segunda-feira, 28 de setembro de 2015

Una bitácora sexual que explora la tensión entre la libertad y los celos

Con La vida sexual de Catherine M. y Celos, un binomio de textos autobiográficos que describen las tensiones entre los ideales y las pulsiones que los acechan, la escritora y crítica francesa Catherine Millet -invitada central al Filba que culmina hoy su etapa porteña- rompió la hegemonía del relato masculino en torno a la disociación entre amor y sexualidad ya que, según confiesa, "a lo largo de la vida he llegado a sentir mucho placer sin nada de amor". 



Por Julieta Grosso


Avalada por un prestigio sin discusión -dirige Art Press, una de las revistas de arte más reconocidas de Francia y ha sido curadora de la Bienal de Sao Paulo y de la de Venecia- Millet decidió quince años atrás que tenía ganas de testimoniar su prolífica vida sexual, un largo de raid de sesiones grupales con hasta treinta hombres en secuencia sin pausa, en un relato que sorprende por su tono aséptico y por la escasa implicación emocional de su protagonista.

"He follado ingenuamente la mayor parte de mi vida... No me preocupaba la calidad de las relaciones sexuales. Aunque no me procurasen mucho placer, o incluso si me desagradaban... Que la relación hallase o no la satisfacción inmediata de los sentidos era secundario... No exagero si digo que hasta alrededor de los treinta y cinco años no consideré que mi propio placer pudiera ser la finalidad de una relación sexual", describe Millet.

En La vida sexual de Catherine M. (2001) y Celos (2010), publicados por Paidós y sucesivamente reeditados en los últimos años, la escritora da cuenta de una sexualidad desbocada con el propósito de explicar las tensiones que se producen en el punto de confluencia entre las ideas y las pulsiones irrefrenables, a la vez que medita sobre la soledad de los individuos y sobre la manera en que la idea del matrimonio desdibuja las fronteras entre el deseo y la posesión.

"Mi idea en todo caso fue escribir, a partir de mi propia experiencia, sobre la sexualidad femenina fuero de los estereotipos y las mistificaciones. Los que esperaron pornografí­a se quedaron decepcionados, porque no es justamente una obra excitante. Y quienes sí me han criticado son las feministas, que se han apropiado de este desprecio del hombre hacia lo que consideran la actitud de una prostituta", sostiene Millet a Telam sobre esa doble bitácora sexual y conyugal que ya no levanta tanta polvareda, pero sigue concitando la atención de la prensa y lo lectores.

"El público empatizó con su contenido. Me puso en contacto con generaciones más jóvenes, en especial mujeres, que estaban buscando cierto tipo de discurso distinto al del feminismo histórico", prosigue la escritora, que estuvo en Buenos Aires para participar de la séptima edición del Filba, el ciclo que cierra hoy su agenda en Buenos Aires, pero continúa con actividades hasta el martes en Santiago de Chile.

Télam: ¿La manera en que aparece narrado el sexo disociado de los sentimientos se puede leer como una disputa al discurso dominante que siempre ha dejado este tipo de relatos en manos de los hombres?
Catherine Millet: Sí, tal vez lo más llamativo de La vida sexual de Catherine M. es que explora un tipo de sexualidad que está como más reservada a los hombres, quiero decir, al hombre que somete a la mujer y la entrega a otros hombres. 

Acá si nos apartamos un poco del foco podríamos pensar que estamos frente a una mujer que acepta que la traten como a una puta. ¿Pero por qué sería condenable para una mujer prostituirse o entregarse a una gran cantidad de hombres?

Mi libro contraría el esquema habitual admitido que consiste en que el hombre tiene una sexualidad al margen de la relación amorosa, mientras que la mujer tendrí­a necesidad de establecer una relación amorosa para sentirse a gusto en una relación sexual. Mi experiencia me ha enseñado que esto es completamente falso. Se puede sentir mucho placer sin sentir nada de amor.

T: En su novela se narran todo tipo de experiencias sexuales múltiples, pero el registro acentúa paradójicamente la travesía solitaria y singular del deseo. ¿Este recorrido es un punto de partida para hablar sobre la soledad del ser humano frente a instancias cruciales como la vida, la muerte y el sexo?
C.M: Pienso que la gente que reduce la sexualidad a la mera satisfacción del deseo se equivoca. Pienso también como otros autores como George Bataille que la sexualidad siempre va en busca de lo que nos supera y trasciende, como el sentimiento religioso o el misterio de la muerte. En algunos casos, la sexualidad nos pone en contacto con esas situaciones extremas.

T: La "heroína" de La vida sexual de Catherine M. es una mujer maleable que pone su cuerpo al servicio del deseo de otros. ¿Fundirse en el deseo de los demás es una manera de escapar, de huir de sí misma?
C.M: Hay algo de eso. De todas maneras hay un gran placer en salir de uno mismo y eso es consustancial al sexo. En esas maratónicas sesiones de sexo grupal, yo siempre tuve la fantasía de salir de mi cuerpo, de disociarme de esas cuestiones. 

T: En Celos, su obra posterior, plantea la tensión entre sus ideales libertarios orientados hacia una pareja abierta y esa pulsión irrefrenable que acecha y pone en crisis esa elección ¿En qué medida el matrimonio opera como un factor distorsivo que instala esta lógica de la colonización del otro con la que usted debió lidiar?
C. M: Para mí, es un reto permanente luchar contra ese deseo de colonización del otro y es muy difícil de lograr, aunque uno tenga una filosofía muy liberal. Esta tensión permanente es la que intenté describir en el libro. Este vínculo social y de amor que es el matrimonio no nos da derechos sobre la otra persona. 

A la vez, nunca tuve problemas con la libre sexualidad, nunca me pareció que había un antagonismo entre el hecho de acostarme con un montón de personas al mismo tiempo y tener una pareja estable. A Jacques, mi marido, siempre le hablé de mis angustias, de lo que eran los celos. Me hací­an mal, pero sabí­a que me amaba lo suficiente para tener la paciencia para escucharme.

Me carcomía la pregunta acerca de si podí­a obtener más placer con otra persona que conmigo, pero un día dejé de preguntármelo y ya no volví a angustiarme más. La situación más difícil fue encontrarme en contradicción conmigo misma respecto a que pregonaba una filosofía de la libertad sexual que alcanzaba para sentir inmunidad contra los celos. Los celos son una pulsión primitiva extremadamente violenta en contra de la cual la razón no puede actuar con rapidez, pero aun así nunca hay que resignarse a ellos. 

T: La dimensión visual es excluyente en La vida sexual de Catherine M. y restringe otros criterios sensoriales. De alguna manera uno podría pensar que se entronca con el rol que tiene la visualidad en la cultura contemporánea como disparador y delimitador del deseo ¿Su escritura se vincula con esas otras marcas de la cultura que trascienden lo sexual?
C. M: La mirada y las imágenes tienen un rol preponderante en nuestra vida y nuestra sexualidad. Esta avidez por las imágenes estriba en esta obsesión por la pulsión escópica que siempre nos lleva a querer ver algo más y de más cerca. Esta búsqueda no tiene fin y nos genera al mismo tiempo mucha frustración y mucha satisfacción, porque nunca alcanzamos a tener todos lo que las imágenes nos llevan a desear.

[Fuente: www.telam.com.ar]


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