segunda-feira, 26 de janeiro de 2015

Maestros que nos guían por los vericuetos

Por Graciela Melgarejo 

El periodista, historiador y abogado hispanocolombiano Miguel Ángel Bastenier -recibió la nacionalidad colombiana por decisión del presidente Uribe en 2003- ha emprendido desde las columnas del diario español El País una suerte de cruzada por un periodismo bien entendido. La ha comenzado desde el abecé propiamente dicho, y uno de sus artículos se llama, por eso, "El abecedario del periodista (1)" (http://bit.ly/1CC9aXe), en el que indica que "el periodista, primero, ha de saber, y segundo, comprobar que no sabía".
En fin, que esas entregas constituyen una reflexión sabia y digna de ser debatida sobre el oficio/profesión de nuestros días. Pero Bastenier suele expandir además su pensamiento, glosándolo en una serie de tuits desde la red social, como @MABastenier. Se han seleccionado para Línea directa solo tres, porque vienen a cuento, como siempre, del valor de la palabra.
Desde Madrid, escribe Bastenier en Twitter: "Cultura no es enrevesamiento, ni triunfo de la oración subordinada. No se escribe corto ni largo, sino adecuado y directo"; "lo malo es que hay periodistas que en vez de escribir como le contarían la historia a un amigo, quieren entrar en la Academia del vericueto", y "la lengua nunca es inocente. Quien quiera poner Golfo Pérsico o Arábigo, adelante, pero yo pongo únicamente el Golfo".
Por supuesto, algunos lectores de esta columna pueden pensar que un periodista debería tener otras prioridades antes de ponerse a seleccionar datos para luego pasarlos al papel o a Internet. Por ejemplo, tener mínimamente bien sabidas las reglas gramaticales y poseer una ortografía más o menos correcta (sobre todo ahora, que hay tantas posibilidades de consultar online diccionarios). Bastenier probablemente da eso por sentado -es profesor de la Escuela de Periodismo de El País y de la Fundación Gabriel García Márquez de Colombia- y encara sus lecciones a partir de una etapa superior de la formación periodística.
Pero ¿cómo se aprende a no caer en los "vericuetos" del idioma si después se va a querer utilizarlo para informar a otros de las distintas realidades que en el mundo hay? No hay secretos ni grandes recetas: hay que leer, y mucho, a los que han escrito mucho y bien antes que nosotros.
Hay que leer, sobre todo, en momentos de pesadumbre, cuando todo el presente y todo el futuro parecen inciertos. Hace unos quince días murieron dos grandes poetas argentinos: el entrerriano Arnaldo Calveyra (1929-2015) y el cordobés Rodolfo Godino (1936-2015). De ellos, hoy, unos pocos versos, porque de esa búsqueda de ambos en pos de la palabra justa podemos aprender nosotros a adentrarnos en los vericuetos del idioma.
"Hasta que en un recodo/ lo deja, pareciera, solo, / y ya todo él es lengua / peligrosamente / cerca de los álamos / lengua cantando / la lengua y sólo lengua / su grande cuerpo cano" ("Aprendiz del poema", Arnaldo Calveyra, 1962).
"Frente a la página desierta / inducir la nota melancólica / es tan lícito y prudente como armarse / para un viaje de furia: / no podemos esperar que el cielo / provea cabalgadura, rumbo, munición, / suerte, raciones, hacha y pavés" ("Al visitar un curso de escritura", Rodolfo Godino, 2003). 
[Fuente: www.lanacion.com.ar]

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