Se intercalan cortes de
publicidad, imágenes repetidas... Y no llega lo que se había anunciado
Escrito por ÁLEX GRIJELMO
Las televisiones privadas no sólo han subvertido
el sentido del verbo “discutir” (que ahora implica “hablar a gritos”), sino que
van a lograr pronto que cambie la percepción general sobre el significado del
adverbio “enseguida”.
Anuncian a cada rato: “Enseguida, nuestro invitado
sorpresa”. “Las imágenes más esperadas… enseguida”. Y en los programas
deportivos: “No os perdáis el macrorresumen del partido de Mestalla, enseguida
en #directogol”.
He medido alguna vez la duración de esos
“enseguidas”, y entre el momento en que aparecen los avisos y la llegada de lo
prometido pueden transcurrir 20, 25 o 30 minutos.
Se trata de una manipulación más que están
implantando los hechiceros de las audiencias en la búsqueda de ese efecto
pegamento que pretende mantener al público adosado a la pantalla y sin
permitirse ir un rato al baño.
El Diccionario define “enseguida” como “inmediatamente
después en el tiempo o en el espacio”. Sin embargo, lo que se suele ver
“inmediatamente después” de ese “enseguida” es cualquier cosa menos lo
anunciado. Los minutos pasan y pasan, se intercalan eternos cortes
publicitarios, tertulias, entrevistas irrelevantes, reportajes de refrito,
imágenes en una cinta sin fin que alargan la espera hasta hacerla insoportable…
Y “enseguida” no significa eso. Porque “enseguida” equivale a “de seguido”: sin
romper la continuidad.
Algunos adverbios de tiempo llevan consigo un
significado medible: mañana, ayer, hoy, jamás, antes, después… Pero es verdad
que otros dependen en cierto grado de la famosa relatividad del tiempo: pronto,
luego, deprisa… Si alguien nos dice que un árbol en concreto crece “deprisa”,
sabemos que eso sólo sucede en términos relativos. Es decir, crece deprisa en
comparación con el crecimiento de otros árboles, pero no en comparación con el
crecimiento de las setas. Del mismo modo, un coche puede correr muy velozmente
y un avión volar muy despacio, y sin embargo ser más rápido éste que aquél. Así
que normalmente usamos tales adverbios con arreglo a lo que en cada caso se
considera veloz o lento.
Ahora bien, ese cierto margen para la relatividad
ni avala la subversión del significado ni debe llamar a engaño. “Pronto”, por
ejemplo, equivale a “rápidamente, con celeridad”, y su uso cabal depende de una
comparación entre iguales (entre árboles, entre aviones).
Por tanto, “tarde” y “pronto” se relacionan
coherentemente en esos casos con la idea que tenemos en general sobre la
rapidez de cada medio de transporte o la del crecimiento de cada ser vivo. Y de
igual manera, el “enseguida” o el “a continuación” de los programas televisivos
debe relacionarse con la celeridad de ese medio y con la capacidad cierta de
que alguien haga a renglón seguido lo que anuncia. Y a la televisión le suponemos
eso, porque en su mano está difundir lo que ya tiene.
Mucha gente presencia esta manipulación sin
rechistar. Con el tiempo, eso sí, el público aprende que “enseguida” no
significa “enseguida”. Que las palabras de ellos no son las nuestras.
Pero pobre del camarero que suelte ese mismo
“enseguida” falso después de que los comensales hambrientos le pregunten que
cuándo estará lista la paella. A él le puede caer la mundial.
[Foto:
ULY MARTÍN - fuente: www.elpais.com]
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