segunda-feira, 16 de dezembro de 2013

“Te piden que seas bueno en el sentido banal de la bondad y aprietes Me gusta”

Nicolás Valdés Mavrakis nació en Buenos Aires en 1982. Es periodista cultural, escritor, crítico y productor de contenidos.


Por Virginia Ruano

Así como se construyen conceptos como la NNA y la nueva NNA para clasificar a jóvenes escritores (o en verdad, diez años después no ya tan jóvenes), ¿pensás que tienen un correlato en una nueva crítica argentina? ¿Acaso existe algo así como una NCA? Si fuera así, ¿quiénes la conformarían? ¿Qué críticos te gustan?; ¿por qué?
Habría que aclarar ese punto sobre la juventud, porque en realidad estas categorías se refieren a los nuevos escritores (que en muchos casos son jóvenes, pero esa no es una condición excluyente). Por nuevos, en definitiva, lo que se recorta es quienes empezaron a publicar desde el principio del siglo XXI. Y lo que finalmente ocurre es que son categorías que enfatizan lo que pueda haber de nuevo para interactuar por oposición con lo viejo (y esto también es una simple operación de autocompasión de la crítica, que busca sumarse a lo nuevo como quien intenta romper un reloj para congelar el paso del tiempo y no quedar en lo viejo). Aun así, es una categoría (o dos categorías) y delimitan y jerarquizan, y de eso se trata la crítica. Muchos de los nuevos escritores, sin embargo, permanecen estéticamente entre lo que más bien tiene que ver con lo viejo antes que con lo nuevo. Y con la crítica a veces parece que pasara lo mismo. Hay una salvedad: es cierto que aprender griego antiguo o equitación suele parecer más complicado que escribir, y que por eso -más allá de la cuestión de los soportes de publicación y los espacios de circulación- parece haber mucha más gente escribiendo. La crítica, sin embargo, sigue estando más entre lo que parece protegido por la apariencia -que en realidad es cierta- de un saber más específico y más complejo que la simple escritura literaria; en ese sentido, cualquiera puede apelar a la “creatividad” y “escribir con lo que siente” y tener más o menos suerte a la hora de enfrentar una jerarquización estética de su trabajo. Pero con la crítica eso es más difícil: incluso para ensayar una crítica contracanónica y revulsiva -e incluso repulsiva- hay que conocer determinadas herramientas de análisis que requieren más trabajo que simple voluntarismo y buena predisposición. La crítica es más restrictiva en ese sentido, y es muy difícil hacer pasar por valiosa -en términos de ideas, argumentos y jerarquizaciones- una crítica que no se toma en serio a sí misma (que es lo que pasa con muchas de estas personas que a veces, desde la ingenuidad o la desidia, confunden la curiosidad literaria con el talento literario). Dicho esto, no veo que exista necesariamente una nueva crítica argentina, en el sentido de que haya algún tipo de “nueva escuela” con “nuevas herramientas” y “nuevas aproximaciones” a lo literario. Tampoco veo que haya mayor diálogo entre los “nuevos críticos”. Sí hay críticos que trabajan estilos y recortes más personales que otros, pero esto incluso obedece antes a los posicionamientos en el campo -la academia, la industria cultural o el curioso playón de estacionamiento parasitario de esa extraña figura que es el becario adulto argentino- que a verdaderas preguntas sobre tal o cual literatura o tal o cual género narrativo. Por supuesto, pensando en términos de “lo nuevo”, publiquen en medios tradicionales o nuevos, me gusta el sesgo que les dan a sus ideas y textos Juan Terranova, Flavio Lo Presti, Daniel Link, Hernán Vanoli, Sebastián Hernaiz, Carlos Gradín, Martín Kohan, Martín Felipe Castagnet, Mariano Pérez Carrasco, Mauro Libertella, Maximiliano Tomas, Mariano Canal y últimamente Leticia Martin, cuando escriben crítica literaria -cito los nombres que tengo presentes, alguno se me debe escapar, pero no se me escapa que me gusta mucho la crítica literaria como la entienden los sociólogos- porque tienen esa capacidad, más allá de las diferencias de formación y edad, que consiste en articular ideas con una buena prosa, y a veces una cosa resulta deficitaria pero se compensa con la otra, y viceversa. Entre todos, valoro en especial a los críticos que también son escritores de literatura.

Si pensamos en una diferenciación clara entre una mera reseña descriptiva y una crítica argumentada, ¿en qué medios, masivos y alternativos, creés que hay espacio para una crítica argumentada; para un debate necesario que supere el simple comentario friendly?
Los medios masivos tradicionales no están diseñados (ni es su función) para servir de plataforma para ningún debate argumentativo y mucho menos literario. A lo sumo, The New Yorker, y también así la idea de masividad considerando el mercado cultural norteamericano sería relativo. En Buenos Aires hay muchas publicaciones de nicho: el nicho de la sensibilidad femenina, el nicho de los escritores y los críticos que desconocen internet, el nicho de la buena onda, el nicho de las personas que quieren comprarse un libro y no saben cuál y un largo etcétera más bien intrascendente en términos de crítica. Digamos, ¿dónde se están estableciendo y jerarquizando y discutiendo relaciones entre literatura y sociedad o entre literatura y literatura? Bueno, claro, en la revista Paco, donde la cuestión de crítica es tan cimarrona como la redacción donde esos textos se discuten. Y no en muchos otros. La revista Planta, por ejemplo, podría confundirse en términos de esa clase de finalidad con una verdadera revista de jardinería. La versión medio zombie de Punto de Vista en internet tampoco parece muy desafectada del comentario friendly, solo que se disimula más por el argot académico (y está bien que exista el argot, lo que no me parece interesante es que se transforme en armadura de lo friendly). De todos modos, aunque se construyera una plataforma adecuada para la argumentación y las ideas, el debate necesita de una voluntad de debatir. Y si hay algo sobre lo cual puedo aportar cierta experiencia propia, eso sería la de informar sobre una carencia predominante de una voluntad de fijar posiciones y debatir nada. Pronunciarse en serio acerca de algo exige cierta introspección y cierto principio de vulnerabilidad del lenguaje propio y ajeno con el que muy pocos se animan a tratar. Por eso funciona muy bien el Club de la Buena Onda (en muchos casos este es un club estatal usufructuado por una minoría pero cuya cuota pagan todos los contribuyentes), en el que todo es alegría y Me gusta y Compartir. De lo que estoy seguro es de que en el Club de la Buena Onda se organizan muchas kermeses, asados, algunos se trepan al palo enjabonado (y algunos esperan a los que suben desde el piso con la boca abierta) pero definitivamente en el Club de la Buena Onda no hay una sola sala de lectura en funcionamiento. Por lo tanto, aunque hubiera un espacio (y este podría fabricarse rápido), ¿hay voluntad de debate? Sí hay mucha voluntad de victimizarse. Por ejemplo: el que es criticado no se considera objeto de interés o debate, sino que se considera una víctima. Una víctima inofensiva que además, por supuesto, está siempre ofendida. ¿Y qué hacen las víctimas? Se lamentan y se regodean en su rol de víctimas. Y te escriben mails para contarte con mucho placer lo flagelados que se sienten, o piden que bajes la crítica del lugar donde la subiste. En fin, te piden que seas bueno en el sentido banal de la bondad y aprietes Me gusta.

¿Hay lugar para nuevos críticos en la academia? ¿En el mercado editorial se publica nueva crítica?
La academia funciona en pos de la academia y el mercado editorial funciona en pos del mercado editorial. Estos mundos a veces se cruzan, a veces no se cruzan. Yo no habito ninguno de esos mundos. Aunque, en mi experiencia, a veces el cruce termina en desastre. Esa idea de que todo podría terminar siendo como el Arca de Noé… estoy seguro de que Noé abrió más de un camarote de manera inesperada y se encontró con una horrible escena de cruce de especies que no tenían ningún derecho natural a cruzarse. Al menos yo he visto resultados horribles, pero donde nadie parecía demasiado interesado por inmiscuirse en la especie de nadie, digamos, sino más bien donde cada mundo miraba al otro con terror pero sobre todo con impotencia. Yo escribo mi crítica desde algo que llamaría simplemente periodismo cultural, y ni siquiera lo llamaría periodismo cultural, más bien lo pienso como contenido cultural.

¿Te parece necesario que el crítico literario dedique parte de su tiempo al análisis de primeras obras? ¿Puede una buena crítica/reseña, ya sea positiva o negativa, despertar tu interés por un libro que habías decidido no leer?
Sí, una buena crítica es una crítica que despierta mi interés o el de cualquiera más o menos inteligente por leer algo que sin esa crítica de por medio no habría leído. Personalmente, me resultan más interesantes las críticas negativas que las positivas -el elogio es fácil aunque no tanto; como sea, al final es como contar que las vacaciones fueron lindas, ¿pero quién se alegra de eso a menos que haya estado ahí?- y por lo general yo me encuentro escribiendo críticas negativas acerca lo que me interesa negativamente, incluso para tratar de entender de la manera más racional posible por qué me despierta un interés negativo. Por otro lado, como lector de crítica (periodística, académica, etcétera) también sé quién suele escribir para quién y bajo qué intereses, entonces también sé -y esto es muy lamentable porque todos los críticos comparten este saber- quién elogia un libro que en realidad es una basura por motivos que no tienen nada que ver con lo literario. Esos libros también me dan ganas de leerlos, para ver hasta qué punto alguien puede hacer piruetas de circo ante su amo y descubrir que -oh, sorpresa- lo que se había dicho que era una genialidad en realidad era basura. Respecto a las nuevas obras, tengo dos experiencias concretas: como reseñista de libros en medios tradicionales pude tener la excusa perfecta para tratar de manera materialmente interesada con los primeros libros de muchos autores, y fue una buena experiencia porque me obligó a desprenderme de muchos prejuicios y encontrar buena literatura donde yo estaba convencido de que no la había. Durante unos meses también hice un blog para Infobae, donde el juego era “descubrir al Borges del futuro”. Y era un juego divertido, hasta que terminé en un pantano de agua contaminada, leyendo con desesperación cualquier basura y refugiándome con desesperación en el talento como si fuera un oasis. Para mí esa fue una gran experiencia sobre qué es la crítica literaria y el mercado editorial y sobre qué pasa cuando se avanza de manera absolutamente desprejuiciada sobre el inframundo de lo desconocido: como en el resto del mundo, pasan muchas cosas horribles y de vez en cuando algún milagro.

¿Podés armar una lista de nuevos escritores a los que recomendás leer? ¿Qué valorás en estos libros?
Puedo recomendar algunos libros y explicar por qué, sin hacer demasiado énfasis en las historias (que nunca me parecen importantes porque no son importantes) como en las ideas y los recursos que ponen en juego alrededor del lenguaje en sí. Recomiendo leer Los años felices de Sebastián Robles y Los años que vive un gato de Violeta Gorodischer, porque logran repolitizar desde las voces de una nueva generación de narradores lo que la generación anterior cerró bajo la forma de un discurso demonizador: el menemismo y la economía y la sociedad neoliberal de los años noventa. Recomiendo leer 76 de Félix Bruzzone y El espíritu de mis padres sigue subiendo en la lluvia, de Patricio Pron, para cotejar dos visiones antagónicas pero iluminadoras alrededor del discurso político de los derechos humanos durante el kirchnerismo. Estos libros pueden cerrarse con otro más: Escolástica peronista ilustrada, de Carlos Godoy. Recomiendo leer Los amigos soviéticos de Juan Terranova y Los cuerpos del verano de Martín Felipe Castagnet, para pensar en una narrativa sobre lo digital durante la era digital. Recomiendo leer enfáticamente cualquier texto literario o crítico de Hernán Vanoli, porque en su prosa y en la prosa de los dos libros de cuentos de Luciano Lamberti hay verdaderos puntos de dominio en lo que significa construir un estilo y una escritura. También recomiendo leer, por los peores y los mejores motivos, todos los libros que yo mismo haya reseñado en Paco.

[Fuente: www.revistatonica.com]


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