sexta-feira, 29 de abril de 2016

La tierra de Israel/MIRANDO DE ABAJO



Por Claudio Ferrufino-Coqueugniot 

Fácil (más bien difícil) hablar con 2100 muertos apilándose en la memoria, en un bando mayores que en el otro. Sin embargo, hay que hablar de ello, porque Israel tiene que sobrevivir, y Palestina también, fuera de un entorno de países árabes dominados por la codicia, la ignorancia, el fundamentalismo. Cuánto hay de común entre estos dos pueblos por encima de las diferencias. 

Releo, retomo por lo tanto, una obra fundamental acerca del tema: In the Land of Israel, de Amos Oz, novelista transformado en periodista, que en la década de los 80 escribió este libro con agudeza, desglosando partes, desenmascarando, tomando culpa y justificando aquello que como judío en tierra propia-extraña le preocupa, alegra o mortifica.

Los palestinos, filisteos antiguos, sufrieron en el exilio entre sus congéneres árabes. Fueron en Jordania o el Líbano ciudadanos de segunda. Pueblo utilitario como emblema en una lucha conjunta contra Israel, que no solo representaba, y representa, al extranjero, sino una política de vida muy distinta a los califatos de sus vecinos, por tanto peligrosa. Israel, incluso a pesar del creciente número de fundamentalistas hebreos, sigue siendo el único foco democrático de la región. Pueblo que hizo florecer el desierto, mucho antes de cualquier ayuda, norteamericana u otras, y que apuesta a su permanencia si logra mezclarse con la mayoría palestina y constituir una sola nación, hija de dos vertientes semitas, bilingüe y ejemplar para el progreso del Oriente Medio que corre alocado a las fauces de la tiranía religiosa y el crimen. Ya hoy el número de ciudadanos israelíes de origen palestino es grande, y lo será más. Siquiera la intención de obviar esta realidad peca de miopía.




El futuro de los jóvenes palestinos no vive en Hamas. No hay fundamentalismo ni nacionalismo sano. Que hay sangre en medio, la hay y mucha, pero la historia es dinámica y las sangres se secan. El porvenir de Palestina, y viceversa, está en su unificación con Israel, en la aceptación de fraternidad entre Jacob y Esaú. No es unilateral, claro que no, y el terreno abunda en riesgos y pedregullo que colocan mediocres e infames. Aun así, si hablamos de simple geopolítica, no queda opción otra que el matrimonio, del cielo y del infierno supuestamente pero no importa. Esperan los frutos.



¿Imposibilidad de lograrlo? ¿Cómo vencer el racismo hebreo o la sentencia bíblica? Preguntas normales aunque complicadas, pero con solución. Amos Oz detalla una conversación suya con un periodista palestino con ciudadanía israelí, cierto que en 1982, y su interlocutor cuenta que cuando se dio cuenta que los judíos eran tan humanos como los suyos, no supo cómo resolver el conflicto. No solo eran soldados, también personas, y que habían sufrido mucho. El dolor no da garantía de impunidad, nunca, pero la aceptación de su existencia en alguien a quien se considera enemigo puede servir para entenderlo mejor, recapacitar acerca de los prejuicios, reencauzar las frustraciones y quizá hallar sendas que conduzcan hacia una final y posible solución.



No va a ser posible mientras se mantenga la vieja guardia de la OLP, que ha mejorado, y peor si persiste la falsa lucha de liberación de Hamas. Ya Averroes combatía a sus similares en su tiempo, los ortodoxos, los dogmáticos, y ellos trataban de acallarlo. Hasta un ser intransigente como Benjamín Netanyahu tiene mayor apertura que los muecines del terror y la intolerancia. ¿Por qué los musulmanes bosnios carecen de esa fobia de sus asociados religiosos de Mesopotamia? Porque conviven con occidente. Una cosa no anula la otra. Y los palestinos tienen que acomodar un espacio al lado de sus hermanos judíos, en las mismas condiciones, y en un estado único, por tanto poderoso e intocable.





______

[Publicado en El Día (Santa Cruz de la Sierra) - imagen: mapa de las 12 tribus de Israel según el Libro de Josué - reproducido en lecoqenfer.blogspot.com]

Sem comentários:

Enviar um comentário