El cantante y director búlgaro presenta un espectáculo que combina humor judío y música klezmer en clave de cabaret.
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Extranjero entre extranjeros, Ovadia reivindica la condición del exilio. |
Nacido en Bulgaria hace 68 años, en el seno de una familia de judíos sefaradíes con ascendencia turca y serbia, Moni Ovadia vivió casi toda su vida en Italia, donde además de estudiar ciencias políticas y de explorar músicas tradicionales italianas y de la Europa Central y oriental, desarrolló una trayectoria teatral como dramaturgo y como actor, con la cultura idish como eje.
En ese plan llegó por primera vez a la Argentina, para presentar hoy y mañana Oylem Goylem, un espectáculo que combina la música klezmer con el humor judío, “con una estructura de cabaret”, según cuenta a Clarín, en un español heredado de sus antepasados que alguna vez pasaron por España.
“Siempre trabajé alrededor de la cultura idish, pero nunca me interesó la nostalgia, ni hacer espectáculos para la comunidad judía. Tengo relaciones muy difíciles con la colectividad”, explica.
Sin embargo, la cuestión de las raíces es un punto central.
Estoy convencido de que cada raíz cultural lleva en sí misma la contradicción de ser tan particular como universal. La canción napolitana nació en Nápoles, pero conmueve en todo el mundo. O el blues, que nació como una música de esclavos y se convirtió en el idioma de los jóvenes de todo el mundo. En ese sentido, yo sabía que la cultura idish había dado una contribución inmensa a la cultura occidental: Marx, Kafka, Freud, la escena de Hollywood, el jazz de la costa Este. Y yo, en mi pequeña dimensión, le permito a un público, que quizá no lo conocía, entrar en contacto con un universo que dejó energías tremendas.
¿De qué tipo?
La primera, la de hacer comprender que se puede ser un pueblo, sin fronteras, sin ejércitos, sin policías y sin violencia; por eso mismo los exterminaron. Eran una verdadera nación, celebraban el hombre frágil, el hombre en su fragilidad. Es también una visión política. Pienso que nosotros en esta Tierra viviremos en paz sólo cuando aprendamos a ser extranjeros en medio de otros extranjeros. A ser extranjeros en nuestra propia casa. Tendemos a asociar la identidad con la tierra, pero ésa es la ideología del nacionalismo, que es la enfermedad más cruel de la historia de la humanidad. Porque todos tenemos muchas identidades.
¿Toma elementos de la tradición del teatro idish?
Tomé algunas formas y emociones. El teatro idish no utiliza las divisiones entre géneros. Pasa de la palabra hablada a la cantada sin solución de continuidad. Algo de eso he utilizado. Además de una idea que también desarrolló Tadeusz Kantor -con quien trabajé-, que no tenía actores en su compañía. Mis músicos son los actores; viven la condición de exilio de su propio arte.
Ovadia explica que Oylem Goylem debe ser traducido como “El mundo es tonto”. Y cuenta que es algo que alguna vez le dijo un rabino amigo, después de preguntarse frente a una vidriera llena de baratijas si estamos en el mundo solamente para ‘eso’ .
En ese caso, ¿por qué debería la gente ir a ver una obra que trata a todos de “tontos”?
Porque, quizá, si tuviésemos esa consciencia, podríamos cambiarlo. Porque nos olvidamos que tenemos riquezas interiores, inteligencia, emociones, amor. Y qué hacemos la mayor parte de nuestra vida: buscamos dinero.
[Fuente: www.clarin.com]
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