Tomás Astelarra es economista y periodista, y acaba de publicar el libro La Bolivia de Evo. Diez años en el país de las mamitas, en el que compone una radiografía sobre el pueblo boliviano en un momento de plena transformación social, económica y política, al tiempo que bucea, con la mirada atenta de un cronista callejero, en esos procesos contradictorios y sincréticos entre la tradición y la modernidad.
El proyecto, que surgió por iniciativa de la revista autogestionada Sudestada, originalmente había sido hacer una biografía del presidente Evo Morales -Astelarra lo entrevistó dos veces- pero con el tiempo viró a un proyecto más general sobre la sociedad boliviana.
La idea le pareció trillada, decidió entonces “retratarlo a él pero no como un personaje particular sino como parte de una sociedad compleja y particular que, además, está teniendo procesos de transformaciones en todos sus aspectos”, explica a Télam el autor.
De eso y mucho más trata este libro publicado por Sudestada, un encuentro cara a cara con el país andino -el economista vivió y viajó allá numerosas veces-, que reúne más de 80 entrevistas con intelectuales, funcionarios, activistas, militantes y hasta con el propio Morales, y que se mete, desde la experiencia de su autor y con una perspectiva a veces crítica, en los vericuetos de un pueblo cuyo actual proyecto político transformó el curso de su historia.
Télam: ¿Cómo se explica que de ser “el país más pobre” de la región, Bolivia haya cambiado su destino?
Astelarra: Lo primero que hay que entender es la capacidad que tienen los bolivianos de una cultura indígena de sincretismo muy alejada a lo taxonómico de los occidentales. Por ejemplo, sus polleras y sus trajes, que nos parecen tan típicos, son en realidad parte de una imposición del Virrey Toledo, era una forma de identificar a los indígenas de cada pueblo para cobrarle impuestos. Lo mismo con la religión y las fiestas populares. Y en la economía pasa algo muy parecido.
La invisibilización del indígena fue creando instituciones y estados paralelos en todos los ámbitos, creó un sistema estructural económico y político simultáneo a los gobiernos neoliberales dominados por señores que no influían en esa población que tenía otro Estado, y en la cual a ninguna de las partes les interesaba entrar ni en uno ni en otro, iban por separado y con Evo esto cambió.
T: ¿Por qué?
A: Él marca el quiebre de esta situación. Con toda la reforma neoliberal y cuando el Estado se pone pesado, reprime y se mete con la producción de coca, entre otras cosas, los indígenas empiezan a aspirar a lo colectivo. El relato que se impuso de Evo como el 'american dream' o el indio que llegó a presidente no es real, no es algo de él como un personaje particular, todos los bolivianos son así y es el resultado de un proceso colectivo.
T: ¿Y cómo se traduce esto en el plano económico? ¿Qué pasó?
A: En paralelo a esta transformación política de Evo, hubo también procesos económicos con relaciones de grandes negocios con países como China. Por ejemplo, hoy el monopolio de la informática, que es muy fuerte por el nivel de ingreso que ha aumentado en Bolivia en los últimos diez años, está en manos de bolivianos aymaras campesinos que se siguen rigiendo por estas lógicas ancestrales con formas de acumulación de capital, mercados y sistemas de préstamos muy distintos a los nuestros y a las economías de grandes escalas.
Manejan mucho la “casería”, que son círculos de confianza basados en relaciones de largo plazo y esa microestructura manejada por indígenas y campesinos la aplicaron a la macroeconomía. Y ahora tienen relaciones de “casería” con exportadores chinos: una cholita le compra computadoras siempre al mismo exportador y los invita a sus fiestas populares cada año. Eso ha generado unos niveles de poder muy fuerte que con Evo Morales se han reforzado muchísimo.
T: ¿Cambió entonces el rol del Estado?
A: Totalmente. Este sector de comerciantes aymaras es muy particular dentro de la geometría de poder de Evo Morales, porque si bien apoyan al MAS (Movimiento al Socialismo) no lo dicen abiertamente y tampoco quieren que el Estado intervenga en sus propios procesos de fiscalización y de economía; de hecho han tenido enfrentamientos cuando el gobierno intentó impulsar leyes con una visión de Estado más tradicional con una economía más blanqueada. Y Evo tuvo que dar marcha atrás.
De alguna manera, una de las contradicciones que yo veo en el gobierno es esta puerta al Estado moderno, en vez de un sincretismo entre estos dos Estados que convivían a principio de siglo. En vez de reforzar la lógica comunitaria y el ayllu ancestral en los pueblos campesinos, se están construyendo estadios de fútbol, se están asfaltando calles, por nombrar algunas de estas particularidades.
T: Evo Morales sigue teniendo un apoyo masivo, ¿por qué?
A: Por un lado, no hay otros candidatos posibles y el pueblo boliviano apoya muchísimo a Evo, están contentísimos. La sociedad boliviana tomó poder y ya no la corren por derecha, sino por izquierda, pero todavía todos estos movimientos de izquierda indigenistas son muy recientes y también es cierto que hay una fuerte injerencia de Estados Unidos en ellos, algo que el gobierno boliviano denuncia y es real, pero sus demandas también son justas. Y por otro lado, está la derecha neoliberal que la sociedad boliviana no va a votar.
Y a esto hay que sumarle que la figura indígena en Evo es muy fuerte y le da una estabilidad que muchos bolivianos defienden, es flexible y tiene diálogo con muchos sectores del pueblo boliviano. El MAS ha creado una estructura de poder que ha llegado a lugares que nunca antes se llegó, genera proyectos productivos, fábricas, acrecienta los niveles de ingreso y de consumo.
T: ¿Esta nueva realidad se construyó a partir de la aparición de Evo en la escena política?
A: Evo Morales no está solo, sabe leer muy bien la realidad boliviana, encarna a una población que quiere entrar a la modernidad y él lleva adelante ese proyecto.
[Fuente: www.telam.com.ar]
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