domingo, 1 de maio de 2016

El judeoespañol, introducción


Por Haim Vidal Sephiha

De todas las lenguas minoritarias el judeoespañol (espanyol, djudyo, djidyo, o espanyoliko en Levante, haketiya en el Norte de Marruecos y tetauni en Orán)  es probablemente la lengua que más profundamente ha visto afectadas sus estructuras mentales y lingüísticas.

En el mundo todavía 400 000 sefardíes- la mayoría bilingües – y aproximadamente 80 000 de ellos residentes en Francia, tierra de elección de numerosos judíos originarios del antiguo Imperio Otomano, de Marruecos y de Orán (Argelia) hablan el judeoespañol.
La historia de aquellos judíos españoles desde su expulsión de España en 1492 hasta la actualidad – pasando por su instalación por la cuenca mediterránea, sus tribulaciones en medio de guerras y revueltas en aquella parte del mundo, la formación de su etnia, sus migraciones y nuevos exilios por Europa o América, el genocidio, etc…- ha sido analizada en el precedente tomo indispensable para el conocimiento global de la etnia judeoespañola: La agonía de los judeoespañoles.
Ahora este tomo es la segunda parte del díptico, en el cual nos limitaremos al estudio del devenir de la lengua y de la cultura judeoespañola.
Estudiaremos primero las “fuentes” y luego la situación lingüística de los judíos en 1492, basándonos en el trinomio que siempre conviene recordar:
L1            LV/LT            L2
Porque en la Península coexisten el hebreo, las lenguas romances comunes a las tres religiones (LV/LT) y la lengua resultante de la traducción del hebreo o del arameo (L1) por LV/LT, o sea la lengua vernácula y a su vez traductora, obedeciendo las estructuras de L1 en un fiel palabra por palabra que engendra el ladino definido como  judeoespañol calco (L2) no hablado y anterior a 1492.
Aproximadamente hacia 1620 constituyéndose  la etnia judeoespañola de LV/LT nacerá el judeoespañol vernáculo djudezmo.
Entonces el trinomio arriba citado compondrá
L1 (hebreo o arameo - LV/LT (judeoespañol vernáculo) y L2 (judeoespañol calco o ladino).
L2 (ladino) es utilizado por todos los sefardim hispanoparlantes, por supuesto tanto en el Levante, en Marruecos, como por las comunidades del suroeste francés y en Holanda, cuando el judeoespañol vernáculo no se habla en aquellos últimos países donde ellos hablan portugués o español peninsular.
En cuanto a la terminología insisto en un gran rigor porque -a causa de crisis políticas- se suelen utilizar términos inexactos característicos de la aculturación/desculturización que ha afectado a los judeoespañoles.
Y es a la luz de la problemática del judeoespañol formulada con esa exactitud que hay que repasar el conjunto de su producción.
Bastará con pasear este trinomio a lo largo de los siglos (tiempo) y por diversas regiones del mundo (espacio) para encontrar las mutaciones de aquel águila bicéfalo que es nuestro judeoespañol (djudezmo y ladino [M1]) pero también con ellas, las variaciones de las mentalidades.
De lengua vernácula y vehicular de todo el este mediterráneo, el djudezmo hubiera podido fundirse con la haketía y formar a finales del siglo XVIII la lengua vehicular de todos los judíos mediterráneos, y de los no judíos. Livorno hubiera podido ser un cruce de caminos. Pero esta cita con la historia se ha perdido.
Oriente y Marruecos han permanecido separados. El uno con aquella obra maestra: el Meam Loez, el otro como si fuera el conservador más fiel (según Menéndez Pidal) del romancero judeoespañol .
Sin embargo la intervención de las grandes naciones occidentales rompería la unidad judeoespañola de ambas vertientes mediterráneas y penetraría hasta lo más hondo  a aquellos judeoespañoles colonizados por otras lenguas de prestigio y serían víctimas  de la glotofagia, reducidos a minorías, sacudidos y separados entre diversas culturas, como reventados y a menudo espectadores de su propia lengua incapaz, según ellos, de “alimentarles”.
Es el utilitarismo y sobre todo el afrancesamiento de su lengua por las instituciones –aunque filántropas– de l´Alliance Israélite Universelle, que modificarían por completo la situación del judeoespañol. Nacerá entonces el judeofragnol, producto del afrancesamiento galopante de su lengua.
Paso a paso, llegaremos a la situación actual, después del enorme vació producido por la Shoa y el reencuentro de los supervivientes estupefactos, lentos en retomar conciencia de sus valores sepultados en la memoria de sus mayores.
En efecto se trata de la memoria, de la recuperación de nuestra memoria como garantía de nuestra identidad.
Y veamos prosperar artículos, talleres y actividades judeoespañolas. Y sobre todo, hoy día después del reconocimiento del Estado de Israel por España tan cercana a nuestra cultura, la inmensa esperanza de dejar atrás las conclusiones pesimistas de La agonía de los judeoespañoles que fueron como una provocación hacia mis hermanos judeoespañoles entonces un poco adormecidos.
ATESORAR, ATESORAR, para luego difundir, son las últimas palabras de la antología final que acompaña este pequeño libro.
Esto es nuestro quehacer desde hace más de  cuatro décadas.
Seamos capaces de recuperar nuestra cultura, seamos capaces de volver a hablar nuestra lengua agonizante y por consiguiente volver a encontrarnos, y quien dice agonizante dice –etimológicamente hablando- combatiente y luchadora para su supervivencia. Debemos ser los artífices de esta supervivencia.
[Fuente: www.diariojudio.com]

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