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Reinvención y misterio |
Por Gerard Casau
Dos décadas después de su debut con “La fossette” (1992), Dominique Ané sigue sorprendiéndonos. Con naturalidad, ganando madurez sin extinguir la frescura, se ha acabado convirtiendo en el debutante perpetuo, perfecto. Su “Vers les lueurs” (2012) llegó acompañado por la reedición de toda su discografía (distribuida en España por Green Ufos): dos décadas de música convertidas en vivísimo presente. Gerard Casau habló con Dominique de su nuevo episodio y comprobó el valor de lo viejo en este reportaje que fue el tema de portada del Rockdelux 307 (junio 2012).
Dominique A tiene motivos para sentirse satisfecho: nadie que escuche “Vers les lueurs” (Cinq7-Green Ufos, 2012) y lo compare con las exhaustivas reediciones de sus trabajos previos –“La fossette” (Lithium, 1992), “Si je connais Harry” (Lithium, 1993),“La mémoire neuve” (Lithium, 1995), “Remué” (Lithium, 1999), “Auguri” (Labels, 2001), “Tout sera comme avant” (Labels, 2004), “L’horizon” (Olympic Disk, 2006) y “La musique / La matière” (Cinq7-Wagram, 2009)– se atreverá a insinuar que cualquier tiempo pasado fue mejor. A primera vista parece un álbum soleado, un oasis diurno tras incontables noches blancas. En esa valoración seguramente influya la calidez que aporta el quinteto de viento (oboe, corno inglés, fagot, clarinete y flauta), protagonista del disco. Sin embargo, el adictivo aunque no exactamente accesible “Vers les lueurs” contiene numerosos pliegues que se van revelando a cada nueva escucha. Ideas, matices y frases que revelan una visión inquieta del mundo y de una música en constante temblor.
“Olvida la ciudad / olvida las prisas / olvida la agresión verbal / apoyado contra un árbol”.Son las primeras palabras de “Contre un arbre” y del disco. El nantés se adentra en el bosque y acepta sus misterios. “Danos la luz / Danos la belleza / Si el mundo era hermoso / Lo hemos arruinado”, canta en “Rendez-nous la lumière”, pero en su voz no hay enfado, sino la seguridad de quien ha logrado ser dueño de sus deseos y a quien no le abruma saberse un referente. Repasando nuestra conversación, me doy cuenta de que la palabra “chanson” no ha aparecido ni una sola vez. Quizá ese sea también uno de los motivos de su sutil sonrisa.
Me ha llamado la atención el artwork de “Vers les lueurs”. Se aleja considerablemente del diseño de tus otros discos. Las ilustraciones son obra de Gabriella Giandelli. Nos conocimos hace tres años, cuando me dieron carta blanca para programar unas jornadas de un centro cultural, La Ferme du Buisson, en Marne-la-Vallée. Gabriella fue una de las artistas a las que invité a participar, y desde ese momento hemos seguido en contacto. Su trabajo suele tener una cualidad misteriosa, y para este álbum me gustaba la idea de que en la cubierta hubiera un personaje escondiéndose, alguien que fuera al mismo tiempo una presencia y una ausencia.
Al verla, lo primero que me vino a la cabeza es que se trataba de una visualización de “Contre un arbre”, el tema que abre el disco. Cuando hablamos de los conceptos que creía más adecuados para el diseño le dije a Gabriella que no quería una imagen urbana, que la idea era acercarse a la naturaleza. Le envié las letras y le conté cómo imaginaba que sería la música, porque no quería que nadie escuchase las demos; así que las ilustraciones se hicieron cuando todavía no habíamos grabado una sola nota.
¿Por qué no querías enseñar las demos? Porque enseñarlas podía dar una falsa impresión de lo que iba a ser el disco. En ese momento, yo no sabía el sonido que acabarían teniendo las canciones. Era el reto que me había planteado: el choque entre la electricidad y los instrumentos de viento. La única persona a quien le di esos esbozos fue a David Euverte, ya que era él quien debía hacer esos arreglos.
Rockdelux 307 (Junio 2012) Foto: Òscar Giralt Diseño: Nacho Antolín |
Me he fijado que en las reediciones de tus anteriores discos apenas hay demos entre las canciones extra ¿Sueles prescindir de ellas? Depende del proyecto. Por ejemplo, en “La musique / La matière” no las hubo porque lo hice todo en mi casa. En “L’horizon” sí hice algunas, porque no disponíamos de mucho tiempo para la grabación y necesitaba que los músicos conocieran las canciones de antemano. Pero en general sí es cierto que no me gusta hacer demos, es como matar el amor. Lo interesante de trabajar en un estudio es el proceso de descubrimiento; no pulir algo que ya has hecho antes.
¿Fue deliberado hacer coincidir las reediciones con el lanzamiento de “Vers les lueurs”? Al principio, la idea era interpretar en directo “La fossette” y reeditarlo con algunos “bonus tracks”, pero el plan terminó alcanzando a los demás discos. Como habían sido publicados en distintas compañías, había que ponerse de acuerdo con mucha gente y, sorprendentemente, todo el mundo accedió. Para mí lo más importante siempre fue volver a “La fossette”, pero me pareció bien relanzar toda mi discografía; lo veía como poner el pedestal de una estatua. Las canciones no deben morir con el tiempo, son el pavimento de una carrera. No me daba miedo que se viera como algo nostálgico, porque sabía que el material del nuevo disco iba a ser fuerte y ambicioso.
Siempre me ha gustado la forma en que hablas de tu propia música. Se diría que no te interesa tanto promocionar tu disco más reciente como establecer un diálogo entre toda tu discografía. Cuando era más joven, hacer un disco era una forma de decir: “El anterior era una mierda; esto sí está bien”. Pero ya no se trata de eso, no me gusta renegar del pasado. Prefiero verlo como algo que pertenece a un momento concreto, en el que quería hacer las cosas de una determinada manera. Lo que me interesa ahora es coger esas canciones y llevarlas a un contexto distinto, observarlas desde otro punto de vista.
Eso se hace evidente en tus conciertos. ¿Te resistes a que tu trabajo sea algo cerrado, con lo que ya no puedes jugar? Exacto, esa sería la palabra: jugar. Eso es lo hermoso de la música pop, lo que la distingue de la literatura o del cine. Este es el único arte en que puedes crear un objeto, una obra acabada, y luego recuperarlo y convertirlo en otra cosa. Las canciones son un ente vivo, y cada gira es una oportunidad de trabajar con distinta gente y con distintas herramientas.
Antes mencionabas tu intención de tocar “La fossette” en vivo. ¿Cómo fue la experiencia? Éramos tres personas en el escenario, intentando acercarnos a la atmósfera original sin ocultar el tiempo que había pasado y el hecho de que mi voz ya no es la misma. Era una aproximación minimalista y con distintos instrumentos: piano, acordeón, sintetizadores, una guitarra... Así, el disco se convertía en una sola pieza de cuarenta minutos. Luego salíamos con la banda al completo para interpretar los nuevos temas.
¿Reaccionaba bien el público? En ese momento, las canciones todavía eran inéditas... Nuestra intención era registrar el disco completamente en directo, por eso hicimos esas actuaciones en enero. Pero hubo algunos problemas técnicos y acabamos yendo a un estudio para grabarlo en unos pocos días. Era emocionante, porque al tocar más de una hora de material nuevo la atención del público se agudiza hasta el extremo. Sé que puede resultar agotador, pero creíamos que con ello podíamos construir algo único.
Una visión inquieta del mundo y de una música en constante temblor. |
Hace unos años declaraste en una entrevista en esta revista (ver Rockdelux 239) que “Tout sera comme avant” había fracasado porque no había una relación directa entre tu voz y los instrumentos. Desde entonces me ha dado la sensación de que uno de tus principales objetivos es tocar, literalmente, la música. En “La musique / La matière” la idea de dar un relieve físico a algo abstracto estaba muy presente, y creo que es algo que también se repite en “Vers les lueurs”. Así es. Pese a que sabía que los arreglos de viento iban a ser realizados por otra persona, quería que, a diferencia de “Tout sera comme avant”, todo ese material volviera a mí. Al final todo se reduce a eso, a la materia. Necesito sumergirme en la música como si fuera líquido amniótico.
Casi todas las reseñas del disco hablan de la reiteración de las palabras “luz” y “fulgor”. No fue premeditado, pero cuando me di cuenta quise convertirlo en un guiño. Escribí la canción que cierra el disco, “Par les lueurs”, como un subrayado consciente. La verdad es que no sabría darte una explicación. Quizá fue el deseo de crear un sonido visual lo que me condujo a usar esos conceptos. O simplemente el placer de poder cantar palabras como “lumière”.
También cobra mucha importancia la figura simbólica del movimiento, los desplazamientos de un lugar a otro. Sí, en “L’horizon” eso también pesaba mucho. Para “La musique / La matière” imaginé una persona yendo por un camino recto, avanzando sin parar; en “Vers les lueurs” el recorrido es más sinuoso. El disco trata sobre encontrar el sitio adecuado para relacionarse con la colectividad, como una necesidad y a la vez como un temor. En “Le convoi”, por ejemplo, el personaje nota que se está acercando algo enorme y tiene miedo de ser arrastrado por ello y morir como individuo. Y en “Parfois j’entends des cris”, el narrador busca a alguien que pueda gritar por él.
Este tema me parece particularmente inquietante. La sensación de no poder gritar parece sacada de una pesadilla. El punto de partida fue precisamente un cómic de Gabriella, “Interiorae” –editado en España por Sins Entido en 2006–. A diferencia de las demás canciones, aquí el escenario es la ciudad: alguien está encerrado en su casa, oye ruidos en la calle, pero no quiere verse implicado; de pronto, nota como un grito se va formando en su interior, pero no puede exteriorizarlo. Intenté que la música estuviera lo más cercana posible a la letra; que ese proceso de algo creciendo en el interior se trasladase al sonido.
Las primeras veces que escuché este nuevo disco, me sorprendía al comprobar que casi todas las canciones parecían ir siempre hacia sitios que no esperaba. ¿Es la sección de vientos la que aporta esa imprevisibilidad? Ese era el principal objetivo. En “Le convoi”, por ejemplo, traté de hacer una canción larga y repetitiva en la que el oyente olvidase la noción de estructura. Tiene muy pocos acordes, pero cuando entran los vientos la canción se transforma en algo distinto. Me pareció revelador poder hacer algo tan largo y aparentemente simple, pero que al mismo tiempo tuviese una atmósfera que cambiase notablemente.
¿Tienes alguna intuición sobre cómo van a evolucionar estas canciones en el futuro? Ahora mismo se me hace muy extraño imaginarlas sin este sonido. Esta vez sí que las percibo como inamovibles, pero sé que después del verano saldré de gira sin la formación de viento... Me da un poco de miedo que, al escucharlas, la gente tenga los arreglos de vientos en la cabeza, que esperen un sonido que no va a llegar. ¡La verdad es que puede ser todo un problema!
OCHO FULGORES REVISITADOS: LAS REEDICIONES 2012
“La fossette” (Lithium, 1992)
Disco imperfecto y carismático, con “La fossette”Dominique Ané introducía una inusual delicadeza en los métodos del lo-fi y plantaba cara al totémico espectro de la chanson. El disco extra rescata el autoeditado e inencontrable “Un disque sourd” (1991), debut “real” cuyo interés supera el completismo (¿soy yo o su voz suena más relajada y flexible en estas tomas?). El extenso inédito “L’histoire chuchotée de l’art” apunta ambición, pero todavía faltaban años para que el músico hiciera fluir los minutajes largos.
“Si je connais Harry” (Lithium, 1993)
Su autor lo tiene claro: “Las canciones del segundo CD muestran lo que el disco debería haber sido”. “Si je connais Harry” no es un mal álbum (ninguno de Dominique A lo es), pero sí es el único en que el de Nantes titubea a la hora de definir un sonido. Por eso, seguramente, resulta más provechoso visitar sus alrededores y descubrir inéditos de altura (“Encoignures et brûlures”) o recuperar los temas de “L’Amour E.P.” (Lithium, 1994), que consolidan la entrada de Françoiz Breut en el imaginario A.
“La mémoire neuve” (Lithium, 1995)
Para algunos, la quintaesencia de Dominique A. Afirmación reduccionista si pensamos en las cumbres que aún estaban por llegar; pero no cabe duda de que fue aquí donde el cantante aprendió a abrir puertas: para definir estas canciones se necesitan más matices que el triángulo chanson-folk-pop. Su versión de“Teenage Kicks” (The Undertones), instrumentales para la banda sonora de “Banqueroute” (Antoine Desrosières, 2000) o un preludio de las tensiones acústicas de“Auguri” (“L’ennemi”) lo enriquecen ahora.
“Remué” (Lithium, 1999)
Obstinado en acorazar una voz que no quiere encasillar, se traslada a Nueva York y da a luz un disco tan interesante como difícil de amar, que se abre con una bofetada (“Comment certains vivent”) para luego adentrarse en las procelosas aguas del post-rock y del trip-hop (acaso este sea el único trabajo de Dominique A ligado con el sonido de su época). Sin ese regusto metálico, las rarezas extraídas de la box set “Le détour” (Lithium, 2002) y las canciones del EP “L’Attirance” (Acuarela, 1998) amplían la aspereza y el gesto sombrío.
“Auguri” (Labels, 2001)
Aburrido del dilema entre el indie y la chanson, Dominique A se concentra en realzar interpretativamente, con la asistencia de John Parish y sin sobrecargas instrumentales, una magistral colección de canciones. La bonanza prosigue con los recuperados bonus tracks de la primera edición del disco (extraña emotividad la de “Hôtel Bratthold”) y con las exquisiteces de la caja “Les sons cardinaux”(Cinq7-Wagram, 2007). Completa la fotografía una selección de la casete “Une femme chante sur le quai” (Labels, 2001), entre la intimidad y lo puramente estrambótico (“Fill To Bridge”).
“Tout sera comme avant” (Labels, 2004)
¿Artificial? ¿Pretencioso? La suntuosa producción del colectivo Gekko convierte el disco en una obra problemática incluso para su autor, pero también lo dota de un arrojo superlativo. El segundo CD se abre con una rendición de “Mon camarade” para el tributo a Léo Ferré “Avec Léo” (2003) y se nutre de temas del DVD “Solo aux Bouffes du Nord” (2004) y de los experimentos que complementaban la edición limitada del disco. Es la única reedición que cambia el artworkoriginal: “Nunca me gustó. Un amigo me dijo que los árboles le recordaban el emblema del Frente Nacional. Por suerte, nadie más lo pensó”.
“L'horizon” (Olympic Disk, 2006)
El título de este álbum da una idea de inmensidad inaprensible, pero Dominique A suena más cercano que nunca y se confirma como un intérprete cum laude. De ello dan fe el tema titular, siete minutos de emoción contenida que cortan la respiración, y la ficción autobiográfica “Rue des Marais”. En el apartado de los extras incluidos en esta reedición, se añaden más delicias provenientes de la recopilación “Les sons cardinaux” y la neblina casi ambient que, agrupada bajo el título de “L’Image fantôme”, el nantés compuso para acompañar un libro-homenaje al escritor Hervé Guibert.
“La musique/La matière” (Cinq7-Wagram, 2009)
Solo en su casa, sin aliados, Dominique A regresa a los métodos de sus inicios aplicando todo lo que ha aprendido en el camino, dando forma a un álbum doble (también comercializado como disco sencillo, solo con “La musique”) inagotable, que transforma la idea del sonido de dormitorio en un océano ora quieto, ora removido por una electricidad astillosa. Una obra maestra a la que se adhieren el EP “Kick Peplum” (Cinq7, 2009), sentido homenaje a algunos de sus referentes (Sarah Records, Gerard Manset...), losbonus de la edición limitada (“Dernier chant d'amour”) y curiosos inéditos (“Tout est pareil”). 
[Fuente: www.rockdelux.com]
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