Sumisión, el escritor, poeta y ensayista francés Michel Houellebecq desplaza su omnipresente alter ego -en este caso, un desanimado profesor, especialista en la obra de su colega Joris-Karl Huysmans- a la escena política y académica francesa, dominada una por unos improbables o deseados Hermanos Musulmanes y por el Frente Nacional de Marine Le Pen y la otra por un academicismo acartonado y socialdemócrata en vías de desaparición.
Por Pablo E. Chacón

Acaso esa razón sea infundada: en Sumisión, ubicada temporalmente unos años más adelante, los cultores del islamismo son legión y han formado un partido político moderado, y liderado por Mohammed Ben Abbes, un hombre ecuánime, sagaz, de excelentes relaciones con las monarquías saudíes, y con contactos clave en la propia Francia, con los chinos, rusos, hindúes y hasta con los judíos. Y que repudia la violencia de la yihad, aunque les deje siempre un lugar para desahogarse.
Houellebecq, que parece tener un radar perfectamente orientado a la época, arriesga, sobre la hipótesis de una decadencia de los partidos de centro europeos (sean de izquierda o derecha) y las diversas olas inmigratorias, la emergencia de una formación político-religiosa capaz de representar a esas mayorías despreciadas, sin ánimo de revancha, los Hermanos Musulmanes, que aliados al socialismo y a los restos de la derecha, derrotan en las elecciones de 2020 en segunda vuelta al Frente Nacional, compuesto por excomunistas, exobreros industriales, resentidos y fascistas.
El escritor sabe escuchar qué se dice cuándo se dice retorno de la religión, un problema, por otra parte, que preocupaba a Huysmans y a Friedrich Nietzsche en el siglo XIX. Y a Ben Abbes en el XXI.
Dotado de un aura tercermundista por el simple hecho de sus orígenes, había sabido tranquilizar al electorado conservador. Contrariamente a su antiguo rival Tarik ramadán, lastrado por sus simpatías trotskistas, Ben Abbes siempre había evitado comprometerse con la izquierda anticapitalista (…)
Pero, sobre todo, el verdadero golpe del líder musulmán había sido comprender que las elecciones no se jugarían en el terreno de la economía sino en el de los valores, y que en eso también, la derecha se disponía a ganar la batalla de las ideas, sin tener siquiera que combatir.
Ben Abbes es el mejor representante del distributismo, una suerte de populismo de masas que tranquiliza tanto al Vaticano como a los países árabes del norte de África, que pronto se sumarán al proyecto continental de los Hermanos Musulmanes. Mucho más teniendo en cuenta que la educación, potestad del estado, será la clave de la reconstrucción.
Francois, el protagonista, especialista en Huysmans, soltero, misántropo, depresivo y ateo, es jubilado y recuperado para la religión (y la educación y la vida social, según las normas del islam) por el hombre fuerte de la Sorbona, mediante una conversión que recuerda mucho a la de Huysmans al catolicismo.
Entonces conocerá familia, servidumbre femenina y promiscuidad autorizada. Y los lectores de Houellebecq acaso la mejor de sus novelas después de Ampliación del campo de batalla, insuperable todavía en su nihilismo incurable.
Francois, el protagonista, especialista en Huysmans, soltero, misántropo, depresivo y ateo, es jubilado y recuperado para la religión (y la educación y la vida social, según las normas del islam) por el hombre fuerte de la Sorbona, mediante una conversión que recuerda mucho a la de Huysmans al catolicismo.
Entonces conocerá familia, servidumbre femenina y promiscuidad autorizada. Y los lectores de Houellebecq acaso la mejor de sus novelas después de Ampliación del campo de batalla, insuperable todavía en su nihilismo incurable.
[Fuente: www.telam.com.ar]
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