En 1996, a pesar de la pésima copia en VHS
con sonido crujiente, la redescubrió. Algo tenía esa ficción sarcástica,
satírica, mordaz, que lo convocaba a reversionarla. Faltaban
varias proezas, suelas y cámaras gastadas. Restaba engendrar El
mismo amor la misma lluvia, El hijo de la novia y El secreto de sus ojos para
cristalizar de una vez por todas El cuento de las comadrejas.
Otra historia dentro de la historia: Campanella
pensaba que no había actriz que supliera con justicia a Mecha Ortiz, la Greta
Garbo argentina de la versión original. En 2011,
distraído de ese proyecto, convocó a Graciela Borges para el unitario El
hombre de tu vida. Ahí estaba la respuesta: acababa de
descubrir a una comediante, la misma que lo había obnubilado en un drama, La
ciénaga. No más dudas: tenía que ser ella la gran Mara de la
remake. Había que convencerla. Y convencer al dream
team, Luis Brandoni, Oscar Martínez y Marcos Mundstock.
Más perlitas: el rodaje ya era un
hecho y las casonas elegidas, dos patrimonios históricos. El castillo
Guerrero, en San Vicente, y una locación en interiores en Villa Devoto. Más
que actuar el retorcido guion, la dificultad venía por disfrazar el
invierno en una historia de primavera. Cuatro camperas y calzoncillos largos para
Campanella. Graciela
pensó que, tal vez, el frío es psicológico y se entregó a los vestidos
livianos y a los exteriores con cinco grados bajo cero. Gran simulación para
esa mujer que le tomó prestado el apellido a Jorge Luis.
Diez años pasaron desde El
secreto... la última película no animada de Campanella. En esa
década, tres años de "cocción" de Metegol, TV, teatro y una
exigencia que le valió una internación: "Yo no sé en qué momento pasó el
tiempo. Cómo se pueden cumplir 20 años de El mismo amor, la misma lluvia. En
2011 casi me muero. Engordé 100 kilos. Una noche por semana, no dormía. Y las
otras noches, dormía cinco horas. Cómo lo hice, sin aditamentos químicos, no
lo sé", se ríe Juan José. "Así me fue. Me tuve que internar un día
con desbalance de azúcar. Estaba pasado de revoluciones".
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“El Cuento de las comadrejas”, con Martínez, Brandoni y
Mundstock
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Estamos en el Palacio de Retiro que
perteneció a los Álzaga Unzué. Graciela Zabala, como nadie la llama, se pasea
como una gacela. Imposible no pensar que es el mismo mito al que
Picasso pintó en una servilleta y que tomaba café con Dalí. Que superó las 50 películas. Así resume el
espíritu de esta comedia negra: "Un gran chiste".
El juego de la
exageración. Rozar el horror de manera encantadora. Ya lo dijeron
los críticos de la original: "Un inusual ejercicio sobre el cinismo".
En esta trama: una estrella de la época dorada convive en una mansión
con un actor en el ocaso de su vida, un escritor cinematográfico frustrado y
un director. La
llegada de dos jóvenes puede hacer peligrar esos pactos siniestros
de esta "casi familia".
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(Foto: Juano Tesone)
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-Juan: ¿Cuál era el riesgo más grande
de una remake de los setenta?
-Que no le gustara a Martínez Suárez.
Ya la vio. Hablamos. Le gustó mucho. Me contaba que estaba nervioso porque no
sabía si quería que le gustara más que la original. Pero pronto se dio
cuenta: era una película distinta. Creo que las dos conviven. Siempre
tengo la idea de que una remake tiene que ser lo suficientemente similar,
pero a la vez distinta. Y que ninguna arruine a la otra.
-¿Cómo trabajaste cuestiones del guion como el machismo en una era de reivindicaciones y
nuevo paradigma?
-No puedo contestar comparando con los
dos guiones porque son dos películas distintas. Cambió todo. La historia, el
final, las relaciones.
-¿Por qué esa obsesión con la idea de la película
desde hace más de 20 años?
-No es una obsesión, me gustaba el
ingenio de la original. Y utilizarlo como plataforma para un gran homenaje al
cine en todo sentido. No solo trabajar con el estilo de otros directores,
sino hablar de gente de cine que ve la vida a través del cine. Para los
personajes, la vida es el reflejo del cine y no lo contrario.
-¿Este es tu gran cambio de registro? A lo
largo de tus películas, de la emoción nos llevaste al misterio. Ahora al
humor negro...
-Me encanta el humor negro, pero yo no
calificaría tanto la historia como humor negro, sino de sarcasmo, ironía. Te
invito a ver un mundo de gente que se armó su propia fantasía. No es el mundo
de un club de barrio, inmediato a vos. En ese sentido hay un pequeño cambio.
Lo próximo puede ser totalmente distinto. Como espectador tengo un rango
grande, me gustan muchas cosas y lo que trato de hacer es que sean películas
que no toquen las mismas cuerdas.
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En
pleno rodaje, Graciela y Juan José
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¿Por qué Graciela era tu única opción?
-Porque
necesitaba una actriz con toda esa historia en el cine encima. Cuando la
redescubrí en El hombre... como comediante, entendí que le ponía de manera
sutil un rulo a cada gag. Es nuestra gran actriz de cine. Como dijo Mirtha
(Legrand) el otro día: la única que no se diversificó. No se dedicó a la
televisión.
-¿Tu historia como
espectador de Graciela?
-Sus
películas más famosas no las vi cuando se estrenaron, porque estaban
prohibidas para menores de 18. Ella siempre se movió en un registro adulto.
Cuando mandé el guion, todos esperaban una película muy Campanella, y ella
fue la primera que mejor entendió el guion.
-Pasaron 10 años desde
“El secreto...”, y si bien estuvo “Metegol”, fue una década sin dirigir
ficción “de carne y hueso” en cine. Por lo visto no te corre el tiempo,
cultivás la paciencia.
-Sí.
En realidad eso fue un consejo que me dio mi mujer. Me dijo: "Ahora la
presión va a ser que hagas otra inmediatamente. Tomate tu tiempo. No hagas
macanas"”. Y cuando terminé Metegol, tras la
sobredosis de tecnología, dije: “Quiero actores, diálogo. Mover algo con una
polea”. Y con Parque Lezama me nació un amor al teatro que hace que estemos
construyendo uno en Paraná y Corrientes.
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Graciela
Junto a Brandoni, su esposa en "El Cuento de las Comadrejas"
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Borges: "Es difícil
que vuelva a hacer cine"
-Como ícono de nuestra
cine, ¿sos mucho más selecta hoy a la hora de aceptar proyectos?
-Soy,
creo. Tengo un leve sentimiento de que es muy difícil que vuelva a hacer cine
después de esto.
-¿Por qué?¿Un retiro?
-No
es que no me gusta el cine, fue mi vida, pero fui creciendo con los
personajes, y he tenido personajes tan ricos que decís: "¿Qué
sigue?". Hice un personaje dificultoso en La quietud hace poco, hice a Mara, este personaje que es como una
gloria, un juego eterno de alegría, melancolía, tristeza. ¿Qué viene ahora?
-Dentro de la película
hay como un homenaje a vos. ¿Lo sentiste así?
-Lo
sentí, no sé si como un homenaje, pero me dieron emoción las escenas de mis
películas. Cuando se refracta Pobre mariposa. Pero eso
que le pasa a Mara no es algo que me pase a mí, ella es verdaderamente más
grande y hay cierto deterioro, pero no de la edad sino del estado de vegetar.
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Junto
a Nicolás Francella en una escena de "El cuento de las comadrejas"
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-Hay algo de reino perdido, de duelo por lo que tuvo y
perdió...
-Claro.
Es tierno que ella piense en su vuelta cada minuto, cada segundo de cada hora.
Ella es diva, yo no, yo soy mucho más natural.
-¿La diferencia entre esa
actriz de la historia y vos es que estás desapegada del éxito?
-Yo
no creo en éxito ni en fracaso. Tomo todo muy tranquilamente. Hacés una
película, te encantó y no va nadie. Hacés otra y se llena. ¿Quién vio
"El dependiente"? Considerada una de las mejores de todos los
tiempos. Y nunca la cobré. Leopoldo Torre Nilsson nos dijo a Leonardo Favio y
a mí: "Chicos, no tienen un peso" (se ríe).
-Con una carrera tan
descomunal, ¿la crítica cinematográfica es una insignificancia para vos?
-No.
Yo ahora agradezco, como los japoneses. Digo: "Está hecho,
caminemos". Como dice un maestro espiritual mío: "Si está bien para
ti, está bien para mí". Con el tiempo te entregás como paisano a la gripe.
Las películas son un sentimiento. Y tal vez al crítico ese día le dolía la
panza. O estaba enfermo. O estaba exaltado y le gustó tanto porque le
movilizó una fibra íntima. Hay un maestro mío espiritual, John Roger. Murió y
quedó John Morton, su mano derecha. Y él me dijo: "Si no te das cuenta
de que es el mejor momento de tu vida, no te das cuenta de nada en este
mundo".
-¿Y vos te diste y te das
cuenta de eso hoy?
-Sí.
Tengo un tiempo de vida de aceptación. Mis libros, mis amigos, mis películas,
el tiempo transcurrido fue bueno, leo. Soy libre y ser libre es no tener
miedo. No tengo miedo. Estoy en un mundo lleno de preocupación y digo:
"Que todo sea para los más altos fines y para el fin mayor".
Ayer y hoy: un seleccionado
de actores
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"Los
muchachos de antes no usaban arsénico", filme de 1976
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Mecha Ortiz, Narciso Ibáñez Menta, Bárbara Mujica, Arturo
García Buhr y Mario Soffici fueron los cinco actores de Los muchachos de antes no
usaban arsénico, la versión original, dirigida por José Martínez Suárez, en
la que se inspiró Campanella.
La remake está plagada de
guiños, se incorpora algún personaje, o se toman licencias respecto a los
personajes masculinos. Borges encarna el rol de Mara, que fue de Ortiz.
Oscar Martínez, Luis Brandoni, Marcos Mundstock, Clara Lago y Nicolás
Francella completan el elenco. Mientras se hiperpromociona el estreno,
Campanella sigue preparando en silencio un proyecto junto a Eduardo Sacheri.
[Fuente:
www.clarin.com]
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