sábado, 25 de janeiro de 2014

En una sociedad obsesionada con el sexo, qué tienen que decir los asexuales

El 1% de la población es asexual, ¿cuáles son las causas de esta orientación sexual tan poco reconocida y tan discriminada? ¿Puede una persona vivir plenamente sin participar en el juego de la energía sexual?           


Escrito por Alejandro de Pourtales
La modernidad puede describirse en muchos aspectos como la aceleración de la tecnología y el incremento exponencial de la información. Una de las consecuencias de esta explosión cultural es que obliga a que lo privado se vuelva público, a que lo secreto se desoculte o, haciendo eco de Baudrillard, a que la escena se vuelva obscena. Así las cosas vivimos inundados de mensajes sexuales –ya sea porque cumplen una estrategia viral de consumo o porque son la extensión de nuestra propia máquina biológica en búsqueda de reproducirse, sirviéndose de cualquier aparato de transmisión memética para perpetuar su genética. En este marco, dentro de una sociedad naturalmente obsesionada con el sexo, para algunos podría resultar increíble que algunas personas simplemente no están interesadas en el sexo.
Se calcula que el 1% de la población mundial es asexual, aunque la investigación es limitada y de suyo difícil. Es hasta hace poco que se acepta propiamente la asexualidad como una orientación sexual y no como una invención psicológica o un mecanismo de defensa. Un artículo de The Guardian rastrea la vida de personas que nunca han tenido sexo y que no sienten el menor deseo, pese a haber formado relaciones de parejas y en algunos casos tener sentimientos románticos.
La asexualidad es la orientación sexual que más discriminación recibe, principalmente porque no es ni siquiera aceptada como algo real. En los últimos años han surgido algunas comunidades de apoyo, como el sitio Aven (Asexuality Visibility and Edutacion Network) que cuenta con más de 50 mil miembros. Otro sitio, Platonic Partners, ayuda a las personas que quieren tener una pareja pero no quieren (o no pueden) tener sexo.
Otro de los grandes problemas de los asexuales que no afecta a otras orientaciones sexuales es por supuesto la saturación sexual de nuestra cultura que los deja fuera de la temática dominante.  ”Vivir en un mundo que sostiene que lo romántico y lo sexual son los ideales más altos a los cuales podemos aspirar es difícil”, dice Bryony, estudiante de biología de 20 años, quien agrega que constantemente se ve dejado fuera de conversaciones que giran en torno al sexo, quizás un poco como llega a ocurrir cuando una persona se encuentra con un grupo de personas que están borrachas o han consumido alguna droga y no le parece muy chistoso lo que dicen (sólo que en este caso el sexo es la droga que mueve al mundo). 
Los asexuales enfrentan numerosos retos en una sociedad como la nuestra, por una parte se suele creer que su asexualidad es represión sexual, y se caricaturiza como miedo “a salir al clóset”, o en círculos machistas, en el caso de los hombres, como miedo a la vagina (y viceversa en el caso de las mujeres con el pene), comúnmente mofándose con frases como “es que no has probado esta…”. En el documental (A)Sexual, se le pregunta a personas qué es asexual y contestan que el “musgo” o “los renacuajos”.
No existen muchas respuestas sobre qué es lo que determina que una persona sea asexual. Lori Brotto, profesora del Departamento de Ginecología de la Universidad de British Columbia, señala que existen igual cantidad de hombres y mujeres asexuales; los hombres se masturban más que las mujeres (acaso paliando una urgencia fisiológica). Cuando Brotto sometió a mujeres asexuales a estímulos visuales las reacciones fueron similares a las reportadas entre mujeres con un instinto sexual común (pero no se han realizado estudios de resonancia magnética para ver que sucede en sus cerebros). Por otro lado no parece haber una relación entre el abuso infantil y la asexualidad. Resta aún determinar si la asexualidad puede tener un origen genético.
El investigador Anthony Bogaert sostiene que el incremento en la asexualidad es el resultado del incremento en la sexualización de la sociedad, acaso como un mecanismo de defensa, una especie de escape ante la inundación de lo sexual, un refugio, o vulgarmente un “asqueo”. Otras personas sugieren que simplemente se ha vuelto más visible, por las mismas razones que el sexo también se ha vuelto más visible. La poca mención histórica de personajes asexuales podría tener que ver con que eran confundidos con homosexuales o que no se tenía la terminología para entenderlos y referirlos.
A riesgo de trastabillar en alguna discriminación sexual, resulta interesante entender los mecanismos que hacen que una persona no sienta deseo sexual, no tenga la comanda de reproducirse (o logre desvanecer esta urgencia). No se puede incrustar fácilmente en una filosofía o en una tradición mística. El andrógino, altamente considerado en la alquimia, es un ser altamente sexual, que fusiona los opuestos y es en sí mismo una representación de la piedra filosofal, el crisol perfecto en el que se une lo femenino y lo masculino (aboliendo la dualidad); es atraído y atrae a la totalidad de la existencia. Algo similar ocurre con el hermafrodita (la aleación de los dioses Hermes y Afrodita). Pero el asexual en cierta forma deja de participar en los flujos de la energía vital; de manera distinta al célibe que decide no someterse a este flujo por una consideración moral que originalmente oculta un refinamiento de esa misma energía sexual, un proceso de transmutación: es el mundo entero (o dios) el que lo erotiza. Resta quizás para el asexual un mundo platónico, la contemplación pura,  elevación espiritual a través de una renuncia inconsciente. Pero en la medida que es inconsciente e involuntaria quizás oculta alguna memoria reprimida –o en su defecto una mutación genética desconocida. Quizás los asexuales podrían esclarecer estas dudas y revelar algún sentido oculto, alguna gama inapreciada de la vida, pero, ¿dentro del concierto vehemente de voces sexuales, los escucharíamos?

[Fuente: www.pijamasurf.com]

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