Por Francisco Sanz
El bien administrar las distancias a las personas, a las instituciones es clave. Pero eso no basta. Que el ayuntamiento esté más cerca de nuestra casa porque estamos en una ciudad pequeña,
que la sede del gobierno autonómico esté más cerca de nuestra ciudad
que la del gobierno central no nos asegura un mayor control sobre ellos
si seguimos sin saber nada de sus tejemanejes. La “cercanía” geográfica,
sin una independencia de poderes o su transparencia, no mejora sino
deteriora lo posible de la justicia, la buena relación. La proximidad ha
producido el caciquismo, el clientelismo, la connivencia con los
poderosos, el secretismo corruptor y la asfixia de los discrepantes, la
mafia. Es historia antigua.
Parece que en cuanto se entra en política tenga uno que volverse
opaco. Que entre en una especie de sociedad secreta que vaya dispensando
privilegios como si fueran signos iniciáticos. El privilegio,
literalmente es poseer una ley propia, una regla propia, una soberanía.
Es casi lo mismo, etimológicamente, que autonomía, sino fuera que esta
subrepticiamente ha tomado el sentido de alinearse a favor de sí bajo la
ley. Los hombres públicos, en la medida en que se comprometen a
proteger los secretos no desean la autonomía sino los privilegios. Las reglas del juego implican callar para conservarlos.
Los primeros francmasones recuerdan a los actuales políticos en la
manera que tienen de aceptar el enemistamiento, el secreto y el hecho
de pensar de una manera lógico-bélica... decían que hay que llevar el saber como un arma y, si es posible, como un arma secreta.
Renunciar a la privacidad parece lógico en una persona pública. Pues no, son profesionales del secreto,
se ponen la mano delante de la boca cuando hablan entre ellos, protegen
su privacidad con con susurros, oscuridad, sobres, puertas cerradas,
pequeños gestos, intercambio de miradas, apretones de manos y
mensajeros. Criptografía en los mensajes, en los códigos, en los
móviles, en los correos electrónicos. Para proteger... ¿su intimidad?
No, sus privilegios.
Debajo de cada busto parlante, de cada declarador político,
debería aparecer un vínculo que hiciera fácil averiguar cuánto gana,
cuánto tiene, cuánto ha pagado a hacienda, qué causas pendientes tiene
con la justicia, cómo ha accedido al cargo, cómo puede perderlo, a quién
está ligado jerárquicamente, a qué colegio van sus hijos, quién es su
pareja, a qué partido pertenece, cuál es su posición en el partido...
cuál es su historia. A algunos nos bastaría con que salieran a la luz
las cuentas del partido,
las ganancias reales de empresarios y banqueros, los resultados de la
gestión de las instituciones. Si una parte de lo que se invierte en
seguridad se invirtiera en transparencia de la gestión, si pudiera
hacerse pública, si obráramos en consecuencia, verdaderamente otro mundo
sería posible.
A veces parece que la proximidad anula la posibilidad de entender
la justicia como equidad. Que anule la distancia misma entre el objeto
de experiencia y quién lo experimenta. En el temor, la amenazante
“proximidad” de su objeto indica un “espacio”, indispensable para tomar
distancia y prever conductas de defensa y superación de lo que amenaza.
Aquello ante lo cual se origina el vértigo soy “yo mismo”: la abismal
ausencia de mí mismo. Pero aquello ante lo cual se origina mi opresión
¿no aparecerá también como “yo mismo”? ¿No será, acaso, la sofocante
proximidad de mi ausencia -ya que me encuentro inevitablemente
comprometido con esta ausencia que soy?
Quien desee descubrir alternativas a la existencia en autarquía
estoica o en autoarresto individualista ante el espejo hará bien en
acordarse de una época en la que toda reflexión sobre la conditio
humana estaba impregnada de la evidencia de que entre los seres
humanos, tanto en la proximidad familiar como en el mercado público,
funciona un incesante juego de contagios afectivos. Si en el espacio
público, queremos otra distancia, un nuevo localismo, es porque
pretendemos proximidades que puedan usarse como procedimientos de
vigilancia, y que funcionen como mecanismos de intensificación; como
contactos inductores.
[Fuente: www.kaosenlared.net]
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