El
Telescopio entrevistó a Julio Cobelli, guitarrista de destacadísima
trayectoria conocido principalmente por su trabajo junto al cantor
uruguayo Alfredo Zitarrosa. Sus comienzo, anécdotas de vida, su reconocida faceta de docente y sus pasos actuales en esta riquísima entrevista.
Hoy en día sos un referente para todos los guitarristas. ¿Cómo fue que te acercaste por primera vez a una guitarra?
Voy
a contar algo que es bastante raro pero es así: a mí no me gustaba la
guitarra. Mi papá, que tocaba y cantaba, le daba clases a un señor. Yo
tendría 12 o 13 años y él me llevaba, y mientras le daba la clase yo me
quedaba ahí, pensando en otras cosas. No me interesaba, o por lo menos
yo creía que no me interesaba, pero mi oído lo iba adquiriendo sin
querer. Como a los 14 años estábamos en el rancho de un tío mío en
Pando, en una de esas tantas comidas con cantarolas, y mi padre me puso
la guitarra y me enseñó tres tonos, un La, un Mi y un Si, en ritmo de
valsesito. Yo salí tocando eso de ese rancho. Y a partir de ahí no paré
más de tocar la guitarra. Aún conservo esa guitarra, pese a que mi padre
no está físicamente.
¿Es cierto que a los 18 años ya tocabas con Zitarrosa?
Sí,
pero antes pasaron otras cosas. Mi papá me enseñó a tocar milonga,
vals, cifra, todos esos estilos que se cultivaban mucho y ahora no
tanto. Allá como a los 16 años me mandó con el payador Walter Apesetche,
que no daba clases pero aceptó porque era amigo de mi padre. Ahí
aprendí a tocar con la púa, porque yo tocaba con la mano antes. Un día,
como a los tres meses de haber empezado esas clases, Apesetche me pidió
que le dijera a mi padre que quería hablar con él. Fui a mi casa y le
dije. Fuimos a su casa y el payador le dice a mi padre: “Mire, don Floro
Cobelli, a su hijo no le voy a dar más clases”, ante lo cual
preguntamos qué había pasado, y Apesetche le dice: “Yo le estoy robando
la plata a usted, porque su hijo toca más que yo”.
A
partir de ahí empecé a tocar en un trío con Walter Apesetche y Alfredo
Presa. Comenzamos a grabar discos de milongas, temas que hoy son muy
conocidos. Un día, nos llegó una citación para grabar un disco de tango
con Washinton Gatti, en el año 1969. Era todo nuevo para mí, yo iba
aprendiendo repertorio de tangos, milongas, todo de memoria, no como hoy
que los muchachos pueden filmar todo y guardarlo. Yo hoy escucho un
disco y te puedo decir, ahí toca fulano, zutano o mengano. Uno le
conoce la forma de los arreglos, el sonido, pero en ese momento, como yo
era un guitarrista nuevo, no me conocían. Cuando estuvo el disco
pronto, Gatti se lo mostró al guitarrista Hilario Pérez para que
adivinara quiénes habían tocado. Enseguida sacó a Apesetche y a Presa,
pero a mí no. A raíz de eso, Pérez me vino a buscar para tocar con él y
luego de eso comencé a tocar con Alfredo Zitarrosa. Yo tenía 18 años.
¿Cuánto tiempo tocaste con Zitarrosa?
Paralelamente
también acompañaba a otros cantantes, por ejemplo a Raúl Soler,
recientemente fallecido. Yo lo acompañaba solo, con mi guitarra. Tocaba
en cafés, en La Cumparsita, en Teluria, había más lugares. Fue una época
muy fermental, y para entrar en ese ambiente tenías que ser bueno. Con
Alfredo empecé en el año 70 y estuve hasta el 73, cuando se fue, y
retomé en el 84, cuando volvió. En el medio corrió mucha agua debajo del
puente.
¿Pudiste vivir solo de tocar la guitarra?
Generalmente
siempre viví de la guitarra, pero hubo una etapa personal, familiar, en
la que mi señora estuvo muy mal de salud y entonces tuve que trabajar.
Trabajé en el taxi y en algunas otras cosas, como chofer. Ahora ya hace
muchos años que solo me dedico a la música, cosa que acá no es fácil.
“Pepe”
Guerra decía que la generación de ustedes tuvo testarudez al empezar a
tocar, porque si dejabas guiar por las negaciones abandonabas enseguida
Tal
vez en aquella época había más trabajo, más lugares, más guitarristas,
todo. Acá en el año 70 habían dos o tres grupos con guitarras, yo tocaba
con el de Zitarrosa, pero estaba Mario Núñez, Ciro Pérez. Hoy no hay grupos así en el Uruguay.
Tenés una forma muy particular de agarrar la guitarra, sin colgante, y tu toque destaca por usar la púa.
Hay
toda una historia detrás de eso. Hace más de 40 años se tocaba parado,
con colgante, el que se enganchaba en la boca de la guitarra, luego
surgió el que se engancha atrás, que es mucho más cómodo. En la época de
Gardel tocaban sentados, cuando yo empecé a tocar se tocaba parados, y
ahora tocan sentados otra vez. En cuanto al sonido te diré que el sonido
“Zitarrosa” no lo tenemos muchos. Por ejemplo
Eduardo “Toto” Méndez, que tocó conmigo junto a Alfredo, tiene ese
sonido que también tengo yo, pero el sonido “Zitarrosa” lo daba el propio Alfredo Zitarrosa,
porque el tipo de arreglos que planteaba era así. Él lo pedía y
nosotros lo concretábamos. Eso te crea un sistema de arreglos que es
inconfundible. Hoy en día, cuando grabo milongas, hay mucho de lo que
toco que se parece a ese sonido, pero no es porque quiera sino porque a
esta altura lo llevo adentro.
Vos no te tuviste que ir del país, pero has viajado muchísimo.
He tenido esa suerte, gracias a la guitarra. Como se dice comúnmente, viajo con la guitarra, paseo y me pagan. Viajé mucho con Zitarrosa,
por supuesto, y luego con el tango. Fijate que por el año 2003 fui a
tocar tango a Angola. Visité Francia, México, muchos países de Europa.
De todos esos países, ¿en cuál te ha sorprendido más el recibimiento del tango o el folclore?
Casi
siempre nos recibieron mejor con el tango, por ejemplo con algún
cantante como Leo Urrutia. Lo que pasa es que en Europa tenés que cantar
las cosas de Gardel, porque es lo que la gente de allá conoce, por
ejemplo “Volver”, “El día que me quieras”, etc., pero digamos así, hay
tres escalones sobre lo que se genera con el tango allá: lo primero es
el baile, eso atrae mucha gente, en segundo lugar la música instrumental
y en tercer lugar la música cantada. Yo tengo un amigo en Holanda,
Gustavo Pasos, que me llevó a tocar varias veces, y muchas de ellas
toque milongas, milongas de acá. A la gente le gusta porque es algo
distinto, pero lo escuchan con mucha atención porque son muy
respetuosos.
Otra de tus partes fuertes es la docencia.
Eso
se dio solo, nunca pensé en dar clases de guitarra, porque yo soy
guitarrista de oído, no sé escribir música. Un amigo me decía que yo sé
música, aunque no la sepa escribir de la forma clásica, porque ya con
tantos años en esto uno ejercita la memoria, es un oficio. Inclusive en
aquella época, aunque pagaras, no había uno de los grandes guitarristas
que te enseñara. De los populares digo, estaban los clásicos como Abel
Carlevaro, claro. Fueron apareciendo chicos que querían aprender, que ya
tocaban, y se dio. Yo les digo en las clases, la guitarra se agarra
así, la mano se pone así, pero no aprenden solo de lo que les muestro:
también aprenden de lo que les cuento. Les digo cómo se hace para
acompañar un cantor, qué hay que mirar, qué hay que tener en cuenta.
Los que van contigo generalmente ya saben tocar, pero quieren aprender tus formas, tus piques
Claro,
ya tocan, pero quieren tocar el tango, que es algo muy difícil. En
aquella época no salían tantos guitarristas, fijate que el más joven de
esa generación sigo siendo yo. El “Toto” Méndez, que es de Tacuarembó,
me lleva un año. En cambio, ahora hay varios guitarristas, como Nicolás
Ibarburu -que es un capo, aunque toca otro tipo de música-, Guzmán
Mendaro, Poly Rodríguez, los Ricacosa, todos han aprendido tango
conmigo. Hoy lo pueden filmar y ver, el modernismo ayuda mucho más de lo
que nos ayudaba a nosotros antes. Había que mirar y “robar” los acordes
de memoria, mirando. Como siempre, hay algunos que vienen y me
preguntan con cuántos tangos de memoria pueden salir a tocar, y yo les
digo que ni con 20 ni con 40, porque vos aprendés diez tangos y un
cantante lo hace en un tono, otro en otro tono, y te mata. Cuando yo les
digo “esto se toca así”, no es porque a mí se me ocurra, es porque lo
aprendí tocando con los más grandes y sé que es así. Yo estoy encantado
de poderles dar una mano y enseñarles mi parte. Luego ellos le darán su
estilo, pero primero hay que saber el camino.
Eso debe ser algo muy reconfortante para vos.
Totalmente,
aparte tengo la suerte de que me quieren mucho. Cuando Guzmán Mendaro
me invita para tocar con él “La Cumparsita” y otro tema que yo grabé con
Hereford en el disco Ruido, habían unas 2000 personas en el Cine
Plaza, entré a tocar pensando que nadie me iba a decir nada, y muchos
muchachos jóvenes me gritaban y me saludaban. Creo que todo esto ha dado
pie también a que gente famosa como Jaime Roos o Rubén Rada empezaran a
hacer tango, en base a los alumnos míos que tocan con ellos. Si soy un
poco responsable de eso me pondría muy contento.
¿Si algún artista no te gusta, lo acompañarías aunque te pague bien?
Hago
como el dicho, me reservo el derecho de admisión. Hay gente que me
quiere pagar y no acompaño porque no me interesa, porque creo que tengo
el derecho a hacerlo. Hay gente que quiere grabar con Cobelli porque
tiene la plata, pero no saben cantar, es para decir: "Mirá con quien
grabé". Que nadie se ofenda, pero es así. Tiene que haber un mínimo
indispensable de calidad, esas cosas no se ganan fácilmente, por algo
hace casi 47 años que estoy en esto, entonces no puedo arriesgarlo por
tener unos pesos más o menos. Uno lo que más quiere es poder
transmitirle estas cosas a los muchachos, que a su vez se las van a ir
pasando a las futuras generaciones, pero que lo hagan bien. Es la única
forma de que el tango perdure, ahora que dicen que el tango se está
muriendo. Yo creo que no es así, pienso que hay gente que quiere
matarlo. Tenemos que luchar para que eso no pase y tampoco con el resto
de la música en general.
[Foto: Eduardo
Keuchkerián
- fuente: www.eltelescopio.com.uy]
Sem comentários:
Enviar um comentário