El cementerio judío de Altona, con una superficie de 1,9
hectáreas, es el cementerio judío más antiguo del Hamburgo actual y el
cementerio judío-portugués más antiguo del norte de Europa. Por su
antigüedad y por su extraordinario arte sepulcral está bajo la
protección del patrimonio nacional desde 1960.
Escrito por Luis Gulín Iglesias
Desde hace algunos años los científicos piden que se le confiera el título de Patrimonio de la Humanidad de la UNESCO, junto
con los cementerios judíos de Curaçao, Jamaica y Surinam. En los años
70 del siglo XIX tuvieron lugar 9000 entierros, 2000 de ellos en el área
judioportuguesa y los 7000 restantes en la parte judioalemana. Más de
6000 lápidas alemanas y 1.600 portuguesas se han conservado por entero o
fragmentariamente.
El cementerio es propiedad de la Comunidad Judía de Hamburgo. La Oficina del Patrimonio es la responsable de la restauración de las lápidas, el Instituto de Historia de los Judíos Alemanes (Institut für die Geschichte der deutschen Juden) investiga el cementerio en colaboración con el Instituto Salomon Ludwig Steinheim de Duisburgo y la Fundación para la Preservación de Monumentos (Stiftung Denkmalpflege) coordina la Casa Eduard Duckesz y el programa de visitantes y de formación continua.
El cementerio portugués fue investigado ampliamente a lo largo del
siglo pasado. Su origen data del año 1611, cuando el 31 de mayo de ese
año los judíos portugueses de Hamburgo adquirieron un terreno a un noble
de la zona, el conde Ernst III. von Holstein-Schaumburg, para dar
sepultura a sus muertos en Altona, hoy en día integrada ya en Hamburgo
desde el año 1937. Posteriormente en 1612 los propios judíos alemanes de
Hamburgo adquirieron también un terreno lindante con los portugueses
siendo autorizados en 1641 por el rey Christian IV de Dinamarca, de
aquellas el soberano de Altona, practicar libremente sus ritos
religiosos.
Con el tiempo se formaron tres cementerios diferenciados para los
judíos: el propiamente alemán, el de los portugueses o sefardíes y de
los asquenazí, los judíos de Europa Central y Oriental. Este último
creció con el tiempo siendo ampliado sucesivas etapas para fusionarse
con el de los sefardíes portugueses.
Entre 1812 y 1835 los asquenazíes, que llegaron a Hamburgo en el año
1648 huyendo de los progromos de Bielorusia, autorizaron el entierro de
judíos alemanes de Hamburgo por falta de espacio. Los funerales y
entierros fueron permitidos por las autoridades hasta el año 1869, cuando
una ley alemana prohibió la creación y mantenimientos de cementerios
dentro de las propias ciudades, estableciendo la creación de nuevos
camposantos a las afueras de las urbes. Hasta 1871 se permitieron en la
parte asquenazí sepulturas, y en la parte sefardí portuguesa incluso
hasta el año 1877. Las tumbas askenazíes (de los judíos centroeuropeos)
se distinguen de las sefardíes en que aquellas tienen lápidas
verticales, mientras que las sefardíes son túmulos o lápidas
horizontales, fiel a su procedencia peninsular ibérica. Las lápidas
sefardíes incluso tenían representaciones bíblicas, al contrario que los
muy ortodoxos judíos de la Europa oriental que rechazaban cualquier
ilustración de la biblia. Las últimas investigaciones han permitido
descubrir la lápida de Samson Heine, padre del novelista alemán Heinrich
Heine, cuya madre era de origen español.
Los sefardíes portugueses de Hamburgo habían huido de la Península
Ibérica por el decreto de los Reyes Católicos, llegando alrededor de
1580 a Hamburgo, vía Amsterdam, creando en el norte de Alemania un
centro importante de comercio, operaciones inmobiliarias y de
transacciones financieras. Cuatro fueron los primeros en llegar:
Fernando Dias, Emanuel Alvares, Adrián Gonzalves y Diego Gomes, que al
principio para disimular se hacían pasar por católicos, los conocidos
marranos. Con el tiempo fue creciendo la comunidad hasta llegar a las
100 familias en 1619, creando en ese año el primer banco de la ciudad
de Hamburgo y la primera bolsa de valores de Alemania. Su importancia
residía en el comercio floreciente con Portugal, España y las Indias
Españolas, Curazao, Surinam y el Caribe. A estas colonias de ultramar
solían enviar como castigo por mala conducta a los jóvenes judíos
portugueses de Hamburgo.
No hay que olvidar que Lisboa había ganado importancia en el tráfico
marítimo internacional que benefició mucho a los mercaderes
judeoportugueses de Hamburgo, que para proteger a sus familiares o
contactos en Portugal o en las colonias portuguesas en ultramar
germanizaban sus apellidos para pasar por alemanes. Así João Francês se
transformó en Hans Frantzen, de Álvaro Dinis salió un Albrecht de Nies, y
de Belmonte el mercader Schönberg. El origen de Hamburgo de ser en la
actualidad una de las ciudades con mayor presencia de oficinas
consulares a nivel mundial se debe también a los sefardíes de Portugal, pues con el tiempo muchos de ellos adquirieron el mandato de representar
diplomáticamente a varias casas monárquicas escandinavas en la ciudad
del rio Elba en los siglos XVI y XVII.
Por las calles del barrio de Altona, donde se habían asentado los
sefardíes, se escuchaba predominantemente los idiomas portugués, ladino y
hebreo. Incluso hubo políticas discriminatorias desde judíos sefardíes
portugueses a los judíos alemanes. En los siglos XVII y XVIII los
sefardíes hamburgueses, aparte de seguir practicando el portugués,
también se caracterizaban por su estilo mediterráneo del buen vestir y
buen vivir, rechazando mezclarse con los hermanos “tedescos” e incluso
despreciaban a los asquenazíes. “Nación portuguesa”, “gente de la
Nación” u “hombres de nación”, así era como los mercaderes
judeoportugueses manifestaban su orgullo de hidalguía y los sabores
gastrónomicos del Portugal. Los ciudadanos de Hamburgo se asombraron
cuando vieron salir de sus lujosas casas a hombres y mujeres
suntuosamente vestidos, a quienes sus criados africanos les abrían las
puertas de sus carruajes. La influencia portuguesa sefardí parece ser
que fue de importancia que incluso la palabra alemana Marmelade procede del portugués marmalada.
A partir del siglo XVII se inició la decadencia de la colonia
portuguesa. La razón residió en el año 1690, cuando el Senado de Hamburgo
aumentó la presión fiscal, lo que provocó la huida de los más de 700
sefardíes a Ámsterdam, también provocada por el aumento de la presión
antijudía del clero de la comunidad protestante que nunca los ha visto
con buenos ojos. Esto trajo consigo un auténtico crash en la bolsa de
Hamburgo, empobreciendo a los pocos sefardíes que permanecieron, y
paralelamente se aprovecharon sus hermanos asquenazíes de la coyuntura,
aumentando su riqueza personal y patrimonial. Hubo también emigraciones a
Berlín, como por ejemplo de Henriette de Lemos Herz (en
la foto) que fue la iniciadora de un salón literario a fines del siglo
XVIII en Berlín y una de las impulsoras de la emancipación femenina. Con
la llegada de la II Guerra Mundial, cuando ya el número de habitantes
judíos ni llegaba al centenar, estos sufrieron, como los demás judíos de
Alemania, el destino de la deportación a los campos de exterminio.
Álvaro Cassuto y Henriette de Lemos Herz
Uno de los descendientes de portugueses judíos que se libró del
holocausto es el famoso compositor Álvaro Cassuto (en la foto), hijo del
portugués de Hamburgo Alfonso Cassuto, que
emigró en 1933 a Porto. Álvaro siempre se ha considerado de Hamburgo,
lo que se nota en su portugués con marcado acento alemán, mientras que
su alemán tiene fuertes entonaciones norteamericanas.
En los archivos históricos se pueden encontrar informes y
datos de familias con los apellidos Castro, Costa, Esteves, Curiel,
Dinis, Lemos, Pardo, Rosales, Teixeira o Sampayo. Los Castro
hoy en día siguen siendo una familia de tradición médica en Hamburgo.
Uno de sus antepasados Rodrigo de Castro, fue ginecólogo, era
especialista en terapia musical. Su manual como combatir la peste fue de
estudio obligatorio en las mejores facultades de medicina europeas. Uno de sus descendientes que actualmente ejerce la medicina es el Dr. Alfonso de Castro, hijo Hans de Castro,
especialista en enfermedades tropicales, que sobrevivió el campo de
concentración de Dachau, no así el abuelo de Alfonso y padre de Hans,
Alfonso, que murió en el campo de Theresienstadt en 1942.
Después de la II Guerra Mundial los judíos de Hamburgo crearon en el
año 1960 la nueva sinagoga que atiende en la actualidad a unos 3000
fieles, la mayoría procedentes de la antigua Unión Soviética.
[Fuente: www.galiciapress.es]
Sem comentários:
Enviar um comentário