quinta-feira, 3 de outubro de 2013

El deber de dar forma al caos de este mundo

Por Maximiliano Tomas |

Hace un par de meses creo haber batido un nuevo récord: el de cómo ganar una cantidad ingente de enemigos en el menor tiempo posible. Fue cuando participé en una mesa redonda sobre una película, inmediatamente después de su proyección, frente al director y al público presente. Había visto la película en mi casa el día anterior, y como no me había gustado nada me preocupé por ser responsable y tomar notas, anotar algunas ideas y argumentaciones. El trabajo del joven director español tenía varios problemas, pero me pareció que el mayor de todos era filmar bajo los preceptos estéticos de Eliseo Subiela, treinta años después de que a Subiela ya nadie lo tomara en serio: había metáforas explícitas, simbolismo extremo, emociones básicas subrayadas y hasta destrezas aeróbicas de la protagonista, que en la última escena terminaba flotando dentro de una burbuja. ¿Cómo exponer mis opiniones honestamente, después de haber aceptado la invitación a ciegas, sin pasar por un maleducado o un canalla?
Decídi hacer lo que muchos años atrás me había recomendado un conocido escritor: encontrarle alguna virtud a la película y dedicar un tiempo a hablar sobre ella, para recién después señalar las debilidades. Pero cuando empecé a explicar por qué la película me parecía fallida, las doscientas personas en el auditorio enmudecieron. Y, después de un silencio incómodo, empezaron a mostrar sus discrepancias cada vez con mayor énfasis. Una señora incluso pidió el micrófono, se puso de pie y dijo: "Al final, el trabajo de ustedes es muy fácil. Básicamente consiste en sentarse a opinar sobre lo que otro hace". Mientras escapaba de la sala a la noche fría del barrio de La Boca antes de que la cosa pasara a mayores, pensaba que esa mujer jamás había leído a Oscar Wilde y su ensayo El crítico como artista , donde el escritor irlandés le había respondido con más de un siglo de anticipación: "¿Más difícil hacer algo que hablar de ello? ¡Todo lo contrario! Es infinitamente más difícil hablar de una cosa que hacerla. Es más, la vida moderna es un claro reflejo de esto que le digo: cualquiera puede hacer historia. En cambio, sólo un gran hombre puede escribirla". Pero no valía la pena discutir: al parecer, el público no estaba ahí para escuchar ideas sobre la película sino para verla y alabarla. De todas maneras sentí que, con mi intervención, había hecho una obra de bien. No solo había logrado ser honesto con mis ideas sino que, sobre todo, desvié el odio entero hacia mi persona, logrando que como compensación el auditorio se deshiciera en desmedidos elogios al director.
¿Cómo exponer mis opiniones honestamente, después de haber aceptado la invitación a ciegas, sin pasar por un maleducado o un canalla?
Me había olvidado de la anécdota hasta el jueves pasado, cuando el crítico inglés Simon Reynolds (Londres, 1963) ofreció un taller de crítica en el Museo de la Lengua, en el marco del V Festival Internacional de Literatura de Buenos Aires (Filba). En los últimos tres años, y en buena medida gracias a la labor del crítico Pablo Schanton y los editores del sello Caja Negra, el nombre de Reynolds comenzó a sonar fuerte en la Argentina, donde hasta hoy se han publicado tres de sus librosDespués del rock (2010), Retromanía (2012) y Romper todo y empezar de nuevo (2013). Solo en apariencia lo de Reynolds podría ser llamado "crítica de rock", ya que sus textos, reveladores, elegantes y eruditos, atraviesan la cultura popular entera, iluminándola con conceptos importados de disciplinas como la filosofía y la sociología. Apenas comenzado el taller, Reynolds dijo haberse formado con las mejores revistas de rock inglesas de las décadas del 60 y 70, pero también dejándose seducir por la teoría francesa de esos años, sobre todo con la lectura de autores como Roland Barthes, Michel Foucault y Jacques Derrida. Y acto seguido confesó que mientras preparaba su exposición volvió a leer el ensayo de Wilde (en el que el autor de El retrato de Dorian Grey pone al crítico al mismo nivel, sino por encima, de los artistas) y que era poco lo que podía agregar. Ahí estaba todo, o casi todo, lo que se podía exponer sobre los deberes de un crítico.
Con cierta humildad, entonces, comenzó a hablar sobre las tareas de la crítica. Dijo, por ejemplo, que el crítico utiliza sus materiales "como lo podría hacer un abogado ante la corte". Que se preocupa acerca de qué hacer con lo que los demás hicieron, y que mientras el periodismo se concentra en los hechos, la crítica se consagra a la verdad. "A una verdad, en realidad: la propia". En este sentido, la función de la crítica de rock sería "encontrar o crear (y aquí el término clave es crear) el sentido de la música". Generar un sentido nuevo para el que sea el objeto de su estudio. ¿Cómo hacerlo? Dentro de la crítica musical, por ejemplo, existen distintas maneras: buscar patrones entre bandas, analizar en un sentido profundo las letras de las canciones, conectar la música con las cosas que suceden en la sociedad.
Dijo, por ejemplo, que el crítico utiliza sus materiales "como lo podría hacer un abogado ante la corte"
Poco después citó a la crítica cinematográfica Pauline Kael (¿cómo puede ser que nadie se haya dedicado todavía a traducir al castellano y editar la obra de Kael?), para quien uno de los deberes del crítico es "estar un poco adelantado al gusto del público en general, ver las cosas primero". Y un poco a consecuencia de ello, Reynolds agregó: "Hay que prepararse para no gustar, para las reacciones negativas. Recibir ataques significa que uno va por el buen camino". Para terminar, agregó que la crítica también puede ser una performance, donde la comunicación no tendría en verdad demasiada importancia. Lo central es llegar a concebir un estilo de escritura argumentativa que consiga una especie de ritmo. Según sus palabras: "al escribir, un crítico en lugar de caminar debe bailar". O, como dijo a continuación, "construir un placentero camino de obstáculos hacia un fin determinado". Entonces: poner en relación diversos saberes o emergencias, generar nuevos sentidos, construir un estilo propio, ver las cosas anticipadamente, ir en contra del gusto o del sentido común. Todo lo que, como escribió Wilde en una frase de aquel ensayo de plena vigencia, podría resumirse así: "El deber de dar forma al caos no cesa de aumentar, porque el mundo avanza. En ninguna época fue tan necesaria la crítica como en nuestros días"..

[Fuente: www.lanacion.com.ar]

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