Un día se hastiaron las sirenas de los crepúsculos
marinos
y de la agonía de los erráticos nautas. Y se
convirtieron en mujeres, las terribles enemigas de los hombres.
Julio Torri
Las sirenas representan todo un misterio
en el imaginario popular. La visión que se tiene de ellas resulta tan variada
como la que se tiene del mundo femenino. Una mujer es un mundo complejo, un
universo incomprensible lleno de misterios. Al menos eso es lo que dice un buen
número del género contrario. ¿Por qué la nota anterior? Javier Perucho,
mexicano, editor, ensayista e historiador de la minificción, nos deleita con un
sirenario que da cuenta de las diferentes manifestaciones de la sirena en la
narrativa brevísima de Hispanoamérica de los siglos XX y XXI: La pesca mínima. En este sentido, sirenas
y mujeres tal vez resulten más misteriosas y fascinantes en la medida en que más
se sabe de ellas. Algo de eso nos dice Leo Mendoza (México) en “La pesca de
sirenas”:
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La música de las sirenas |
Para
capturar una sirena no hace falta devanarse mucho los sesos. Quienes se dedican
a cazarlas lo saben, aunque se niegan a revelar sus secretos. Yo no. El truco es
muy sencillo: como ellas encantan con su voz, la vista es su punto débil y por
ahí hay que encandilarlas. Por ello, cada inicio de temporada, los pescadores
de sirenas se proveen de los últimos catálogos de moda, zapatos y cosméticos y
aun de algunas muestras de lencería colombiana de encaje. Esto no solo asegura
una buena pesca sino también, en muchas ocasiones, excelentes matrimonios.
Perucho agrupó algunos relatos muy breves
en sintonía con su pasión: las sirenas. Sin embargo, terminamos viendo
peculiares coincidencias entre ellas y nosotras, las mujeres. Es innegable que
la voz femenina surge en algún punto y se erige para decir: aquí también hay
una mujer. Bien lo confirma Julio Torri en uno de los textos usado como epígrafes
del libro del autor mexicano y del texto que aquí nos ocupa: Un día se hastiaron las sirenas de los crepúsculos
marinos y de la agonía de los erráticos nautas. Y se convirtieron en mujeres,
las terribles enemigas de los hombres. ¿Sirenas convertidas en mujeres? ¿Mujeres
con visos de sirenas? O como el mismo Torri lo dice en ese breve texto, la figura
femenina, principal enemigo del hombre.
Las sirenas de este libro frecuentan los
espacios con intenciones diversas: encantar hombres tontos, felices, ingenuos,
y tantos o más adjetivos. Atormentarlos, convertirlos en piltrafas; hacerlos
sentir ganadores, como el Don Julián de “Sirenas”, del uruguayo Eduardo
Galeano, por ejemplo, quien cree engañar a las sirenas, espantarlas; pero
fueron ellas quienes terminaron por ganar la partida:
…
Julián, Julián, Julián, cantaban las voces, como siempre. Y como siempre don
Julián se inclinó ante las aguas, donde ondulaban los reflejos rojizos de las
intrusas, y abrió la boca para entonar sus infalibles contracantos. /Pero no
pudo. Esta vez, no pudo. / Su cuerpo, abandonado por la música, apareció
flotando a la deriva entre islas.
Ahora bien, entre estas sirenas, también
encontramos a las que reflexionan acerca de su propia condición y se comparan
con algo de la otra parte de su cuerpo: la humana, la que en ocasiones podría
hacerla sentir medio mujer o mujer completa. El texto Extremas, de la argentina Sandra Bianchi así lo demuestra:
Es
sutil y misteriosa. La veo sentada en una gran roca, tan abstracta y femenina,
con su larga cabellera rubia. La veo mirando la inmensidad del mar, que es su
casa. Conoce cada lecho de aguas, cada pozo, cada ola. Me pregunto si tiene
nostalgia de ser humano o es feliz con su cola de escamas brillando al sol. /
Me mira, cree que soy misteriosa. Me ve parada en la costa, tan concreta y
femenina, con mi larga cabellera negra. Me ve mirando la inmensidad del mar,
que también es mi casa. Conozco cada acto fallido, cada negación, cada lapsus.
Se pregunta si tengo nostalgia de ser sirena o si soy feliz con mis piernas
torneadas dorándose al sol.
Aunque las sirenas de Perucho fueron
creadas por otros, es él mismo quien las elige y nos las presenta en este
maravilloso libro. Ellas representan roles que en otras historias (de la ficción
o no) pertenecen a roles femeninos: brujas, amantes, esposas, doncellas; todas
con alma femenina, porque, al fin y al cabo, en el mundo también han existido
todos estos papeles representados por mujeres. La “Sirena”, del colombiano Esteban Dublín, así lo afirma, cuando un marino
retirado decide quedarse retirado con una sirena en una isla:
…
La primera vez que la vi, temí que me embrujara con su canto, pero al
conocerla, comprendí que la advertencia de Circe no era más que un mito. Ambos
renunciamos a nuestros mundos; yo, a la mujer que me esperaba en casa, y ella, a
los cientos de tritones que la pretendían…
En esta antología, el recurso de la sirena
es el principal; pero que no nos engañen: estos seres terminan siendo más humanos
que cualquiera de nosotras las mujeres, que no cantamos para encantar, que no
volamos en escobas nocturnas, ni vivimos entre lo anfibio y lo humano; pero que
podemos encantar y seducir por otras vías, mucho más cercanas a nuestra
realidad terrenal, y a nuestra realidad del mundo femenino; e incluso, al lado
oscuro de la especie humana. En “Sirenas”, del mexicano Margarito Cuéllar,
podemos visualizarlo con más claridad:
Una
amante es una especie de moderna sirena. Te colma de halagos, endulza tu oído –
como al calor del vino lo hace la sirena con el navegante-. Sus manos suaves y
violentas matan el rencor y siembran la alegría. Una vez que sucumbes, olvida
tu dinero, incluso tu vida.
En cada sirena de este libro, hay una voz
femenina que también se articula con el lector; a veces con un sentido lúdico,
a veces con un sentido algo sardónico. Y si miramos más allá, podríamos pensar
que estas sirenas de Torri, Vizcaíno, García Márquez, Ramos Sucre, Giménez Emán,
entre otros, utilizan a las sirenas como personajes para representar varios de los
escenarios de la vida misma, esa donde las sirenas solo existen en el
imaginario popular. Las sirenas de Perucho cantan, y es el propio lector quien
les pondrá su propia música.
Geraudí
González
[Fuente: colofonrevistaliteraria.blogspot.com]
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