Ocupan cargos de alto rango en empresas diversas, y todos coinciden en un punto: nacieron en Francia pero eligieron vivir en nuestro país. En esta nota, relatan sus experiencias en tierra porteña y cuentan por qué, aún hoy, Buenos Aires y París tienen algo en común
Charles Lechère (LVMH). Foto: Daniel Pessah
Cuenta la historia que en la edad del crecimiento la Argentina tenía la mirada puesta en Francia. Que hubo un tiempo en el que la elegancia, el lujo, la perfección estética y el hedonismo se concebían en estas tierras conforme el modelo francés. No en vano Buenos Aires aún se jacta de esas esquinas que se dirían traídas de París, del gusto local por los afeites y las fragancias importadas del país de Coco Chanel y Christian Dior, el de la buena mesa y la voluptuosidad. ¿Sobrevive tal paradigma en la actual realidad globalizada? ¿Se verá a Buenos Aires tan parecida a París cuando se la mira con ojos franceses? Afincados aquí, los representantes de algunas empresas francesas de primera línea cuentan el reverso de la moneda: cómo perciben a la Argentina que alguna vez soñó con emular al país de donde ellos son originarios.
Con dos valijas
"La Argentina es el país que elegí para criar a mis hijos", dice Charles Lechère, que aprendió desde pequeño lo que significa ser extranjero. Nacido en París, estudió en la Universidad de Hartford, Estados Unidos, y esperó a diplomarse, en 1987, para cumplir con el servicio militar de un modo alternativo: trabajando durante dieciocho meses para una empresa francesa en el exterior. Así llegó a Costa de Marfil, "con dos valijas y sin conocer a nadie", dice. Y se desempeñó en una compañía de trading de cacao y café. "Fue una experiencia muy interesante. Allí, tan sólo por el color de la piel uno es considerado diferente, cosa que no ocurre en la Argentina, donde pasás desapercibido", distingue.
A este punto del mapa lo había traído, en 1990, Interpetrol, la misma empresa que al cabo de cuatro años lo envió a Gran Bretaña con la misión de crear una filial local destinada a desarrollar contratos petroleros con Africa y Medio Oriente. Lechère no sospechaba entonces que las cabriolas del destino acabarían trayéndolo de nuevo a Buenos Aires. Pero lo cierto es que hacia 1994 tuvo sus primeros contactos con el mercado de lujo en la pyme familiar Comimpar, que en aquella época representaba a líneas de perfumería como Dior y Givenchy. Con el paso del tiempo, el grupo LVMH fue apoderándose de las principales marcas internacionales de artículos suntuarios –Louis Vuitton, Bodegas Chandon, Cognac Hennessy, y las fragancias de Christian Dior, Givenchy y Guerlain, entre otros–: Charles Lechère quedó a cargo de la división Perfumes (FACSA) para la Argentina.
"Los argentinos sienten una gran atracción por lo que representa la cultura de Francia en cuestiones tales como la cocina y el art de vivre –señala–. Pero creo que, hoy por hoy, en ese aspecto no tienen mucho que envidiarles a los franceses. Aquí hay una enorme creatividad en áreas como el diseño o la decoración. En los últimos cinco o seis años, el consumidor argentino se ha vuelto más curioso, innovador y exigente; ha incorporado la noción del savoir vivre. Si hablamos de gastronomía, por ejemplo, antes el argentino se animaba a probar pocas cosas fuera del bife de chorizo. Actualmente, hay restaurantes que preparan platos de todas partes del mundo y están siempre llenos. La calidad de los vinos es cada vez mejor, dado que las bodegas han tenido que responder a las nuevas exigencias de los consumidores locales."
Su padre murió cuando él era muy chico y su mamá se volvió a casar, en París, con un argentino, de tal suerte que cuando Charles cumplió 8 años la familia se trasladó a estas tierras, una geografía que a su mirada infantil se le antojó "un lugar para estar de vacaciones". Y aclara: "Creo que esa sensación surgió de una serie de circunstancias: el hecho de no entender el idioma y los fines de semana que pasábamos en el campo, que me parecía inmenso. Recuerdo cuánto me asombraba que allí fuera más fácil andar a caballo que en bicicleta". En el Liceo Francés, Charles fue aprendiendo a hacer equilibrio entre su país de origen y la Argentina, donde vivió hasta los doce años y a la que regresó muchos más tarde.
Cuando se le pregunta qué le falta en Buenos Aires con relación a lo que ofrece París, responde con sinceridad: "A nivel artístico y cultural, me falta muy poco. Aquí hay buen teatro y excelentes muestras culturales; en el Teatro San Martín se presentan coreografías estupendas. Aquí uno no se siente lejos del mundo. Lo que me choca, en cambio, es el funcionamiento de la ciudad: me molesta ver que la gente tira papeles por la ventanilla del auto; me da lástima ver que no se preserve la magnífica arquitectura que tiene Buenos Aires, y me preocupa la inseguridad. Pero supongo que todo esto obedece al hecho de que los franceses fuimos educados con un sentido cívico más estricto que los argentinos".
Descubrir nuevas cosas
Casado, padre de dos hijos, director de Air France para la Argentina, Chile, Uruguay, Paraguay y Bolivia, en 2005 el francés Gérard Petit se instaló en Buenos Aires. Anteriormente había vivido en Dublín, Nueva Delhi y Moscú. Lejos de agobiarlo, esos desplazamientos lo ayudan a sentirse vivo, según cuenta. "El día que deje de viajar empezaré a apagarme –sostiene–. Sin la sed permanente de descubrir nuevas cosas la vida sería triste. Mi objetivo nuca ha sido vivir tranquilo. Además, estoy muy ligado a Air France, donde trabajo desde 1983, y cuando la compañía me hace el honor de pensar que puedo resultarle útil en algún sitio, lo tomo como un premio para mi ego."
Graduado en ciencias económicas y en sociología en la Universidad de Lille, Francia, se especializó en historia antigua y en lenguas orientales. De su profesor de sánscrito obtuvo una enseñanza que jamás olvidó: "Desconfíen de la gente que habla de «comprender la India»: jamás se llega a comprender la India. A la Argentina tampoco –agrega Petit–. Cuando uno llega a un país extranjero, lo importante es esforzarse en comprenderlo, a sabiendas de que jamás lo entenderemos por completo".
Puesto a contar lo que ha podido comprender de la Argentina hasta ahora, Petit exhibe un mosaico: "Pienso que hay varias Argentinas. En principio, la de Buenos Aires: es como estar en Europa, porque aquí uno se encuentra con rincones donde la arquitectura tiene una gran influencia francesa, española o italiana. Después está la Argentina económica, con un índice de crecimiento que supera al de China. También existe la Argentina imponente: las cataratas más grandes del mundo, los extraordinarios parajes de Salta, Bariloche con sus lagos y sus montañas. Y además está la Argentina misteriosa, la que invita a soñar: para un francés, Ushuaia es el fin del mundo".
Entre 2001 y 2005, Petit fue director general de Air France en Moscú para Europa central, y cuando le ofrecieron establecerse en la Argentina pensó que "eso sería un regreso a las fuentes de la aviación". En la República Argentina ha transcurrido parte de la historia de la aviación internacional, señala y, entusiasmado, cita: la [Compagnie Générale] Aéropostale, que en 1929 abrió su primera filial en la Argentina; [Jean] Mermoz, [Antoine de] Saint Exupéry... Desde su puesto actual, mira hacia atrás y se enorgullece: "Air France está presente en el país desde hace más de 70 años. Este es un mercado que conocemos bien, y aunque aún no se han borrado por entero las marcas de la crisis de 2001, se nota cierta recuperación: la gente ha recomenzado a viajar por motivos turísticos".
De la Argentina encandilada por la cultura francesa, no cree que haya quedado mucho: "París fue una referencia fuerte hasta hace algunos años, pero ahora ya no somos una referencia, sino un complemento. La última edición de la feria de arte contemporáneo arteBA, por ejemplo, no tiene nada que envidiarle a la FIAC (Foire Internationale d’Art Contemporain)".
En plena crisis
Graduado en la Harvard Business School, Marc Bréchignac fue, hasta hace poco tiempo, director general de Accor Hotels Cono Sur. Hacia 1996, aceptó de buen grado una propuesta: viajar a América latina para diseñar un programa de desarrollo del grupo hotelero en la región, ya que hasta entonces sólo tenían presencia en Brasil. Su proyecto fue aceptado y en 1998, ya con cargo de director, se instaló en Buenos Aires para llevarlo adelante. El elegante hotel Sofitel que se levanta sobre la calle Arroyo es uno de los frutos de dicho emprendimiento. "Fue una tarea que nos hizo sufrir –evoca– porque lo construimos en plena crisis de 2001. Entre 2002 y 2004, dada la situación económica, no se pudo hacer gran cosa, pero ahora la Argentina ha entrado en un período de crecimiento que probablemente sea largo y fuerte."
Cuando se le pide que evoque el momento de su arribo a este rincón del planeta, dice que lo recuerda con nitidez: "La primera impresión que tuve al pisar Buenos Aires fue que efectivamente algunos de sus barrios se asemejaban a París. Pero a medida que fui viviendo aquí advertí que no se trataba de retazos parisinos, sino que ésa era la esencia de Buenos Aires: una mezcla entre la arquitectura moderna, la tradicional y la colonial. Esta ciudad es una gran mezcla, y eso pone de manifiesto que la Argentina fue un país de inmigración en el que cada colectividad aportó el gusto propio, a lo que se suma lo poco del pasado colonial que se ha podido conservar. Pero hubo algo que me impactó más que los edificios y el arte: aquí percibí una alegría de vivir y de trabajar que no había encontrado en ninguna otra parte del mundo. En tal sentido, es un país formidable para la hotelería, porque aquí uno encuentra colaboradores dispuestos a tratar a los clientes no sólo con respeto, sino también con calidez".
Sinónimo de lujo
"Cuando uno vive en un país que no es el propio durante mucho tiempo es porque ese país le gusta", sentencia Olivier Richard, director general de L’Oréal Argentina y Uruguay. A estas alturas lleva treinta años fuera de su Francia natal, a la que regresa regularmente en viajes de negocios y en plan de vacaciones. Su primer contacto con la Argentina lo tuvo en 1969, cuando estudiaba en la Ecole Supérieure de Commerce de Paris y trabajaba como tripulante de una línea aérea. "Entonces tuve una visión muy superficial, que logré profundizar cuando mis funciones en L’Oréal me permitieron regresar aquí en numerosas ocasiones –explica–. Entre 1987 y 1995 estuve afincado en Buenos Aires; luego me trasladaron por dos años a Hong Kong, al cabo de los cuales viví en México, entre 1998 y parte de 2006, momento en el que regresé a Buenos Aires."
Cuando contempla la capital de la República Argentina, Olivier advierte huellas importadas: "En materia arquitectónica, la influencia europea es evidente. Pero además, cuando uno va al barrio de San Telmo a buscar libros viejos, encuentra algunos ejemplares que demuestran que, desde finales del siglo XIX y hasta antes de la Segunda Guerra Mundial, en la alta sociedad argentina existía la tendencia de hablar francés y de tomar la imagen de Francia como modelo. Pero ahora eso ya no existe", asegura.
Con relación a la imagen que Francia exporta al resto del planeta, opina que los tiempos han cambiado. "Durante largos años, en gran parte del mundo se consideró a Francia como sinónimo de lujo, aunque nunca faltaron las malas lenguas que afirmaban que los franceses habían inventado los perfumes porque no se bañaban –comenta, divertido–. Hoy por hoy, Francia ya no tiene el monopolio del lujo. Sus principales competidores en ese terreno son Italia y los Estados Unidos." De hecho, entre las marcas de lujo que integran el portafolio de L’Oréal los productos de belleza de Giorgio Armani, de origen italiano, y los de Ralph Lauren, de procedencia norteamericana, conviven con Lancôme, Helena Rubinstein, Biotherm y Cacharel. Y en la Argentina, evalúa, hay un mercado para todas ellas porque "aquí la gente es sensible a la belleza y tiene un cierto grado de sofisticación". Realista, hace la salvedad de que "se trata de productos caros y que, en consecuencia, el público argentino reacciona ante la oferta conforme a los vaivenes de las crisis, que ojalá no se repitan más".
El más europeo
Estudió hotelería en la Universidad de Cornell en Nueva York e inició su carrera en restaurantes emblemáticos de París, como La Dauphine, Lasserre y en el del Hôtel Plaza Athenée. Y trabajó en importantes hoteles, como Sofitel Paris, Sofitel Paris la Défense y Sofitel Nantes.
Geraud Vigier cuenta con una vasta experiencia hotelera en diversas regiones del planeta. Y ahora es gerente general de Sofitel Buenos Aires.
Cuenta que decidió vivir aquí cuando el Grupo Accor le hizo la propuesta, hace casi dos años.
"Me resultó muy interesante este nuevo desafío, por la Argentina, y especialmente por Buenos Aires, una ciudad más que atractiva. La idea de venir a trabajar en un hotel de lujo, que además es miembro de The Leading Hotels of the World, fue el broche para que el proyecto fuera muy prometedor."
¿Cómo describe a los argentinos? "Los argentinos son muy parecidos a los europeos, desde su personalidad hasta sus costumbres. Tanto los argentinos como los franceses son muy sensibles al arte en general y a la gastronomía; culturalmente, las personalidades tienen muchos factores en común. Además, uno se encuentra muy a gusto porque muchos hablan perfecto francés, sumado a que el estilo de vida acá es muy similar al de Francia... Me siento realmente bien. Lo que sorprende es el concepto tan fuerte de familias numerosas y unidas; no es tan común en Europa.
La Argentina –piensa Vigier– es un país "para hacer muy buenos negocios". Accor, por ejemplo, tiene un abanico de marcas con diferentes productos que se desarrollan de acuerdo a los mercados. El grupo debe recorrer aún un gran camino para el desarrollo de sus negocios en la región, especialmente en la Argentina.
Sobre los atractivos porteños, opina: "La ciudad de Buenos Aires tiene muchos rincones que me hacen sentir realmente en París: la zona de Retiro, los negocios, las grandes avenidas, la arquitectura".
Y dice que, en parte, sobrevive el paradigma de las ciudades similares, hermanas, parecidas, en la actual realidad globalizada. "Hay un gran interés por lo que pasa en la Argentina cuando estamos en Francia. Siempre hay interés por el tango; éste es el país más europeo de América latina."
.
Por Adriana Schettini
[Fuente: www.lanacion.com.ar]
Sem comentários:
Enviar um comentário