Para crear sus imágenes, a menudo reinterpretaciones de grandes artistas de la historia del arte en clave de pop art,
con grandes dosis de ironía, Muniz utiliza, mediante la
técnica conocida como anamorfosis, todo tipo de materiales poco
usuales, como pueden ser azúcar, hilos, chocolate, restos de comida,
hojas, basura en general, o incluso diamantes. Casi todos
ellos, por no decir todos, son perecederos, por lo que su obra
estaría condenada a desaparecer para siempre si no fuera por el uso de
la fotografía. Además, como ocurre con los montajes de
Tim Noble y Sue Webster o los de Bernard Pras, la perspectiva desde la que se hace la fotografía es
clave para que el resultado sea el que Muniz buscaba.
Muniz sigue en su trabajo el camino inverso al normal: en lugar
de pintar obras originales con materiales habituales, elige pinturas
ampliamente reconocidas y usa materiales poco
usuales para realizarlas. En sus propias palabras: «Se trata de
revitalizarlas, de darles otra mirada y, por otra parte, se trata de
imágenes que uno reconoce de inmediato, lo que permite al
espectador concentrarse en otras cosas que trascienden a la imagen».
Cosas como, precisamente, la materia prima con la que se ha realizado
el cuadro.
Su trabajo ha sido ampliamente aclamado tanto por el público como
por la crítica y se ha llegado a exponer en todos los rincones del
mundo. Por ejemplo, su exposición individual en
el MAM de Río de Janeiro fue sólo superada en asistencia por una
exposición de Picasso. Además, en 2010, apareció en el documental Waste Land, dirigido por Lucy Walker, donde ponía en
práctica su arte en uno de los más grande del mundo basureros, Jardim Gramacho, en las afueras de Río de Janeiro.
Para crear sus imágenes, a menudo reinterpretaciones de grandes artistas de la historia del arte en clave de pop art,
con grandes dosis de ironía, Muniz utiliza, mediante la
técnica conocida como anamorfosis, todo tipo de materiales poco
usuales, como pueden ser azúcar, hilos, chocolate, restos de comida,
hojas, basura en general, o incluso diamantes. Casi todos
ellos, por no decir todos, son perecederos, por lo que su obra
estaría condenada a desaparecer para siempre si no fuera por el uso de
la fotografía. Además, como ocurre con los montajes de
Tim Noble y Sue Webster o los de Bernard Pras, la perspectiva desde la que se hace la fotografía es
clave para que el resultado sea el que Muniz buscaba.
Muniz sigue en su trabajo el camino inverso al normal: en lugar
de pintar obras originales con materiales habituales, elige pinturas
ampliamente reconocidas y usa materiales poco
usuales para realizarlas. En sus propias palabras: «Se trata de
revitalizarlas, de darles otra mirada y, por otra parte, se trata de
imágenes que uno reconoce de inmediato, lo que permite al
espectador concentrarse en otras cosas que trascienden a la imagen».
Cosas como, precisamente, la materia prima con la que se ha realizado
el cuadro.
Su trabajo ha sido ampliamente aclamado tanto por el público como
por la crítica y se ha llegado a exponer en todos los rincones del
mundo. Por ejemplo, su exposición individual en
el MAM de Río de Janeiro fue sólo superada en asistencia por una
exposición de Picasso. Además, en 2010, apareció en el documental Waste Land, dirigido por Lucy Walker, donde ponía en
práctica su arte en uno de los más grande del mundo basureros, Jardim Gramacho, en las afueras de Río de Janeiro.
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