terça-feira, 21 de março de 2017

Extranjería y desplazamiento

En el libro El extranjero de Richard Sennet1 se suceden dos ensayos que abordan el exilio desde perspectivas y métodos diferentes, pero en ambos casos se refieren al “juego de la segregación del pluralismo” y a la necesidad de trascender la mera tolerancia para conseguir que la persona de una minoría sea legítima dentro de la sociedad. Con las palabras “terrorismo” y “fundamentalismo islámico” como corolarios de las relaciones entre los pueblos en la actualidad, la discusión sobre cómo tratar al inmigrante, qué significa ser un desplazado y cómo se articulan las identidades individuales y grupales en las democracias modernas es necesaria.

El extranjero
En el primer ensayo, titulado “El gueto judío de Venecia”, el sociólogo egresado del Massachusetts Institute of Technology aboga por llegar a la legitimación de los ciudadanos no solo a partir de la tolerancia, que pudiera terminar por segregar a quienes son distintos a los lugares cómodos para la mayoría que no se preocupa por entenderlos, y proclama que la verdadera legitimación ocurre cuando se entiende que el otro puede también ser similar.

Por medio de una exposición histórica de lógica inductiva, Senett centra su recorrido por la Venecia del Renacimiento, en la relación que existía entre el lugar de residencia y los derechos civiles, porque lo considera un ejemplo de fracaso político que Occidente ha venido arrastrando durante años: “los pensadores de la Ilustración (…) creyeron ilusoriamente que lo social podía subsumirse en lo político”, pero esa ilusión se contradice con “las celebraciones de la cohesión social en sí misma, particularmente entre los grupos oprimidos”. Quiere decir con esto que los judíos fueron sujetos de la ignominia de los venecianos, como fue el triste testimonio del pogromo de 1636, porque si bien tenían los derechos verbales y espaciales de los venecianos, los judíos no fueron incorporados al funcionamiento del Estado. En otras palabras: fueron tolerados, pero no se les interpretó en función de su semejanza a los demás ni de sus aportes a la sociedad.

Menos efectivo en las metáforas con las que construye su planteamiento me parece el segundo ensayo, justamente del cual el libro toma su título, que comienza con la imagen del cuadro El Baile del Folies Bèrgere, pintado en 1882 por Édouard Manet con una perspectiva que al también fundador del New York Institute for the Humanities le permite comparar el desplazamiento óptico en el cuadro con el cambio de perspectiva de la realidad a la que se somete un inmigrante al entrar a una nueva sociedad. Se trata de un conflicto existencial en las culturas grecolatina y judeocristiana; entre “por un lado, los llamamientos de la verdad del lugar y los comienzos y, por otro lado, las verdades que se descubren al convertirse en extranjero".

Lo más importante de los ensayos de Sennett es que comprenden el desplazamiento del exiliado como algo distinto al fracaso. Prefieren racionalizarlo como un proceso que establece sus propias formas y posibilidades; el cual le puede permitir comprender a las personas que sufren esa experiencia no solo las características de las sociedades que han abandonado, sino también de aquellas donde están asimilándose. Así, el inmigrante le parece a Sennett un ciudadano útil para la comprensión de las sociedades porque su posición tiene el privilegio de pulular en el intermedio. Como no es ni una cosa ni la otra, el que está desplazado, puede entender con distancia tanto la cultura en la que habita, como la que ha dejado atrás.

Escrito por Michelle Roche Rodríguez



[Fuente: www.colofonrevistaliteraria.com]

Sem comentários:

Enviar um comentário