domingo, 17 de abril de 2016

Lo que importa quién habla

En septiembre de 2015, Ricardo Piglia publicó, por fin, sus tan esperados diarios personales, Los diarios de Emilio Renzi. Así son las cosas. Estas páginas, sin duda, las más personales que Piglia escribió hasta el momento, son, como el mismo autor las define, “la novela de una vida”, y están firmadas por Emilio Renzi, álter ego de Piglia, quien, de alguna manera, siempre se las arregla para aparecer en las historias de sus libros. Ricardo Emilio Piglia Renzi: el nombre completo del autor esconde el enigma. La pregunta ya la formuló Samuel Beckett, ¿qué importa quién habla? Ese parece ser el gran problema de la literatura, también para Piglia: ¿quién enuncia? El libro empieza con una nota, “En el umbral”, en la que el autor de los diarios alude al autor de los diarios. Este juego de espejos recorre todo el volumen, pasando de una voz a otra, al punto de hacernos sentir que ya no importa si es Piglia o Renzi quien dice lo que dice.


Este tomo, que se titula Años de formación, es el primero de una serie de tres volúmenes (el segundo tomo se llamará Los años felices y el tercero, Un día en la vida), ocupa el período que va de 1957 a 1967, y parece construirse alrededor de una sola pregunta, que surge apenas comenzamos a leer Los diarios…: “¿Cómo se convierte alguien en escritor, o es convertido en escritor?” La respuesta no se hace esperar: “No es una vocación, a quién se le ocurre, no es una decisión tampoco, se parece más bien a una manía, un hábito, una adicción, si uno deja de hacerlo se siente peor, pero tener que hacerlo es ridículo, y al final se convierte en un modo de vivir (como cualquier otro)”.


Piglia reconstruye alrededor de sus diarios la vida del escritor: las películas que vio, los libros que leyó, los que escribió y los que quedaron en el camino. A lo largo de las páginas, el lector logra armar en su cabeza una cartografía del autor (Adrogué, Mar del Plata, La Plata, Buenos Aires), a través de peripecias de la vida íntima (los primeros amores y desamores, la especial relación con el abuelo Emilio, los amigos), la vida universitaria, los cafés y las pequeñas piezas de hotel: “Anoto esto para sintetizar mi situación y señalar que me he pasado el día de hoy y ayer acarreando desde Buenos Aires dos pesadas valijas con papeles, cuadernos y algunos libros (…) Si algo me individualiza y sostiene mi concepción de la literatura, mi marca personal es que nunca he tenido –ni he pretendido tener- un lugar mío (o propio), vivo en hoteles, en pensiones, en casas de amigos, siempre de paso, porque ese es para mí el estado de la literatura: no hay lugar propio, ni hay propiedad privada. Se escribe, digo yo cómicamente, desde ahí. Hombre de ningún lugar”.

En Los diarios…, fiel a su estilo, Piglia intercala las anotaciones que corresponden a los cuadernos transcritos, con breves textos ensayísticos y narraciones inéditas. En el último relato, “Canto rodado”, la voz en primera se desdobla en una tercera persona que nos aleja por momentos de Renzi (y de Piglia) para volver, una vez más, a esa voz en primera, que es la de Renzi (y la de Piglia), y que nos dice como ninguna otra lo que hoy le pasa a Ricardo Piglia:  “(…) dijo Renzi, que parecía haber empezado a desvariar un poco, como le venía sucediendo cada vez con más frecuencia desde que estaba enfermo, no enfermo, él jamás usó esa palabra, estaba, para decirlo como él, ‘un poco embromado’, como decía loco de pánico, ‘no tengo dolores, sólo una pequeña perturbación en la mano izquierda, que es mi mano buena, o mejor dicho, fue mi mano buena porque soy zurdo (…)’. Por ese motivo tuvo que contratar a una asistente a la cual dictarle su diario”.

Y así, antes de cerrarse este primer tomo, Años de formación, esa misma voz, que introduce la voz de Renzi (y en ella, la de Piglia), nos cuenta de qué se trata este monumental proyecto, y es entonces cuando, perplejos, quedamos a la espera de Los años felices Un día en la vida: “Ahora iba a publicar la primera parte de sus diarios, según estaba escrita en sus cuadernos desde 1957, cuando empezó, hasta 1967, cuando publicó su primer libro y era inminente ya la muerte de su abuelo Emilio. Me miró en el espejo y explicó cómo pensaba que iba a ser la segunda parte de sus diarios editados por él. ‘Por mí’, dijo. ‘Los años felices de mi vida, que van de 1968 hasta 1975, siete años’, dijo. ‘Número cabalístico. En esos cuadernos hay muchas historias’, se detuvo, ‘ya verás cómo sigue’, hizo un gesto y me miró. ‘Continuará’, dijo mientras bajábamos el ascensor”. Continuará -sin duda, continuará.

Ezequiel Gusmeroti

[Fuente: colofonrevistaliteraria.blogspot.com]

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