río.
Por otra parte, para Marcos López la propuesta "excede el límite de la curaduría y se transforma sin querer en la acción misma".
"Es como un work in progress permanente -asegura el artista- que hace dialogar artesanía, fotografía y clásicos: Kuitca, Berni, Gauchito Gil, revista Gente, Borges, Marilyn, Bauhaus y aborígenes del chaco rasados por la cultura popular a un mismo nivel", grafica.
"Se puede decir que la muestra está inspirada en la poética de Luca Prodan, músico italiano que cantaba en inglés sobre Malvinas en los 80 mientras vivía en Argentina", indica López.
"Eso da la pauta de que la identidad argentina es un remix en constante cambio", afirma, lo cual podría verse reflejado en la instalación, que no descarta tenga cambios hasta llegar a diciembre.
"La idea de que identidad muta tiene que ver con el concepto budista de impermanencia y la insensatez de intentar representarla, con la concepción musulmana del Corán de no representación, pero lo pongo en práctica desde un opuesto: la sobresignificación del ícono que tiende a anularlo", señala.
"Es un absurdo buscarle una imagen a la identidad nacional: los chicos zambianos que venden anteojos en Corrientes o los haitianos que venden anillos en Córdoba y Pueyrredón se van a casar con nietas de dueños de supermercados chinos y van a formar una nueva identidad", concluye.
[Fuente: www.telam.com.ar]
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