A fines del siglo XIX un centenar de familias judías de Europa del
Este que buscaban escapar del hambre y la persecución se embarcaron
hacia Buenos Aires con la promesa de encontrar un nuevo hogar en nuestro
país. Sin saber adónde venían ni las dificultades que habrían de
enfrentar, lo encontraron finalmente en Santa Fe y lo llamaron Moisés
Ville. Su hogar, hoy un pequeño pueblo rural vecino a la ruta 34, podría
convertirse en el próximo sitio patrimonial de la humanidad en
Argentina, de prosperar una postulación impulsada por el Centro Simón
Wisenthal con el apoyo de la UNLP.
La iniciativa, presentada durante la última sesión de UNESCO en San
Petersburgo, se basa en el hecho de que Moisés Ville no solo fue la
primera colonia agrícola judía de América del Sur, sino a que constituyó
un modelo de integración digno de imitar. Así lo resaltan desde la
facultad de Ciencias Económicas de la UNLP, cuyos expertos en patrimonio
fueron convocados especialmente para sustentar los aspectos técnicos de
la postulación.
Moisés Ville “es un paradigma de la contribución de refugiados al
entramado de una nación que abrió generosamente sus puertas” a los
inmigrantes judíos, explican desde el Centro Simón Wisenthal, al señalar
su interés en que “las enseñanzas que ese pueblo evoca” trasciendan para
promover la tolerancia y el respeto entre la humanidad.
Aunque apenas un 10% de sus 2.500 habitantes es hoy de origen judío,
en Moisés Ville la noticia de que UNESCO tiene sus ojos puestos en ellos
conmovió a la comunidad. Y es que en el pueblo -como reconoce Eva
Guelbert de Rosenthal, la directora de su Museo Histórico- no solo
subsisten muchas de las casas y edificios levantados por sus fundadores,
sino también su gastronomía, sus tradiciones, su cultura del
cooperativismo y su solidaridad.
LA TIERRA PROMETIDA
Hacia fines de 1880 la situación de los judíos se tornaba cada vez
más dramática en la Rusia del zar Nicolás: se los obligaba a vivir en
guetos, a llevar distintivos en sus ropas, a pagar impuestos
discriminatorios y eran blanco de linchamientos sistemáticos por parte
de la población civil, los llamados “pogroms”. En ese contexto, un grupo
de familias originarias de Podolia (Ucrania, en la actualidad) se puso
en contacto con el gobierno argentino, por entonces interesado en
incorporar inmigrantes europeos para sustentar su proyecto agro
exportador.
Unas 820 personas agrupadas en 136 familias se embarcaron en Bremen
en el vapor Wesser y, tras una dura travesía, en agosto de 1889 lograron
llegar a nuestro país. Ya en Buenos Aires se enteraron sin embargo de que
las tierras bonaerenses que les habían prometido no estaban disponibles,
por lo que terminaron en Santa Fe. Pero allí tampoco los esperaba nadie,
cuando días más tarde llegaron en ferrocarril a la estación Palacios,
donde se suponía que iba a estar su hogar. El grupo pasó dos meses
alojado en galpones ferroviarios sufriendo la falta de alimentos y una
epidemia de tifus que lo diezmó. Se cuenta que al menos sesenta de sus
hijos murieron allí.
Su situación recién comenzó a mejorar con la visita de Wilhelm
Lowenthal, un médico comisionado por el gobierno para verificar el
estado de la colonias, que intercedió a su favor. Con la ayuda de este y
de una familia italiana de la zona, el grupo se dirigió entonces al
sitio donde se emplazaría el pueblo, a unos 18 kilómetros de la estación
ferroviaria. Cuando el propietario que les había cedido esas tierras le
preguntó al rabino Aarón Goldman qué nombre querían poner a la colonia,e ste respondió “Kiriat Moshe”, lo que fue traducido por un interprete
francés como “Moisés Ville”.
“En hebreo, ´Kiryat Moshe´ hace referencia al pasaje bíblico en que
Moisés saca a los judíos de Egipto para llevarlos a la tierra prometida.
Y era muy apropiado para el caso, dado que finalmente Argentina les
abría sus puertas a quienes habían salido huyendo de la Rusia zarista”,
explica Guelbert, directora del Museo Histórico de Moisés Ville.
Los primeros años no fueron fáciles para aquellas familias. Tuvieron
que vivir en tiendas y enfrentar la barrera cultural que los dividía
tanto de los argentinos nativos como de otras comunidades afincadas
alrededor. Sin embargo, sus sacrificios por transformarse en
agricultores, su entusiasmo por integrarse a la vida en Argentina y su
lucha contra las manifestaciones antisemitas a las que se vieron
sometidos al principio los ayudaron a ganarse finalmente la aceptación
como habitantes del lugar.
UN CAMINO LARGO
Ubicado en el centro de la provincia de Santa Fe, a unos 170
kilómetros de la capital provincial, Moisés Ville es hoy un pequeño
pueblo rural como otros de esa zona, pero con una identidad cultural que
lo distingue de los demás. En él subsisten con diversos grados de
conservación muchos de los edificios fundacionales propios de la
arquitectura judía de Europa Oriental. Entre ellos se destacan tres
sinagogas, dos bibliotecas con libros en hebreo, ídish y ruso; una
escuela y un seminario de maestros hebreos; un hospital judío, y el
primer cementerio israelita de nuestro país.
Pero en Moisés Ville el legado de sus fundadores no solo subsiste en
edificios. Como señala el informe técnico elaborado por el Instituto de
Investigaciones en Turismo de la Facultad de Ciencias Económicas para
apoyar la postulación, “son a la vez notables los componentes de un
patrimonio cultural inmaterial, ya que se han conservado tradiciones
religiosas y culturales, que incluyen la gastronomía judía. La
convivencia armoniosa y respetuosa entre la comunidad original y otras
que poblaron el país se hace evidente en el principal acontecimiento del
pueblo, la Fiesta de la Integración Cultural”.
A cargo del arquitecto Alfredo Conti, uno de los principales
referentes en temas patrimoniales de nuestro país, el Instituto realizó
un vasto trabajo de campo para elaborar el informe técnico que podría
llevar a Moises Ville a convertirse en Patrimonio de la Humanidad. Se
trata de “un camino largo que recién se comienza a transitar; es preciso
ir superando una serie de instancias formales que no toman menos de dos
años en llegar a una eventual declaración”, explica el licenciado en
Turismo Uriel Charne, secretario de la entidad.
Por lo pronto, la originalidad de la propuesta constituiría un fuerte
punto a su favor. Y es que si bien en la Lista de Patrimonio Mundial
existen varios centros históricos con barrios judíos (como es el caso de
Cracovia, Venecia y Toledo) en ningún caso este aspecto ha sido la base
de la nominación. El caso que más podría asemejarse a Moisés Ville es
el del Barrio Judío y la Basílica de Trebic, República Checa, inscritos
en 2003 como testimonio de la convivencia entre cristianos y judíos en
la edad medieval.
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