Por Pablo Vázquez Gómez
Guionista y articulista
Debido a que la figura de este compositor está en este momento en alza y cada vez surgen más preguntas sobre su estilo, y por todos aquellos que defienden su importancia como autor clásico y en la música de este siglo (entre los que me incluyo) va este artículo.
Wim Mertens es uno de esos compositores de incalculable genialidad que son toda una “rara avis” hoy en día, por permanecer fieles a su estilo y que, tras tener un gigante exitazo comercial, se dedican a cultivar el Arte sin importarle la audiencia a quien va destinada Prueba de ello es que, tras bombazos como “Close cover”, o “Struggle for pleasure”, sigue lanzando al mercado obras como son sus ciclos circulares “Alle Dinghe” (7 cds, 1991), “Gave van niets” (10 cds, 1994), “Kere Weerom” (7 cds, 2000), o, la última, “Aren Lezen” (14 cds, 2001).
Pero... el problema de Mertens, al igual que el de muchas otras genialidades sonoras actuales, es el tener que enfrentarse a ciertos sectores retrógrados del mundo clásico que parecen tener por norma aceptar solo aquellas obras “inaudibles” para los no músicos (a pesar de que la mayoría de los que las defienden con intolerancia ni lo son), y cerrarse en banda a la hora de escuchar maravillas como esta.
Ciertos capítulos de la carrera de Mertens no le han ayudado tampoco mucho a la hora de defender su denominación clásica. Algunos, como la reedición en el sello americano Windham Hill de dos de sus cds de renombre, “Close cover” (en el año 1986), y “Whisper me” (en el 88), es un ejemplo. Pero esto no viene a ser más que una simple anécdota, ya que fue un mero aprovechamiento por parte de esta casa discográfica, tras ver la grandísima acogida del público norteamericano en sus conciertos en Chicago y Los Ángeles allá por los años 80, y pronto se dieron cuenta de que el músico seguía fiel a su estilo más antiindustrial y que no dejaría su discográfica de toda la vida, Les disques du crépuscule, a la que ha revitalizado de manera sorprendente con sus discos.
Otro ejemplo más es el de un error cometido a la hora de definirse debido a su gran humildad. En una ocasión dijo que él hacia música solo por divertimento (como el título de uno de sus álbumes), y que, siendo un auténtico fan de las nuevas tendencias clásicas y de los minimalistas Glass, Nyman (que prologó su libro “American minimal music”), Reich, etc., su música se podía definir como una especie de “refrito” de todos ellos.
Cosa que no es del todo cierta, ya que, si bien Mertens es un auténtico conocedor y teórico de la música, tiene un estilo propio que no pierde autenticidad ni identidad, y que se diferencia fácilmente de todos ellos, porque sus influencias no le dominan, siendo el compositor más “populoso” y por lo tanto, el que más pasiones y amores levanta entre sus seguidores (y eso que tampoco sus conciertos fuera de los auditorios son bien considerados).
Sobre esta obra (“Jérémiades”), cabe decir que es de los discos más clásicos y anticomerciales del autor, pero que para muchos es ya la mejor de su carrera y toda una muestra de maestría musical única, una obra maestra.
BIOGRAFÍA:
Wim Mertens nació en la Bélgica francófona, Neerpelt, en 1953. La pasión musical le viene de familia, ya que su padre, Henry Mertens, también ejerció de músico y fue quien inculcó a sus hijos en esta profesión. Estudió Ciencias Sociales y Musicología en las Universidades de Leuven y Gent. Para esta última titulación escribió un trabajo de fin de carrera que, curiosamente, se ha convertido en una guía imprescindible para la actualidad clásica, “American minimal music” (Música minimalista americana), de 1981, que supuso un gran éxito (aunque no discográfico) para el compositor flamenco. Su contacto con la música no llegaría hasta más tarde, ya que, en un principio, desde 1978, estuvo trabajando como productor de programas musicales de la BRT, una cadena de televisión belga, en donde consiguió que pasaran los músicos más importantes y sus favoritos. Su relación con la música era poco más que aficionada, ya que sus únicos “conciertos” eran para sus amigos de Les disques du crépuscule, en fiestas privadas. Fueron ellos quienes le pidieron que grabase, ya que él nunca quiso, junto su amigo y compañero en la radio belga (con el que trabajaba en el programa “Funky town”) Gust de Meyer, con el que funda el grupo Soft Verdict en 1981. En el año 1982 es cuando empieza su periplo discográfico, con el lanzamiento del primero de 36 discos, “For amusement only”, una pieza electrónica puramente experimental donde se entremezclan sonidos de “pinballs” con otros instrumentos, después de otro disco un tanto desapercibido y del mismo año, “At home, not at home”, reeditado en el 2001.
Sus trabajos de esta época con el grupo están basados todos ellos en la experimentación, y primero fueron presentados bajo el seudónimo de esta formación, junto a otros como “Vergessen” (1982), el archiconocido “Close cover” (1983), “Struggle for pleasure” (1983 , sus dos primeros puntazos, ya mencionados, y que son clásicos del artista), y “A visiting card” (1984), aunque años después todos estos discos serían relanzados con el nombre del compositor. No es hasta el año 1985 cuando comienza su andadura en solitario. De aquí (esta grabación fue primero presentada con el nombre del grupo) es todo un hito para la clásica “Maximizing the audience”, en donde Mertens, cogiendo el “score” de un programa televisivo y dándole un toque religioso, consigue hacer un magnifica grabación. No solo es peculiar por esto, sino también porque es aquí donde aparece la voz del autor usada en falsete y recitando cánticos ininteligibles y sin sentido aparente. ¿La razón? Son palabras de musicología, que riman con la música que toca y que hacen que suene todavía mejor (a la escucha está).
Además de éste, los otros álbumes de piano y voz del artista son “A man of no fortune and with a name to come” (1986), “After virtue” (1988), “Strategie de la rupture” (1991), “Epic that never was” (1994), el aquí comentado “Jérémiades” (1995), y “Der heisse brei” (2000).
El resto de sus trabajos, ninguno con desperdicio, son: “Instrumental songs” (1986), “Educes me” (1987), “Motives for writings” (1989), “No testament” (1990), “Hufhuf” (1991), “Hufnice” (1992), “Shot and echo” (1993), “A sense of place” (1993), “Jardin clos” (1996), “As hay in the sun” (1996), “Sin embargo” (1997, un regreso a otro instrumento donde guarda un fiel dominio: la guitarra), “Integer valor” (1998), “In 3 or 4 days” (1998), “And bring you back” (1998), todos ellos unidos a los recopilatorios y discos retrospectivos que recogen toda su carrera (¡esto sí es un músico prolífico!, y lo más difícil, con calidad).
Aparte quedan sus pocas colaboraciones para películas, de las que la más famosa es “El vientre del arquitecto” (1987), la primera, hecha para la película de Peter Greenaway, donde tan solo aparecen 2 temas nuevos. Junto a esta, están 4 más: la cinta francesa antimilitarista “Fiesta” (Pierre Boutron, 1995), las belgas “Lisa” (Jay Keymeulen, de 1996), “Entre dos mares – Li” (Marion Hansel, de 1996, pero es exactamente el mismo disco de “A man of no fortune...”), y la última y también la de mayor prestigio junto a la primera de ellas, “Father Damien”, de 1999, de Paul Cox, más 4 exóticas producciones de mínimo renombre (y una quinta desconocida).
Con toda autoridad, se puede decir que hay 3 músicos en la actualidad clásica que, si no lo han hecho ya, pasarán a la Historia (obviando, por supuesto, esos genios que no son conocidos por el gran público por no poseer éxitos comerciales, pero que, por supuesto, también figuran): Philip Glass (el cerebral, pero no por ello peor, y el renovador e instaurador del minimalismo), Michael Nyman (su parte europea, el artífice de su desarrollo, el instaurador, y el más emocional), y Wim Mertens (el lírico, y una perfecta muestra de los dos anteriores).
EL DISCO:
Esta es una de las grabaciones más representativas, y, paradójicamente, de las menos conocidas del estilo minimalista, y que mayor calidad atesora. De paso, viene a ser un descanso para todos aquellos que piensen que tan solo los americanos y Nyman tienen obras de este estilo.
Todo él es muy melódico, propio del autor (algo que viene a ser un inconveniente, ya que no le gusta en absoluto que por este dato algunos llamen a su estilo pop, y, tampoco serialismo, que incluso le llevaba a tremendos enfados en sus entrevistas más juveniles), con los únicos instrumentos del piano y la voz. Empieza con un corte largo, “KAF” (los títulos están en hebreo) de 23 minutos y 19 segundos, pero no por ello pesado. La pieza en cuestión tiene una sugestiva y repetitiva melodía acompañada de la técnica voz del autor, que la hace una pieza única, onírica, que deja llevar al oyente por nuevos caminos sonoros y que le hace conocedor de una nueva forma de entendimiento musical. La música va fluyendo con breves acompañamientos vocales muy agradables, que no se detienen durante la larga duración. Sin duda, el mejor tema del disco.
El segundo, “KOF” (8:30), rebaja su tiempo, aquí el piano se vuelve más repiqueteante e intenso, pero no decrece la excelente “presentación” del álbum. Por notas puntiagudas y afinadas, se deja de nuevo oír la voz de su autor de vez en cuando, en el momento menos esperado, y de la mejor manera posible, ya bien avanzada la duración del tema, sin bajar el ritmo de la música, y provocando un “crescendo” de interés auditivo.
El tercero, “MEM” (7:30) vuelve al tono melodioso del primero, pero aquí la voz aparece en contadas ocasiones, acompañando las notas largas y siendo en primer lugar la sinfonía la protagonista, dándonos un anticipo de lo que será el resto del disco.
“ALEF” (4:30), es un tema más titubeante, que recuerda, en su inicio, a “Struggle for pleasure”, pero que, a medida que avanza, va dejando parte a la partitura minimalista y al sonido de la melodía, ya que a partir de aquí el disco se queda sin “voz”, y tan solo predomina el sonido del piano.
En quinto lugar, “GIMEL” (14:00), una pieza larga, al igual que la primera, que bien podría ser durante sus primeros minutos la continuación de la anterior, pero que, estando bien avanzada, es cuando tienen lugar unos giros pianísticos al estilo “Glass” aderezados con la suavidad del autor que son los que marcan el compás, terminando la pieza de la misma manera que comenzó, no en scherzo, sino de una forma silenciosa.
El tema final y que es un breve resumen de los 3 últimos, “JOD” (1:30), viene a ser lo dicho, una “micro” muestra del instrumentalismo de Mertens que se pierde y difumina en su forma callada y quieta.
Con lo dicho, este álbum demuestra la claridad de ideas del autor y es un culmen a todo un conocimiento de causa de los nuevos estilos clásicos. Sin duda: Mertens es un estupendo compositor, fácil de escuchar (¿tiene eso algo de malo?) pese a su complicado planteamiento circular, y aún por encima, su música es completamente clásica (obviando el maltrato que le dispensan los grandes almacenes al colocarle en la sección “new-age” o Nuevas Músicas, y que hacen que el primerizo comprador se equivoque, cosa que yo mismo he sufrido), sin darle complicaciones, ¡muchísimo mejor!. Para terminar, si tienen la ocasión, no duden en pasar a ver su directo, ya que todos los años tiene una importante presencia en España (está estrechamente ligado a este país, si mal no creo, su mujer es española).
[Fuente : www.filomusica.com]
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