Por Claudio Ferrufino-Coqueugniot
Fácil (más bien difícil) hablar con 2100 muertos apilándose en la memoria, en un bando mayores que en el otro. Sin embargo, hay que hablar de ello, porque Israel tiene que sobrevivir, y Palestina también, fuera de un entorno de países árabes dominados por la codicia, la ignorancia, el fundamentalismo. Cuánto hay de común entre estos dos pueblos por encima de las diferencias.
Releo, retomo por lo tanto, una obra fundamental acerca del tema: In the Land of Israel, de Amos Oz, novelista transformado en
periodista, que en la década de los 80 escribió este libro con agudeza,
desglosando partes, desenmascarando, tomando culpa y justificando aquello que
como judío en tierra propia-extraña le preocupa, alegra o mortifica.
Los palestinos, filisteos antiguos, sufrieron en el exilio entre sus
congéneres árabes. Fueron en Jordania o el Líbano ciudadanos de segunda. Pueblo
utilitario como emblema en una lucha conjunta contra Israel, que no solo
representaba, y representa, al extranjero, sino una política de vida muy
distinta a los califatos de sus vecinos, por tanto peligrosa. Israel, incluso a
pesar del creciente número de fundamentalistas hebreos, sigue siendo el único
foco democrático de la región. Pueblo que hizo florecer el desierto, mucho
antes de cualquier ayuda, norteamericana u otras, y que apuesta a su
permanencia si logra mezclarse con la mayoría palestina y constituir una sola
nación, hija de dos vertientes semitas, bilingüe y ejemplar para el progreso
del Oriente Medio que corre alocado a las fauces de la tiranía religiosa y el
crimen. Ya hoy el número de ciudadanos israelíes de origen palestino es grande,
y lo será más. Siquiera la intención de obviar esta realidad peca de miopía.
El futuro de los jóvenes palestinos no vive en Hamas. No hay
fundamentalismo ni nacionalismo sano. Que hay sangre en medio, la hay y mucha,
pero la historia es dinámica y las sangres se secan. El porvenir de Palestina,
y viceversa, está en su unificación con Israel, en la aceptación de fraternidad
entre Jacob y Esaú. No es unilateral, claro que no, y el terreno abunda en
riesgos y pedregullo que colocan mediocres e infames. Aun así, si hablamos de
simple geopolítica, no queda opción otra que el matrimonio, del cielo y del
infierno supuestamente pero no importa. Esperan los frutos.
¿Imposibilidad de lograrlo? ¿Cómo vencer el racismo hebreo o la sentencia bíblica?
Preguntas normales aunque complicadas, pero con solución. Amos Oz detalla una
conversación suya con un periodista palestino con ciudadanía israelí, cierto
que en 1982, y su interlocutor cuenta que cuando se dio cuenta que los judíos
eran tan humanos como los suyos, no supo cómo resolver el conflicto. No solo
eran soldados, también personas, y que habían sufrido mucho. El dolor no da
garantía de impunidad, nunca, pero la aceptación de su existencia en alguien a
quien se considera enemigo puede servir para entenderlo mejor, recapacitar
acerca de los prejuicios, reencauzar las frustraciones y quizá hallar sendas
que conduzcan hacia una final y posible solución.
No va a ser posible mientras se mantenga la vieja guardia de la OLP, que ha
mejorado, y peor si persiste la falsa lucha de liberación de Hamas. Ya Averroes
combatía a sus similares en su tiempo, los ortodoxos, los dogmáticos, y ellos
trataban de acallarlo. Hasta un ser intransigente como Benjamín Netanyahu tiene
mayor apertura que los muecines del terror y la intolerancia. ¿Por qué los
musulmanes bosnios carecen de esa fobia de sus asociados religiosos de
Mesopotamia? Porque conviven con occidente. Una cosa no anula la otra. Y los
palestinos tienen que acomodar un espacio al lado de sus hermanos judíos, en
las mismas condiciones, y en un estado único, por tanto poderoso e intocable.
______
[Publicado en El Día (Santa Cruz de la Sierra) - imagen: mapa de las 12 tribus de Israel según el Libro de Josué - reproducido en lecoqenfer.blogspot.com]
Sem comentários:
Enviar um comentário