quinta-feira, 6 de fevereiro de 2014

Fietsdepot: ¡No aparques ahí tu bici!

Cada año se requisan en Ámsterdam más de 60.000 bicicletas mal estacionadas que son almacenadas en el Fietsdepot a la espera de que sus dueños las reclamen.
Cada año se re­qui­san en Áms­ter­dam más de 60.000 bi­ci­cle­tas mal es­ta­cio­na­das que son al­ma­ce­na­das en el Fiets­de­pot a la es­pe­ra de que sus due­ños las re­cla­men.

Autor: 

Lucía Márquez Martínez


Para los ha­bi­tan­tes de Áms­ter­dam exis­te un pe­que­ño te­rror que les ate­na­za cada día: llegar al lugar en el que han apar­ca­do su bi­ci­cle­ta…y que no esté. En una ciu­dad con 881.000 ve­lo­cípe­dos -más que ha­bi­tan­tes, 780.000 según el censo de 2011- los hur­tos y desa­pa­ri­cio­nes de bi­ci­cle­tas son una reali­dad muy común. De hecho, Áms­ter­dam cuen­ta con un po­ten­te mer­ca­do negro de bicis ro­ba­das.

Por ello, cuan­do una ma­ña­na cual­quie­ra des­cu­bres con ho­rror que tu Ba­ta­vus o tu Or­bi­ta sim­ple­men­te ha des­a­pa­re­ci­do, la pri­me­ra reac­ción es pen­sar que ha caído en manos de los “ami­gos de lo ajeno”. Sin em­bar­go, exis­te la po­si­bi­li­dad de que en reali­dad des­can­se tranqui­la­men­te en Fiets­de­pot, el al­ma­cén mu­ni­ci­pal de bi­ci­cle­tas mal apar­ca­das o abandona­das. Es el hom­bre del saco ho­lan­dés, el enemi­go de los ci­clis­tas dís­co­los o descui­da­dos.

Im­pla­ca­bles en su tarea, los tra­ba­ja­do­res mu­ni­ci­pa­les re­co­rren la ciu­dad con un ca­mión car­gan­do las bi­ci­cle­tas es­ta­cio­na­das en lu­ga­res no per­mi­ti­dos: fa­ro­las, se­ña­les de trá­fi­co, va­llas… Y es que, aun­que en cier­tos pun­tos se in­di­que cla­ra­men­te que no es legal apar­car, son mu­chos los ci­clis­tas que hacen caso omiso a los avi­sos y dejan sus ve­lo­cípe­dos donde quie­ren. De hecho, du­ran­te 2012 el Fiets­de­pot aco­gió cerca de 63.000 bi­ci­cle­tas y en 2013 unas 70.000.

Cómo re­cu­pe­rar una bici re­qui­sa­da

Hay que tener en cuen­ta que el ser­vi­cio de re­co­gi­da no deja nin­gu­na señal que in­di­que que la bi­ci­cle­ta ha sido re­ti­ra­da. ¿Cómo saber en­ton­ces si tu com­pa­ñe­ra de dos rue­das ha sido ro­ba­da o so­la­men­te con­fis­ca­da? No hay más re­me­dio que lla­mar al cuar­tel ge­ne­ral del Fiets­de­pot, en las afue­ras de la ciu­dad.

Allí son trans­por­ta­das y ana­li­za­das las bicis y se les crea una ficha con sus datos: lugar en el que fue re­co­gi­da, color, mo­de­lo, de­ta­lles ca­rac­te­rís­ti­cos (en Ho­lan­da es muy po­pu­lar per­so­na­li­zar las bi­ci­cle­tas con pe­ga­ti­nas, tim­bres de co­lo­res o flo­res) o pe­que­ños des­per­fec­tos. Luego se es­ta­cio­nan, junto a las otras miles de bicis re­ti­ra­das, en la ex­pla­na­da que rodea al Fiets­de­pot. Y ahí se que­dan las po­bre­ci­llas, solas, huér­fa­nas, es­pe­ran­do que sus due­ños las re­cla­men para vol­ver a casa y re­co­rrer de nuevo los 400 ki­ló­me­tros de ca­rril bici de Áms­ter­dam.

De todas for­mas, cuan­do el atri­bu­la­do ci­clis­ta con­tac­te con el de­pó­si­to para ave­ri­guar si su vehícu­lo está ahí, de­be­rá su­perar un in­te­rro­ga­to­rio. Saber que tu bici tenía un tim­bre rojo o una cesta puede ser la clave para re­cu­pe­rar­la. Eso y pagar 10 euros de multa. En el caso de que al re­ti­rar la bici no haya sido ne­ce­sa­rio rom­per la ca­de­na o que cuen­te con un can­da­do es­pe­cial, el usua­rio de­be­rá de­mos­trar que puede abrir la ce­rra­du­ra y no es nin­gún far­san­te.

Para fa­ci­li­tar este pro­ce­so, el Ayun­ta­mien­to de Áms­ter­dam re­co­mien­da ac­ti­va­men­te  a los usua­rios que ins­cri­ban su bi­ci­cle­ta en los re­gis­tros ofi­cia­les. De hecho, equi­pos mó­vi­les re­co­rren la ciu­dad “cen­san­do” gra­tui­ta­men­te las bi­ci­cle­tas y otor­gán­do­les un có­di­go de iden­ti­fi­ca­ción que las saca del ano­ni­ma­to y las hace mucho más fá­ci­les de lo­ca­li­zar.

Pero no sólo de bicis mal apar­ca­das vive Fiets­de­pot. Tam­po­co es­ca­pan de sus ga­rras las que lle­van mucho tiem­po es­ta­cio­na­das en el mismo lugar y pue­den haber sido aban­do­na­das. En ese caso, se deja una eti­que­ta avi­san­do al usua­rio de que, si no cam­bia su bici de sitio en unos días ésta será re­ti­ra­da. Claro, si, como el 57% de los ha­bi­tan­tes de Áms­ter­dam usas tu bici dia­ria­men­te esto no es un pro­ble­ma, pero ¿y si te has mar­cha­do a re­co­rrer Tai­lan­dia o a se­guir la Ru­ta 66? En ese caso puede que al vol­ver te en­cuen­tres con una des­agra­da­ble sor­pre­sa, o mejor dicho, con nada.

'La 2.300 a la derecha, esa es la tuya' | © Edwin van Eis
'La 2.300 a la derecha, esa es la tuya' | © Edwin van Eis

'La 2.300 a la derecha, esa es la tuya' | © Edwin van Eis

'La 2.300 a la derecha, esa es la tuya' | © Edwin van EisNo, no te la han ro­ba­do

Áms­ter­dam cuen­ta con una am­plia po­bla­ción ex­tran­je­ra y para mu­chos de sus miem­bros el pri­mer con­tac­to con Fiets­de­pot re­sul­ta trau­má­ti­co. Así fue la ex­pe­rien­cia de Clara San­chiz, una ma­dri­le­ña que tra­ba­ja en Áms­ter­dam como pe­rio­dis­ta: “Había de­ja­do mi bi­ci­cle­ta fren­te a un hotel y cuan­do fui a por ella ya no es­ta­ba. Pensé que me la ha­bían ro­ba­do y entré en pá­ni­co…Tuve la suer­te de que una amiga ho­lan­de­sa me con­ta­ra que exis­tía Fiets­de­pot, si no jamás hu­bie­ra re­cu­pe­ra­do mi bici”. 

En honor a la ver­dad, a San­chiz ya se le han lle­va­do la bici dos veces, y ambas en el mismo sitio, por lo que es una ex­per­ta en el tema: “cuan­do lle­gas a la ofi­ci­na te in­vi­tan a un café, ¡claro! ¡Es lo mí­ni­mo que pue­den hacer des­pués de darte un susto de muer­te, por­que pien­sas que te han ro­ba­do la bici!”, ex­cla­ma entre risas.

En reali­dad, a pesar de lle­var 10 años en fun­cio­na­mien­to, el Fiets­de­pot es bas­tan­te des­co­no­ci­do tanto para los ho­lan­de­ses como para los ex­tran­je­ros. Tanto es así, que sólo un 25% de las bi­ci­cle­tas re­qui­sa­das son re­cla­ma­das por sus due­ños, bien por­que es­tu­vie­ran aban­do­na­das, bien por­que, efec­ti­va­men­te, pen­sa­ran que se la ha­bían ro­ba­do.

Dicen que nada es para siem­pre, y el al­ma­ce­na­mien­to de Fiets­de­pot no es una ex­cep­ción. Las bi­ci­cle­tas sólo son guar­da­das allí du­ran­te tres meses. Si en ese tiem­po nadie las re­cla­ma, se uti­li­zan para ac­ti­vi­da­des de in­te­gra­ción o ta­lle­res de des­em­pleo en los Paí­ses Bajos, se ven­den a tien­das de se­gun­da mano o se des­ti­nan a pro­yec­tos de coope­ra­ción en otros paí­ses, como Tan­za­nia o Af­ga­nis­tán. Al fin y al cabo, todas las bi­ci­cle­tas se me­re­cen una se­gun­da opor­tu­ni­dad.

[Fotos, en orden de aparición: Edwin van Eis, Cecile Obertop y Edwin van Eis - fuente: www.cafebabel.es]

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