Intérpretes: Ismael Merlo, Alfredo Mayo, José María Prada, Emilio Gutiérrez Caba.
José (Ismael Merlo), Luis (José María Prada) y Paco (Alfredo Mayo), este último acompañado de su cuñado Enrique (Emilio Gutiérrez Caba), se reúnen un caluroso día para disfrutar de una jornada de caza. Las conversaciones entre ellos servirán para recordar viejos tiempos, amistades truncadas y amores fallidos. Pero también se aprovecharán para solicitar favores que desencadenarán en situaciones de tensión.
Con “La caza”, el tercer trabajo en la dirección de Carlos Saura, se iniciaría una de las relaciones artísticas más fecundas que ha dado el cine español, la que asociaría al director oscense con Elías Querejeta.
En este sentido, la aportación de Querejeta no sería baladí, ya que le acompañaba un equipo técnico sobresaliente, desde el montador González del Amo (“La caza” fue una de sus preferidas), hasta la fotografía de Luis Cuadrado (en sincronía con Teo Escamilla), pasando por la música de Luis de Pablo o la tarea de producción de Primitivo Álvaro.
“La caza”, premiada en Berlín con el Oso de Plata, es un relato ideado por Saura en colaboración con Angelino Fons, que sitúa la acción en el coto de uno de los protagonistas de la historia, dando lugar a una serie de encuentros cruzados de los personajes que sirven para definir el ánimo de cada uno de ellos durante el devenir cinegético.
Es, ciertamente, atinado, para dar la sensación de hipocresía y falsedad imperante, el hecho de extrapolar al espectador los pensamientos que cruzan por las cabezas de los cuatro cazadores, pero que éstos se reservan muy mucho la posibilidad de exteriorizarlos.
Si el guión es sólido, su materialización por cuatro pesos pesados de la escena española como Mayo, Merlo, Prada y Gutiérrez Caba (sin menospreciar las recreaciones de Violeta García y Fernando Sánchez Polack), hacen de “La caza” una película clásica e imprescindible dentro de la cinematografía española.
Una fábula sobre la amistad en donde la afluencia de rencor, egoísmo e ira traen como consecuencia el óbito de las relaciones humanas.
Por Alberto Alcázar
[Fuente: www.alohacriticon.com]
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