Publicado por Yolanda Gándara
Ante la duda: minúscula. (Fernando Lázaro Carreter)
El español ha ido progresivamente adaptándose a un uso restringido de la mayúscula al tiempo que sus funciones se han ido definiendo con más claridad, aunque, como sucede con otros aspectos de la ortografía y la gramática, intervienen muchas variables y resulta complejo sistematizar su uso. Podemos, eso sí, tener siempre en cuenta esta máxima que tan claramente nos indica la Ortografía de la lengua española de 2010:
… la mayúscula es la forma marcada y excepcional, por lo que se aconseja, en caso de duda, seguir la recomendación general de utilizar con preferencia la minúscula.
Los usos en los que no hay duda, en los que sí es obligatoria, se resumen en delimitar enunciados (condicionada por la puntación), marcar nombres propios o expresiones denominativas y formar siglas. No vamos a entrar en el desglose de cada epígrafe, desarrollados ampliamente por la Academia y al alcance de cualquier mortal por la misma vía que haya llegado hasta aquí. Nos vamos a centrar en algunos usos incorrectos, en ocasiones muy extendidos, con una causa común.
La mayúscula de relevancia no está justificada desde el punto de vista lingüístico y la RAE recomienda «evitarla o, al menos, restringir al máximo su empleo, que en ningún caso debe convertirse en norma».
José Martínez de Sousa, autor de la obra Diccionario de ortografía de la lengua española y que suele explicarse con bastante sencillez y cierta ironía, dice de este fenómeno:
Hay, sin embargo, en la utilización de mayúsculas una tendencia que obedece a razones subjetivas. La mayúscula se justifica solamente por el deseo de expresar con ella exaltación, interés personal o colectivo, respeto, veneración, etcétera, que nada tienen que ver, en general, con razones puramente ortográficas. Muchas personas son incapaces de escribir naturaleza, destino, etcétera, con minúscula, porque les parece que no quedan suficientemente destacadas. La exaltación de lo propio por medio de la mayúscula es otro rasgo de esto que vengo exponiendo. Así, en escritos religiosos aparecerán con mayúscula Cruz, Hostia, Sagrada Forma, Misa, San, Fray; en escritos militares, los nombres de las armas y todos los cargos; y así en todo lo demás.
Este deseo de exaltación explica el uso de mayúscula sostenida que en la red se suele interpretar como grito. También motiva buena parte de las mayúsculas improcedentes que nos encontramos en prensa y en diversidad de escritos. Tal vez las más frecuentes sean las que se colocan a nombres comunes como «rey» o «papa».
El Rey, con mayúscula, es Elvis. Los apodos son nombres propios que suelen formarse del léxico común y se escriben con mayúscula inicial (con el artículo en minúscula). Así que en el caso de Elvis Presley sería apropiado utilizarla, no así cuando «el rey» se refiere al título de monarca.
La norma sobre mayúsculas en títulos y cargos, que fue ligeramente modificada en la ortografía de 2010, suscitó tal desazón que motivó reclamaciones de algunos medios a la Academia.
En este artículo Salvador Gutiérrez argumenta sus porqués, aunque finaliza con poca esperanza prescriptiva. Una simple búsqueda en Google de noticias que contengan «rey» nos deja claro que es difícil contener el reflejo de usar capital, se ponga la RAE como se ponga. Aunque también influye la tradición y la existencia de normas anteriores, se percibe esta motivación subjetiva en el hecho de extenderse el fenómeno a todo el campo semántico (real, monarca, etc.) en usos claramente comunes. La misma tendencia se puede observar en todo lo referente a la figura del papa, que nos da idéntico resultado que «rey».
Podríamos pensar que somos más papistas que el papa a la hora de ponernos reverenciales. No es el caso. Basta con echar un vistazo a la encíclica Laudato Si’ o al portal casareal.es, el reino de las mayúsculas en el que no solo sus majestades los reyes cuentan con varias, como era de esperar, sino que cualquier palabra puede resultar agraciada y, para abundar más, se utilizan titulares de inspiración anglosajona, con destacadas aleatorias.
Esta afición por la sobreabundancia de mayúsculas que comparten la casa real, Esperanza Aguirre y @masaenfurecida tiene su contrapunto en el portal idealista.com que hasta no hace mucho vetó su uso para evitar una voz más alta que otra. Sin llegar a este minimalismo, la mayoría de libros de estilo y manuales recomiendan evitar la utilización innecesaria de mayúsculas y su abuso se suele percibir como molesto para la lectura.
El fervor que impulsa a la mayúscula en los casos en los que ni siquiera existe tradición ortográfica podría servir de diagnóstico de las afecciones de quien la usa. Por supuesto, es defendible desde la libertad de expresión o la objeción de conciencia ortográfica. Lo que resulta asombroso es que siempre haya quien piense que el español está en peligro porque a los jóvenes se les ocurren cosas como escribir en las redes sociales con mayúsculas y minúsculas combinadas para resaltar sus mensajes.
[Foto: Pixabay (CC) - fuente : www.jotdown.es]
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