En la capital alemana, cada vez más establecimientos
aceptan los pagos en esta moneda virtual alternativa que hasta ahora
sólo se utilizaba para comprar por Internet. Debe su éxito al amplio
movimiento de protesta contra las instituciones financieras tras el
surgimiento de la crisis, pero también a unas ventajas económicas
reales.
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En el escaparate de un bar, en Berlín, en abril de 2013. |
Escrito por Laura Lucchini y Valerio Bassan
Graefekiez, Berlín, agosto de 2013. Como todos los martes, en
el canal resuenan las características voces del mercado turco. Los
berlineses que deambulan entre los puestos ceden a las irresistibles
ofertas de última hora. Así, Mikaela compra un kilo de pescado, a "tres
euros", como indica el letrero, y paga en efectivo, en mano. Ni ticket,
ni caja. La transacción no deja ningún rastro visible, a no ser por la
bolsa que se lleva Mikaela llena de pescado chorreante.
A doscientos metros más al sur, en el mismo barrio, Brand disfruta de
un latte macchiato en el mostrador del Floor’s Café. Cuando va a pagar,
saca su smartphone, hace una foto del código QR que aparece sobre la
pantalla de la caja, marca un número, pulsa "ok" y se marcha. Él tampoco
ha dejado ningún rastro al pagar. O casi. Un software ha transferido el
dinero de su cuenta en Internet a la del café y la operación figura en
la "cadena de bloques" o blockchain, el diario que enumera las
transacciones por orden cronológico. Este joven de 32 años no necesita
tarjeta de crédito ni cuenta bancaria. Los datos de la transacción se
encuentran en un lugar seguro de la cadena, protegidos por procesos
criptográficos extremadamente rigurosos que impiden que cualquiera pueda
acceder o modificar la cantidad, la procedencia o el destino.
Una moneda cada vez más extendida
Así es el milagro del bitcoin,
la moneda virtual que hace furor aquí, en Berlin-Kreuzberg. Cerca de 25
establecimientos comerciales, sobre todo bares, pero también hoteles,
restaurantes y pequeñas tiendas de electrónica y papelerías, aceptan
esta moneda inventada en 2009 por un hacker anónimo, conocido con el
nombre de Satoshi Nakamoto.
Actualmente,
la cripto-divisa se cotiza muy alto: un bitcoin equivale a cerca de 78
euros, lo que quiere decir que un café tan sólo cuesta alrededor de
0,02. Con ella se puede comprar cualquier cosa, al menos en teoría:
casas, coches, ordenadores, ropa. Si bien responde en todos los sentidos
a los criterios de una divisa, como reconoció
recientemente el juez texano Amos Mazzant, el bitcoin escapa totalmente
al control de los Gobiernos y de los bancos centrales, que empiezan a
preocuparse por su difusión en constante aumento.
Sentado sobre su Vespa blanca delante del Floor’s, Brand explica en
pocas palabras cómo funciona el sistema Bitcoin. En su opinión, se trata
de una elección responsable, como adquirir un producto biológico en
lugar de un producto de bajo coste. Con su smartphone en la mano
derecha, accede a la aplicación EasyWallet:
basta con hacer una foto del código QR del bar, introducir la cantidad
solicitada, pulsar OK, y el pago ya está hecho. "Pago en bitcoins al
menos dos veces al día, en la comida o el café. No sé si el bitcoin será
la moneda del futuro, pero sin duda se impondrán las monedas que se
basan en la tecnología de Internet. Quizás existan varias, pero tengo la
impresión de que es una evolución inexorable", analiza.
Una divisa alternativa
La propietaria del Floor’s Café se llama Florentina Martens. Esta
joven de 26 años, neerlandesa de nacimiento, anteriormente estudiante de
Bellas Artes en Berlín, montó su pequeña empresa de restauración y
defiende a capa y espada el bitcoin. Para ella, todo empezó mientras
trabajaba de camarera en un bar cercano, en el que se podía pagar con la
moneda alternativa. "Al principio casi me molestaba, no entendía bien
el funcionamiento y cuando alguien quería pagar en bitcoins, no me
sentía cómoda". Después, cuando decidió abrir su propio bar, se dejó
convencer por unos vecinos, se registró y decidió aceptar los pagos en
esta moneda que antes le resultaba un fastidio. Un software y un código
QR es todo lo que necesita el cliente. De momento, Florentina aún no ha
cambiado sus bitcoins en euros. Todo lo que gana en moneda virtual, lo
invierte en el barrio.
Al principio no eran muy frecuentes los clientes que pedían pagar en
bitcoins: pero hoy atiende todos los días a clientes que pagan en esta
moneda cualquier cosa, ya sea un café, un pastel o un sándwich. "No son
‘empollones’ con gafas y coleta. Y se trata tanto de hombres como de
mujeres, la mayoría jóvenes, procedentes de entornos alternativos",
explica. Para ella, como para casi todos los demás "bitcoiners"
entrevistados por Linkiesta, la motivación principal es el rechazo a los
bancos privados y a las políticas monetarias de los bancos centrales en
general, avivado sobre todo durante la crisis. Al estar
"descentralizada", la moneda alternativa se considera un medio más en
consonancia con los tiempos y más cercana a los consumidores.
No es ninguna casualidad que esta experiencia se esté desarrollando
en Graefekiez, un barrio de tamaño modesto, dotado de un alma y una
estructura económica muy características. La historia comenzó en Room77,
"el restaurante en los confines del capitalismo", que, a comienzos de
2012, empezó a ofrecer a los clientes "cerveza caliente, mujeres frías y
cocina fast-food servida a ralentí" (tal y como se puede leer en la
inscripción de la puerta).
Dinero digital
El propietario, Joerg Platze, un alemán de origen estadounidense (su
padre era texano), se convirtió en una especie de evangelizador de la
moneda digital: gracias a él, un buen número de comercios del barrio
muestran hoy la pegatina con la inscripción "Aceptamos bitcoins". "Para
mí ante todo es una cuestión práctica: es muy rápido y más económico",
asegura: al contrario que con la tarjeta de crédito, por ejemplo, la
transacción no genera ningún gasto.
Joerg Platze logró convencer a otros tipos de establecimientos
comerciales, como un viejo electricista, vecino del bar Room77, que
acaba de instalar el software y de colocar la pegatina de Bitcoin en su
puerta la semana pasada. Si bien aún no ha recibido a ningún cliente
[adepto del bitcoin], sabrá perfectamente qué hacer cuando se presenten.
Cassandra
Wintgens, de 41 años, estudió en una escuela de hostelería, trabajó en
el sector de la restauración y ahora es propietaria del hostal
Lekkerurlaub. El sistema de pago de Bitcoin encuadra a la perfección con
su concepto de hostelería alternativa, que se desmarca de la
tradicional con habitaciones a precios reducidos, alimentos biológicos,
wifi y la adopción de una moneda que no transita por los bancos.
"Nuestro primer huésped llegó a finales de mayo. Nos dijo que había
leído que podía pagar en bitcoins y que por ello había elegido nuestro
hotel". La habitación individual cuesta 0,52 bitcoins, es decir, 40
euros, en comparación con los 0,85, o 65 euros, de una doble. Las
facturas del hotel prevén ya el pago en bitcoins y a finales del año
bastará con convertir la moneda para la declaración de ingresos, como
explicaba un asesor.
Cotización fluctuante
Sin embargo, lejos del paraíso de Graefekiez, la realidad parece un
tanto distinta. La moneda virtual ya circula en los mercados
financieros: la ausencia de un banco central que controle su cotización
la hace extremadamente fluctuante, una situación con la que atrae y
asusta a partes iguales a los inversores aventureros.
Phylax es una empresa alemana de asesoría financiera que ofrece
asistencia tecnológica a sus clientes y que en los últimos años se ha
especializado en el sistema de pago Bitcoin. "El sistema bitcoin nos
empezó a llamar la atención hace ya dos años y nos ha parecido una
experiencia interesante: nos sedujo la idea de una moneda
descentralizada, sin banco central de referencia, con la que cada
persona es partícipe del proceso de creación de la nueva divisa",
explica Fridhelm Schmitt, director general de Phylax. Por entonces, el
bitcoin se cotizaba a dos euros y Phylax presintió su potencial: la
empresa adquirió entonces bitcoins por una cantidad de 8 a 10 euros
antes de venderlos a entre 45 y 85 euros. Lo que motivó su venta fue la
volatilidad de la cotización.
Según
los cálculos de Phylax, un valor "razonable" sería actualmente de 45
euros [por un bitcoin]. "Entiendo todas las inquietudes que suscita esta
experiencia: es cierto que se puede perder mucho dinero con el bitcoin
actualmente [en los mercados financieros]. Pero no es una estafa, es una
moneda real. Lo que ocurre es que la gente confunde la estafa con el
riesgo, que es lo que caracteriza a los mercados". En opinión de
Fridhelm Schmitt, el principal riesgo es que "algún día" se falsifique.
"Actualmente existen muchos estudios sobre esta posibilidad, pero ahora
mismo la falsificación es imposible", aclara.
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[Foto: Sean Gallup/Getty Images - artículo publicado originariamente en el diario italiano Linkiesta - fuente: www.presseurop.eu]
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